BELLAVISTA, LA CHIMBA POSTMODERNA

Por Cristian Cottet

Barrio Bellavista, típico barrio Santiaguino conocido por ser un barrio nocturno del “carrete” joven-adulto. En este barrio se encuentran concentrados la mayor cantidad de lugares de esparcimiento u ocio; hay discoteques, pubs, restaurant, centros de eventos. Se encuentran lugares para todo tipo de público; para jóvenes, adultos, homosexuales, gays, y todo tipo de tendencias musicales: tecno, punk, retro, onda disco, etc.

Sin duda, este barrio presenta distintas características en cuanto al contexto social, dependiendo del día y la hora, los fines de semana hay movimiento desde la tarde hasta la madrugada, todos los locales están llenos al igual que las calles. Por Pío Nono hay comerciantes que venden artesanías, libros, sacan el tarot. Ese contexto es totalmente distinto al que me encuentro en este momento, la mayoría de los locales están cerrados. A pesar de esta situación transita mucha gente por la calle dirigiéndose a distintos lados, a diferencia de los fines de semana en donde la gente pasea por el barrio o se dirige a lugares que se encuentran dentro del barrio, además muchos escolares, ya que cerca se encuentra el Liceo Alemán; también se ven estudiantes universitarios porque cerca está la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile y constante movimiento de tránsito vehicular.

Los mozos que atienden este local estaban afuera, en la vereda, como anfitriones, me preguntaron si necesitaba algo al verme anotar en mi libreta de apuntes, nos pusimos a conversar sin explicarles que estaba haciendo un trabajo de investigación. Les pregunté sobre el lugar, comentando que era bastante grande, por lo que deben tener mucho público. Me comentaron que sí, los fines de semana son uno de los lugares más visitados en el barrio, se llena dentro del local y todas las mesas de afuera, incluso en invierno afuera es más barato que adentro, los fines de semana tocan grupos o solistas. Lo que más toma la gente es cerveza (pitcher, jarras de cerveza) y vino, y para comer prefieren las parrilladas. Las diferencias de precios y el show en vivo producen una distinción de públicos. Al interior del local generalmente hay familias con niños que salen a comer fuera, fundamentalmente son jóvenes que van a tomar “copete”.

Luego hay más locales comerciales. Una librería y dos botillerías, ambas cerradas pero una de las botillerías lo está por duelo, luego hay un almacén de abarrotes.

En la esquina de Pío Nono con Lope de Bello hay un puesto de frutas y verduras que es atendido por un hombre de unos sesenta años, él conversa muy animado, se ríe con una señora de más o menos la misma edad que seguramente es su esposa por la actitud de ambos. Al lado del puesto hay una mujer vendiendo libros usados, no tiene puesto, instala en el suelo su mercadería protegiéndola con un “paño”. Me acerco a mirar los libros y ella me pregunta si busco algo en especial, le respondo que no, sólo miraba y comenzamos a conversar, yo tratando que me cuente algo sobre el barrio o su trabajo pero no lo hago en forma de entrevista sino de conversación al igual que con los mozos. Me cuenta que ella se pone solamente las tardes a vender libros, todos los días, de lunes a domingo, los días de semana son lentos, hay poca venta, como a las siete u ocho de la tarde comienza a llegar gente al barrio, a los locales, entonces ahí tiene más venta de libros. Los fines de semana la venta es mucho más alta, ya que, el público es constante y durante todo el día.

Ella es joven, de unos treinta años, es tímida, mira con cierta desconfianza, supongo que no le gustara que le pregunten acerca de su trabajo o simplemente no quiere hablar. Los libros que vende son principalmente literatura básica, novelas que piden leer en el colegio, por lo que concluyo que su venta debe ser rápida habiendo un colegio por aquí cerca.

La desconfianza es una regla que se internaliza, dado que aquellas(os) no poseen ningún tipo de autorización, ni municipal, ni policial.

Durante la primera cuadra, en los pocos locales que estaban abiertos y que tienen mesas afuera, vi sólo dos mesas ocupadas, a diferencia de los fines de semana que están todas llenas. En una mesa hay un grupo de jóvenes (cuatro), conversan, fuman, toman cerveza y hablan muy fuerte pero eso es un rasgo más o menos típico cuando se juntan puros hombres. En otro local hay dos mujeres jóvenes tomando cerveza, fumando y conversando pero en una actitud más intima, privada.

