YO VOTÉ POR GUILLIER

Por Cristian Cottet

“Sabemos que no hay más alternativa
que morir matando…”
(Irredentos)

(Mi hija Magda se va a molestar, lo sé, pero eso de votar «contra» algo o alguien, me resulta doblemente disperso. Prefiero una sola carita, un solo responsable, una sola honestidad y una sola deshonestidad.)

Yo voté por Guillier.

Los guerrilleros de última hora me sofocan, no les dedico ni un «me gusta», no les deseo mal pero leo sus manifiestos, debe ser porque no los entiendo (aquí sí que me mata mi hija).

Yo voté por Guillier

La izquierda, por lo menos en Chile, está derrotada. Desde hace ya algunos años o décadas esta derrota se filtró en los espacios más íntimos de nuestros deseos. Los sueños (tanto los simbólicos como los materiales), mutaron a un discurso recargado de modismos y estados de ánimo que nadie sospechaba. Esto es una derrota, no tenemos fuerzas siquiera para respirar. Seamos claros, esto no es producto de traidores, es el rechazo de los pobres que no vieron más que los discursos mesiánicos, que resolvían sus deseos personales.

Yo voté por Guillier.

Salí temprano rumbo al local de votaciones que me correspondía, en la calle la gente se saludaba, la mayoría iba de sombrero por el calor, las veredas estaban abarrotadas de vendedores ambulantes, había mote con huesillos, ropa, emparedados con algo que no se sabía su origen, había una señora vendiendo calzones y sostenes, en el local había soldados que saludaban con una sonrisa.

Yo voté por Guillier.

Llevé, para la fila y el trayecto, el libro “Irredentos”, de Carlos Ímaz Gispert (editado en Argentina por mi amigo Marcelo Cafiso), que narra las minucias y las grandes batallas de los internacionalistas que esperaban fuera la ofensiva final de la guerra popular en El Salvador. Un libro que me acompañó a votar… contradicciones de la vida, pensé mientras caminaba a mi lugar de votación.
Yo voté por Guillier.

Porque mi padre, mi madre, mi abuelo y mi abuela habrían votado por él (mi hija Magda habría dicho: «Pero papá, si los abuelos murieron hace décadas…»).

Yo voté por Guillier.

No me engañé ni engañé a nadie. Simplemente fui a votar por Guillier. Lo entendí como un pequeñito empuje a las movilizaciones populares. Lo hice contento. Entré a la cámara sin remordimientos ni vacilaciones. En verdad, hasta ahora, aún no encuentro entre mis amigas y amigos alguno que no haya votado por Guillier.

Yo voté por Guillier.

Lo hice tranquilo, acompañado de mis muertos y mis desaparecidos. Me emocionó poder hacerlo y me cautivó una muchacha que estaba tras la mesa recibiendo los votos.

Yo voté por Guillier.

Estoy tranquilo sabiendo que esta lucha es larga y permanente, sabiendo que puedo estar perdiendo algún conocido, sabiendo que la lucha de clases no es un circo pobre, pero que hoy se presenta como un muchacho llorando por el abandono de su novia. Eso, el mío era un voto en transición.

Yo voté por Guillier.

No me tembló la mano. Sentí ese gozo que me inundó el día que pudimos derrotar al tirano, esa tarde que salimos a la Alameda, esos abrazos con desconocidos… igual que hoy, conversando con desconocidas y desconocidos, igual que el año 1988. Incluso más a la izquierda.

Yo voté por Guillier.

Luego fui a un almuerzo con Magda, Dorita (su madre) y unos amigos que discutían acerca de las consecuencias de salir elegido el candidato Piñera. Mientras ayudaba con el almuerzo (prioridades son prioridades) escuchaba frases como: “Ese ladrón…”, “Guillier es lo mismo de…”, “¿Dónde está el baño…?”.

Yo voté por Guillier.

Perdimos, digo, perdimos los que votamos por Guillier y esta derrota (pequeña, por lo pronto) duele, duele y saca lágrimas. Perdimos y ahora, ¿qué les decimos a los viejos obreros, a los guerrilleros que ofrendaron sus vidas? Perdimos, con muchas ganas de ganar, eso sí. No creo que esta monumental derrota (casi 10 puntos de diferencia a favor de Piñera) sea sorpresa. La izquierda, o lo que queda de ella, tiene pega por delante. Pero reconozcámoslo, nunca se nos ha dado fácil la vida… pero igual es un placer contar con ella (y con la Magda, obvio).

Santiago, diciembre de 2017