PRIVILEGIOS, PRESIONES Y RECHAZOS

Mientras la Convención Constitucional aborda y aprueba los temas de fondo la agresividad y el rechazo a los cambios que puede significar la nueva Constitución se instala en los sectores oligárquicos.

Partidarios de un sistema de gobierno en el que el poder esté en manos de unos pocos se atrincheran para defender lo existente o cambie lo menos posible. Es la élite acomodada que defiende sus privilegios y los de su clase. Son los sectores conservadores que se rearman tras el estallido y las derrotas electorales con el objetivo de frenar y/o minimizar todo lo que huela a cambio. Es la derecha que votó por el rechazo y que se dispone nuevamente a rechazar sea cual sea la nueva Constitución. Pero no es solo ella.

Son los que se declaran en reflexión o intentan banalizar la Convención. Son los que se autodefinen “amarillos” y acaban de publicitar una declaración “alarmados” por lo potenciales cambios que se debaten y pretenden presionar a la Convención. Son los que ante el dilema de la segunda vuelta presidencial anularon o votaron en blanco y que hoy, anticipadamente, se encaminan a frenar primero y a rechazar después.

Estos sectores, acostumbrados a los círculos de poder, a recibir sus beneficios y obtener privilegios temen a la democratización de las instituciones. Insisten en que hay que ser gradualistas, y sobreestiman situaciones con la finalidad de frenar los cambios, aunque estos no tengan la profundidad y la envergadura de los que el país necesita. Estos sectores ven maximalismos, revoluciones y socialismo donde solo habrá nuevas reglas constitucionales que responderán, en alguna proporción, a los cambios culturales y de mentalidad de los pueblos que salieron a la calle para manifestarse en contra de las injusticias.

La derecha del rechazo y los de la “amarilla declaración banalizan, boicotean y se rearman pues están convencidos que su particular y oligárquica visión de país es la única posible. Desdeñan las reflexiones, aprendizajes y visiones provenientes del campo popular. Son partidarios del inmovilismo, dejar todo casi tal cual, pues para ellos, toda transformación, por mínima que sea, puede ser una puerta por la cual entren los pueblos organizados para hacer efectiva una realidad nueva, buena y justa.

En los meses venideros las presiones a la Convención se acrecentarán. De allí, la importancia de que el movimiento social afiance sus procesos organizativos; acreciente su estado de alerta política; desatienda los llamados al inmovilismo, y mantenga viva sus esperanzas y demandas y por, sobre todo, confíe en sus propias capacidades para exigir la justicia y la dignidad que nuestros pueblos se merecen.