Sigo avanzando por Pío Nono, el ambiente es similar a la cuadra pasada, la mayoría de los locales están cerrados, gente que se dirige de un lado a otro.

El ambiente en esta cuadra es el mismo que en la anterior, gente constantemente transitando, escolares fundamentalmente, también se ven universitarios, gente que va de paseo al cerro San Cristóbal. He notado que en los locales cerrados los dueños aprovechan el día para hacer arreglos en los locales, principalmente la fachada de éstos.

La esquina de entrada al cerro es punto de encuentro para muchos, el cerro mismo es lugar de estudio, pololeo, paseo, deportes etc.; el ambiente caminando por las calles aledañas cambia considerablemente, pocos locales, casi nada de gente, silencio agradable.

Camino por la calle Ernesto Pinto Lagarrige, observo las casas, son antiguas con arreglos barrocos, con protecciones y puertas, no son muy altas, hay pocos locales y están todos cerrados, no transita gente ni autos. En Dardignac camino hacia el oeste y veo a un cuidador de autos afuera del Liceo Alemán. Lleva cuatro años trabajando en este lugar, se llama Juan, “Así, sólo Juan”, me dice mientras arregla su mercadería. Tiene una mirada triste, de soledad amable, se acerca y me conversa, noto que tiene ganas de hablar y debe ser porque pasa todo el día solo. Me cuenta que el trabajo es lento a esta hora y como a las seis se compone un poco el panorama. Me despido y comienzo a caminar, miro hacia atrás… don Juan está observando mi retirada.

Después de un agitado jueves, o un conocido ‘viernes chico’, Bellavista amanece entre la bruma y el smog. Son las 7:45 y estoy en Pío Nono, aún no duermo, comienzo a observar los escolares, los ‘pingüinos’ caminando pasmados de frío con paso somnoliento, entre apurados por llegar a tiempo y sin ganas de ir a clases.

Hay 0º de temperatura y la ciudad se inunda de un poco de frío, un frío ‘seco’. Me causa gracia ver a la gente que va a su trabajo muy abrigada, el “frío” santiaguino no se compara con el frío de Curicó, pienso. Cómo ya mencioné hay mucha gente que va hacia su trabajo, espera micro, va a dejar sus hijos al colegio. Se saludan, caminan por los senderos que caminara don Manuel Rodríguez en su niñez y juventud, además del famoso bandido Pascual Liberona, conocido como “El Brujo” por sus cinematográficas fugas, evasiones y asaltos. Pienso, mientras ya cruzo el Parque Forestal, en esas “guerras de piedras” desde ambas orillas del mítico Río Mapocho.

En ese contexto su puede rozar el contraste entre la vida nocturna del barrio y su despertar, la noche, la bohemia, el cansancio de responsabilidades, todo aquello es característico de Bellavista, de un territorio de frontera. Pío Nono se repleta de gente, tumultos de jóvenes de diversas edades. En la mañana, en cambio, es un desierto, muy poca gente deambula por las calles, inclusive casi no hay negocios abiertos, según me dijeron por ahí, los almacenes abren como a las 10 hrs. y cierran entre las 2 y las 4 de la tarde, con la provincia, el derecho a siesta. En este ámbito acotado. se pueden apreciar los últimos vestigios del carrete nocturno, papeles de publicidad de pubs y discotheques, en el que se ofrecen tragos a variados precios.

Para este recorrido llevé mi “camarita amiga”, que no es mía en realidad, pero se “come” mis rollos fotográficos, así es que tendré que volver en otro momento con ánimo de fotos.

Todos los lugares de interés, como el zoológico, la feria artesanal y los puestos de artesanos que se ubican en Pío Nono, no se encuentran, no hay vida humana. Cuando volví, el lunes 25, a fotografiar, a eso de las 15:30 hrs. la feria estaba abierta con algunos puestos. Para sorpresa mía funcionaban sólo dos puestos de artesanos y uno de libros. En el zoológico y en el funicular tampoco circulaba mucha gente, sólo un gran tumulto escolar del Liceo Alemán y del Murialdo.

Quizás sea hora de volver a mi casa y ordenar este embrollo de apuntes de mi libreta. Digo “quizás” dado que se me hace difícil salir de las fronteras de esta Chimba del siglo 21.

Lavin, Carlos (Primera edición 1946 / Última edición 2015) “La Chimba. Del viejo Santiago”. Noche Unánime Editores. Santiago de Chile.