IDEAS SOBRE NUESTRO FUTURO

Por Carlos Romeo

Un hombre de 70 kilos de peso es capaz de correr 42 kilómetros a una velocidad de unos 20 kilómetros por hora con el combustible que le proporciona su desayuno que, al quitarle el agua que contiene, se reduce a un puñado de materia sólida. Para recorrer ese trayecto en un automóvil compacto moderno se requiere para ello de un dispositivo mecánico que pesa cerca de una tonelada y al menos de dos a tres litros de gasolina de alto octanaje como fuente energética.

Durante el Tour de Francia un ciclista con una bicicleta que pesa unos pocos kilos de peso, movida por los músculos del ciclista, es capaz de recorrer más de 200 kilómetros sin parar a la velocidad de más de 40 kilómetros por hora , también como única fuente de energía para ello que su desayuno y agua como refrigerante.

En ambos casos estamos en presencia de la eficiencia del motor natural conformado por músculos y huesos elaborados por la “empresa” Naturaleza, fabricante del homo sapiens y que produce también modelos deportivos como el felino Chita, capaz de desplazarse a 100 kilómetros por hora durante trayectos cortos de hasta 500 metros.

Cuando se compara la eficiencia energética de los motores a combustión interna con el motor natural llamado músculo hay que reconocer con humildad cuán lejos está el homo sapiens en tanto que creador, de la naturaleza que lo ha creado. No solamente impacta la eficiencia energética si no que también el poco peso del dispositivo que se desplaza a sí mismo, medible en decenas de kilos de materia.

Muy lejos aún, lejísimo, de un intento de copiar a la naturaleza, el desafío del momento en cuestión de transporte es la sustitución de los hidrocarburos como fuente energética por la electricidad. Pasar del motor a explosión al motor eléctrico que funciona en virtud de la circulación de los electrones. Ya es una realidad pero únicamente sobre la base de extraerla de un cable alimentador como en los tranvías, trolebuses y trenes eléctricos y comienza a serlo en automóviles, camiones y autobuses autónomos sobre la base de llevar consigo la energía eléctrica concentrada en baterías recargables Lo trascendente de estas soluciones es que le permite al homo sapiens aprovechar la fuente de energía virtualmente infinita de la luz solar mediante las celdas fotovoltaicas, única solución directa descubierta hasta ahora para aprovechar directamente la energía natural del sol para transformarla en eléctrica, que se agrega a la que aprovecha también las consecuencias del efecto de la energía solar en la atmosfera terrestre al generar los vientos, la llamada energía eólica y que se suma a la posibilidad practica de utilizar la gravitación que hace que las aguas caigan desde un nivel a otro inferior, pero que tiene como límite las posibilidades en que ello ocurre. Todas estas fuentes energéticas son no contaminantes de la atmosfera terrestre con consecuencias trascendentes para la humanidad a no muy lejano plazo.

No obstante, sigue en pie el desafío de crear artificialmente “el motor muscular” que todos poseemos para desplazarnos y actuar.

Siempre he considerado una bella expresión poética la historia del castigo impuesto al hombre cuando comió de “la manzana prohibida” y adquirió conciencia de sí mismo y por tanto de su enajenación con respecto al resto de la naturaleza en la cual desde ese momento tuvo que trabajar para existir, toda vez que hasta entonces solamente existía y se comportaba como su código genético lo obligaba a ello.

Quizás, y excusándome de mezclar lo poético con lo científico por parte de un “diletanti” en estas materia, pero con derecho a tenerlas y a expresarlas de encontrar quien las publique, estamos recién iniciando nuestra reintegración a la naturaleza, el paraíso del cual fuimos “expulsados”, pero mediante el lento y difícil aprendizaje de comprenderla y de reestablecerla.

La Habana,  noviembre del 2017