LA REVOLUCIÓN SEGUIRÁ SU MARCHA

Por Carlos Romeo

Porque el esperado discurso de Trump en Miami sobre Cuba fue más bien ladridos ruidosos que expresiones de efectivas medidas destinadas a lograr el restablecimiento de los derechos humanos y de una genuina democracia en Cuba. Con el enorme respaldo moral que la historia les concede a los gobiernos norteamericanos, con respecto a derechos humanos el bombardeo atómico de las ciudades de Hiroshima y Nagasaki y entre tres y cinco millones de vietnamitas muertos durante 11 años de guerra, y en materia de democracia el respeto que le muestran a las monarquías de Arabia Saudita y a los Emiratos del Golfo Pérsico, a nadie engañan esas declaraciones. Vaya usted a saber las oscuras urdiembres politiqueras por las cuales Trump les ha hecho un favor a los politiqueros republicanos de origen cubano que, por razones al menos para mí inimaginables, están en el Congreso Norteamericano.

El turismo norteamericano a Cuba va a seguir, pero ahora con alguna nueva exigencia burocrática adicional prácticamente sin ninguna posibilidad de controlarse en Cuba, porque los vuelos a Cuba desde los EE.UU. también van a seguir. Y si invoco al bloqueo considerándolo la principal expresión de su política en contra del “regimen castrista”, no dijo que su eliminación no depende de él si no del Congreso Norteamericano y si el presidente estadounidense algo puede hacer en ese terreno, dejó bien claro que únicamente se opondrá a negocios que involucren a empresas del sector militar cubano que, como es sabido, no son de ninguna manera las únicas existentes en Cuba

Lo más importante que, si declaró, pero quizás paso desapercibido en medio de esa verborrea efectista y primitiva, fue su explicito reconocimiento de la independencia y de la legitimidad del actual Estado Cubano y del mantenimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países. De eso, que era fundamental, se ocupó Obama.
Todo lo demás fue verborrea a lo Trump, incluyendo los sentimentales saludos y alabanzas a los “valientes” disidentes cubanos a los cuales, dicho sea de paso, les quitó los 20 millones de dólares de “ayuda a Cuba” que tenía el presupuesto anual de ese país, y por lo cual deben estar terriblemente preocupados porque, como es sabido, no trabajan para ganarse la vida: son “disidentes a tiempo completo”.

Una retórica al lado de la cual la de Ronald Reagan en plena guerra fría era cauta y moderada, propia de un político no profesional con un ego que no le cabe en el pecho y acostumbrado a decir lo primero que se le ocurre. Para eso tiene en la Casa Blanca asesores encargados de explicar después ante los periodistas que” en vez de digo, dije y en vez de dije, Diego”.

Y para vuestra información, a las 21.30 del 16 de junio la televisión cubana, previo aviso, retransmitió a toda Cuba el discurso de Trump con traducción simultánea al español. Eran simples ladridos, pero en inglés.

La Habana, 16 de junio del 2017, a las 22.40