VIOLENCIA: CEGUERA EN DEMOCRACIA

Por Max Oñate Brandstetter*

“La justicia social no puede ser conseguida por la violencia.
La violencia mata lo que intenta crear”

Juan Pablo II

 

Estas últimas elecciones presidenciales (y parlamentarias) se realizaron bajo un nuevo sistema electoral (proporcional D´ Hont), muy a pesar de la eterna explicación a favor del binominal, de una trayectoria anticomunista, anti proporcionalista y amparada en la estabilidad representativa y gubernamental.

Se decía que “el sistema electoral de representación proporcional favoreció en Chile el multipartidismo y éste contribuyó a la falta de mayorías estables de gobierno que permitieran el cumplimiento de los programas de gobierno”(1)

Si observáramos el comportamiento electoral del último periodo legislativo (antes del quiebre institucional) nos daremos cuenta de que, a pesar de ser un régimen pluripartidista y plurinominal, la distribución parlamentaria siempre fue bipartidista, quedando siempre fuera las “terceras opciones” (como el caso de USOPO), por lo que habían dos mayorías estables (aunque en la imposibilidad de colaboración política entre ambos bandos).

Al entrar en el periodo de recomposición democrática, nos topamos con un cambio radical en la distribución de escaños, en el diseño del mapa electoral (del cual los autores son Carlos Cáceres Contreras y Sergio Fernández Fernández) en el tamaño de los distritos (invariablemente dos) y en la conversión de votos por escaños.

Reformar el binominal significaba (por parte de la derecha) permitir el multipartidismo, la polarización, la “lucha de clases” y, por lo tanto, el resultado final: un golpe de Estado, ya sea, por parte de “la izquierda marxista” o por los militares “leales a la constitución”.

En este periodo, con un sistema electoral, que sacrifica la representación a cambio de estabilidad política, genera una separación cada vez más grande, entre la ciudadanía sufragante y los intereses representados, concluyendo en una nula elaboración de políticas públicas esperadas en democracia.

Este es el génesis explicativo de los movimientos sociales, la agenda pública construida por fuera de la agenda propia de los partidos, que ha movilizado el conflicto social y político durante más de una década en Chile.

El cambio del sistema electoral tiene que ver con una estrategia de validación nominal (sufragios) al mecanismo democrático, sin por ello, incorporar en la gestión pública, la agenda efectiva de las demandas de los movimientos sociales. En estas transformaciones, nadie de a derecha instaló el discurso de la división y violencia que generaría un sistema electoral proporcional, aunque esto se desarrolló por parte de la sociedad civil vs la institucionalidad, a pesar del mecanismo de seguridad de la paz social, que representó el sistema binominal.

Este año han ocurrido dos iconos de la violencia, “propia de la visión del pasado”, como la de agentes neonazis contra mujeres desarmadas, por manifestarse en favor del aborto libre, y la de la agresión a los familiares de militares presos (como si se tratara de “la batalla de Chile”) por violación de los derechos humanos.

En ninguno de los dos casos, el ejecutivo se ha manifestado verbalmente; pero realizan acciones de liberación “política” que, si generan por sí mismas, la violencia callejera, lucha de chilenos contra chilenos, con aroma a “lucha de clases”, pero no es responsabilidad alguna del sistema electoral actual, ni del “comunismo internacional”.

La violencia tiene mil formas y es difícil explicar un origen en abstracto, pero Aristóteles y Gandhi coinciden en que “la pobreza es la peor forma de violencia” y ha quedado al descubierto la pobreza de justicia y reparación, la pobreza intelectual que excluye a la mayoría de los chilenos del conocimiento, dada la negación sistemática de gratuidad, tanto por el gobierno saliente, como por el entrante; en un contexto de constante desvalidación de la “clase política”, no hay conflicto causado por “gente fanática de la religión partidaria a la que adhieren”, sino por problemas estructurales, generadas a partir de las asimetrías de poder y la necesidad material que la ciudadanía necesita.

*El autor es Cientista Político, licenciado de la Universidad Academia Humanismo Cristiano.

(1) Cumplido, Francisco. (1977). Proyecto de cambio: multipartidismo y representación proporcional en Chile (1964-1973). Documento de trabajo, Flacso. Pág. 1.