Por Carlos Romeo
Anoche escuche el discurso con que Trump hizo un balance de su primer año de gobierno. Lo positivo del acontecimiento fue sin duda alguna el que ya ha transcurrido la cuarta parte de su mandato, por lo cual ya solo le quedan tres cuartas partes. Pero desgraciadamente sus palabras trajeron por asociación a mi memoria acontecimientos trágicos del pasado.
Ante todo, la consigna de “Hacer América Grande otra vez”, me recordó aquella que decía en los años treinta y cuarenta del pasado siglo “Alemania por encima de todo”, cuando el nazismo se impuso en ese país a raíz de la enorme frustración experimentada por el pueblo alemán después de la derrota en la Primera Guerra Mundial. La similitud de esas expresiones de lo que se considera fundamental en política obedece a que en ambos casos ha constituido una reacción ante un estado generalizado de frustración de una mayoría del pueblo al cual se le pide hacerla suya. El que Detroit, la que fue el centro de la poderosa industria automovilística norteamericana esté hoy semi-abandonada y que Pittsburg, otrora el centro de la industria metalúrgica de ese país forme parte del llamado “cinturón del óxido” en el norte, conjuntamente con el hecho de que resulta extremadamente difícil comprar ropa o un utensilio doméstico en los EE.UU. que no sea de fabricación china, reflejan la decadencia del ” imperio americano” quien aún se mantiene como la gran potencia mundial que todavía es por sus legiones (perdón, me confundí con el otrora imperio romano), quiero decir por sus fuerzas armadas. Una mayoría de norteamericanos frustrados encontraron una explicación de esta tragedia que están viviendo en las palabras del candidato presidencial Trump que culpó de ello al éxodo de los capitales norteamericanos hacia otros países, a la descomposición poblacional del país debida a la inmigración de seres provenientes de países que Trump posteriormente califico de “países de mierda” y de la blandenguería de la política exterior norteamericana con países amenazantes tales como China y Rusia así como de irresponsables pueblos inferiores como los de Corea del Norte y de Irán que pretenden también devenir potencias atómicas, sin dejar de culpar igualmente por ello a sus socios de la Unión Europea.
Trump dio anoche una clase magistral de lo que es un discurso populista, con promesas e invocaciones triunfadoras a gusto de los norteamericanos frustrados, ante un Congreso al cual le recordó eso de que “vox populi vox dei”, la voz del pueblo es la voz de Dios a la hora de votar y de tomar decisiones.
Y con respecto a los que vivimos a solo 90 millas de distancia del “monstruo”, como lo denominó José Martí, otra vez la vieja cantinela de “dictadura comunista”, la cual también aplicó a la República Bolivariana de Venezuela.
Para nosotros en Cuba un “came back” o regresión a los tiempos de Ronald Reagan o de Bush hijo, por los cuales ya hemos pasado. Nos condena a volver a ver una película que ya vimos. ¡Qué le vamos a hacer!
La Habana, 31 de enero del 2018