TRES DERROTAS Y UN DESAFÍO

Por Cristian Cottet

Nos falta la Gladys”

Aparentemente han terminado las ofensivas de los movimientos sociales y las necesidades básicas se resuelven según sea el candidato.  Ya no solo se protesta por sector económico o por reivindicaciones locales. Por otro lado, al parecer nadie se dio cuenta que los “colectivos” eran una estrategia de visibilización y que no tendríamos educación gratuita ni mejoras en el transporte público. Chiloé al parecer desapareció en el horizonte político, lo mismo Freirina, Punta Arenas y muchos movimientos que ahora deben rascarse con sus propias uñas. Se vienen las elecciones y el ponerse y sacarse camisetas se transforma en deporte nacional. En estas nuevas condiciones del panorama esto significa que solo nos reuniremos para revisar cual candidato es el correcto. Es un maldito desastre si las decenas de colectivos no logran llegar a acuerdos de acción política.

A esto también se le llama derrota, aunque se reúnan las más encopetadas dirigencias de orgánicas políticas que convocan pequeñas comunidades donde la palabra “compañero” ya no se emplea.

El pueblo, ese conglomerado de seres humanos a los cuales les cargamos desde el homo sapiens hasta el futuro del cosmos da para todo, incluso para sentencias como que “este pueblo vota por la derecha” en todas sus formas. Esto también es un lugar común, pero lo que corresponde es preguntarse ¿por qué? Disculpen mi pachorra pero creo que el pueblo cuando vota por la derecha lo hace porque ahí está el sustento, la comida, el pasarlo bien. La humanidad, desde que se empinó sobre sus dos piernas, todo lo que hace es para comer, es para no desaparecer, es para no extinguirse. Tal vez los oídos sensibles se ofendan con esto pero la pregunta más básica que tiene la humanidad es ¿dónde está la comida? Después de todo don Carlitos esto lo explicó hasta con manzanitas. La revolución no es otra cosa que hacerse de la comida y no seguir muriéndose de hambre. Por eso no nos escandalicemos ante tan tremenda verdad. El hambre es la amenaza que se nos viene encima.

Este chantaje existencial, operado por empresarios y policías, muta y se transforma desde lo material a lo simbólico, llegando incluso al gozo material. Con esta espada de Damocles hemos sido derrotados cuando me refiero en primera persona hablo de la izquierda, hablo de un proyecto social y económico, proyecto que fue derrotado en el más duro Golpe de Estado, en este contexto murió nuestro presidente, el que más lejos había llegado a la hora de evaluar la justicia social.

Esta derrota dejó como marca indeleble los límites que puede llegar la burguesía financiera. No solo se asesinó a mansalva miles de dirigentes sociales, pero también se derrumbó todo avance que había aportado la burguesía industrial. Como he dicho en repetidas oportunidades, no solo derrotaron al pueblo, si no a los avances políticos, sociales y de justicia.

Tardamos casi una década en recomponer un precario tejido político y social capaz de dar respuesta a la derrota de los ’70, pero los ’80 son el escenario desde donde recomponemos redes y relaciones desde donde volver a una izquierda política, donde se pudo incidir en las formas de lucha para derrotar la dictadura. Renacieron las orgánicas políticas, se rearmó el movimiento sindical desde lo pequeño a lo mayúsculo. Es la década del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, es la década de las protestas, es la década de las barricadas, es también el esfuerzo de reunir un amplio espectro político, es también la década de un Partido Comunista y un Partido Socialista fortalecidos y generando confianzas de lucha.

Enfrentar  una dictadura decadente, un dictador sin discurso, casi un empate territorial y político con una valiente mayoría desplegada en las esquinas. Eso fueron los ’80, y es desde allí que también se recomponen, en las cloacas, los discursos de la «salida pactada”. Es la década donde el capital financiero se juega sus últimas cartas y se prepara a un nuevo escenario para terminar definiendo los escenarios que permitan el asentamiento definitivo de la conducción de ese bloque socio-económico donde, muerte tras muerte, se juega la continuidad del modelo o se impone el retorno a los cambios.

