Por Aníbal Ricci
La tesis de esta película es simple: nuestra humanidad se expresa a través de los sentidos.
Esta cinta está muy bien filmada, con parlamentos brillantes, y por lo mismo, no puede durar eternamente, como nuestras vidas, algo así como 88 minutos.
El primer sentido que va perdiendo la humanidad, en forma de epidemia, es el olfato, quizás el más visceral, voluble y primitivo, que hombres y mujeres extravían luego de experimentar una profunda pena, una activación que lleva los recuerdos al presente y hace colapsar las mentes. La vida sin olfato continúa con sabores más picantes, salados y dulces.
Los artistas callejeros recurren a la música para rememorar olores alojados en cada cerebro.
Empieza un romance fugaz entre un chef (Michael) y una epidemióloga (Susan), seres que apenas comparten los mismos intereses.
El mundo se divide: la enfermedad es un ataque al mundo libre y, en otras latitudes, un castigo de Dios.
El segundo estrés es el pánico (el primero fue la pena), “no quiero morir solo”, que da paso a un hambre incontenible y la subsecuente pérdida del gusto. “El olfato y el gusto son sentidos químicos”, dice Susan para tranquilizar a Michael. Hacen el amor y se disfrutan como nunca antes hubieran imaginado.
La alimentación se simplifica… ahora debe ser crujiente y de colores; pero la vida continúa y la gente hace lo mismo que antes (trabajar) de la mejor manera posible.
El romance se fortalece con menos sentidos y la pareja protagónica disfruta de un baño de tina, mientras comen espuma de afeitar y jabón.
El tercer sentido que pierden es el oído, luego de episodios de ira-furia-odio que descargan sobre cualquiera que tengan enfrente. Ahora no pierden la audición al unísono: primero Michael; Susan lo deja solo como forma de prevenir la enfermedad: ya no son seres iguales. Ella se ampara en que resultó herida al oír “maldita mujer infértil”, en cambio, él se refugia en la enfermedad. Todo es adaptación al cambio, uno del tipo degenerativo. Michael queda aislado en su casa, viendo instrucciones por la televisión, mientras otros con trajes herméticos se encargan de alimentarlo, simplemente con pastas.
Susan también quedará muda y la reflexión de su hermana es notable: “quieres ir a arrojar piedras”. La gente se divide en dos bandos: los que destruyen porque sólo creen en el fin del mundo y, por otro lado, aquellos que hacen su trabajo, lo mejor que pueden, para que el mundo funcione.
El cuarto estrés son brevísimos instantes de emoción, de apreciar la vida y sus momentos luminosos. Sólo hay comprensión, perdón y amor… un sentimiento de querer compartir con el otro. Michael va en busca de Susan y ella escoge otro camino, no se escuchan, aunque finalmente el instinto los reúne, frente a frente, antes de perder la visión y fundirse en un abrazo.
Ahora está oscuro y los amantes saben lo que deben saber.
Todo es sabiduría y amor. ¿Será acaso tiempo de morir?
Ficha Técnica
Título original Perfect Sense
Año 2011
Duración 88 min.
País Reino Unido
Dirección David Mackenzie
Guion Kim Fupz Aakeson
Música Max Richter
Fotografía Giles Nuttgens
Reparto Ewan McGregor, Eva Green, Connie Nielsen, Ewen Bremner, Stephen Dillane, Denis Lawson,
Anamaria Marinca