Esta segunda derrota, seamos realistas, es justamente la culminación de la mentada “salida pactada”, con un plebiscito orquestado desde la lógica de la paz ciudadana y un movimiento popular desconcertado. Ese es el término adecuado, “un movimiento popular desconcertado”, tratando de respirar bajo el agua.

Pero el entusiasmo no para ni descansa. Ganado el NO en el mentado plebiscito y la administración del Estado pasa a manos de una “centro-izquierda” que de izquierda solo le quedaba la barba recortada y una mano que no era la derecha.

A estas alturas de la “transición en la medida de lo posible”, la “izquierda democrática” ya estaba instalada y reiniciando un nuevo periodo político donde el norte es la inmovilidad estratégica, dejando de lado los entusiasmos venidos del pueblo. Palabras como “revolución” pasaron a ser términos hueros y se volvió a la politiquería. Los operadores políticos hicieron su agosto mintiendo, ofreciendo fantasías de colores, descomponiendo las orgánicas de izquierda. La CNI cambió de nombre y pasó a las manos de un equipo humano, venidos de la izquierda, instalados en La Moneda y comprometido con la hegemonía burguesa neoliberal, en otras palabras, el capital financiero. Esta es la tercera derrota del movimiento popular, de las fuerzas populares y progresistas. Lo que se ofrece es esto y si no le gusta… mal por usted.

Tres décadas para tres derrotas, cuyo resumen es el castigo y descomposición de las orgánicas que determinan los ánimos de cambio.

Hoy son los movimientos sociales el paradigma de cambio, pero estos pierden movilidad cuando no logran superar lo meramente reivindicativo, dejando en el olvido las propuestas de los ’70, de los ’80 y de los ’90, en tanto estas generaciones están también marcadas por severas derrotas que no pudimos revertir en su momento.

Hoy estamos frente a la disyuntiva donde se juega la posibilidad de un cambio profundo de la sociabilidad en Chile o nuevamente ingresar en la lógica de la derrota. Entonces, cuando me preguntan cuál es el “bloque en el poder” no puedo si no recordar estas tres derrotas donde el capital financiero ha marcado la cancha.

Digámoslo de otra forma, estamos en el inicio de un nuevo periodo político, estamos ad portas de la unidad y la convergencia de muchas agrupaciones, colectivos, partidos, que está pujando por esa tarea.  Por lo menos podemos reconocer que están instaladas en la mesa. En eso confío.

Algunos solo verán la unidad como una cuestión electoral y buscarán por todos los medios instalar tal o cual candidato. En lo personal, veo en este nuevo periodo que se abre la construcción de una referencia política que, nazca donde nazca, debe generar confianzas sociales y políticas. Es un periodo de propuestas, donde la generosidad deberá gobernar, donde los movimientos sociales jugarán un papel relevante, pero por sobre todo debe generar una vanguardia socio-política con energías para recoger el proyecto de Allende, la entrega y energía de los ’80 y la rebeldía frente a la inmovilidad.

Desde los ’70, por acotarlo de alguna forma, nos han estado dando de palos y zancadillas. Es dable reconocer cierto heroísmo en las movilizaciones de los 2000 acompañado de iniciativas locales que, por diferentes razones, no han incorporado las derrotas que acoté más arriba.

Me atrevo a reconocer que se aproxima un nuevo periodo político que se asienta en el comienzo de este siglo. La pobreza, la falta de casa y alimentos, todo lo que conllevan estas realidades configuran una plataforma desde donde se puede volver a confiar. Sumado a los requerimientos nacionales, como recuperar nuestras riquezas naturales, nuestra agua (parece un poco exagerado pero estamos en ese nivel, recuperar el agua), desarrollar una política internacional asentada en la amistad de los pueblos. No ver este escenario o leerlo con exceso de entusiasmo puede llevar a un nuevo periodo de derrotas.

Ese es el desafío que se nos presenta por delante.