UN NUEVO ANIVERSARIO

Por Carlos Romeo

El reciente 2 de enero, en La Habana contemplaba durante el enorme desfile la tribuna que presidia el acto y me di cuenta de que de los expedicionarios del yate Granma quedaban únicamente dos de los dirigentes históricos, Raul Castro y Ramiro Valdés, el ahora Presidente de Cuba y el Comandante de la Revolución que fue el segundo del Che y hoy Vicepresidente. Estaba también al lado de ellos Guillermo García, otro de los Comandantes de la Revolución, aunque no vino con ellos en el Granma, pero si fue el primer campesino que se integró a la guerrilla de Fidel Castro. Y desde luego, si bien ya no físicamente, la presencia de Fidel por todas partes.

Han pasado 58 años desde el 1 de enero de 1959 y todavía la Revolución Cubana existe, más de medio siglo. Para quien recuerda las concentraciones y desfiles llevados a cabo durante todos esos años nada había cambiado, salvo los cubanos que desfilaron ayer, de los cuales 70 % nació durante el proceso revolucionario y que fueron relevando paulatinamente a sus progenitores fallecidos.

¿Sera verdad que nada ha cambiado? Muchos fuera de Cuba no lo creen y piensan que estas manifestaciones populares son ahora protagonizadas por ciudadanos cansados, sin entusiasmo vital, que acuden solo por costumbre y compulsión. Que el regimen es fuerte, pero por fuera, por su costra superficial, pero que en su interior está ya en franca descomposición.

Una respuesta cínica seria decir que quienes han aguantado durante 58 años pueden seguir aguantando muchos años más. Repuesta no tan cínica porque efectivamente 58 años de resistencia en contra del imperio norteamericano y de las consecuencias de errores cometidos -porque errar es humano- inclusive para los dirigentes políticos e incluidos en ellos a los revolucionarios, hace a un pueblo más fuerte, más resistente y realizado, no solamente por los logros materiales sino que también por haber logrado crear a pesar de todo un nuevo humanismo que no se mide por indicadores estadísticos como el producto Interno bruto u otros índices macroeconómicos. Es la cultura de la convivencia entre iguales, todos dignos, unos con más cosas que otros, pero no hasta el punto de que, como en otras partes del mundo, considerándose jurídicamente ciudadanos con los mismos derechos políticos, viven en mundos totalmente separados sin mezclarse los que sí tienen, y mucho, con los que tienen poco.

¿Valió la pena hacer una revolución en Cuba? ¿Si no hubiera ocurrido como seria hoy Cuba y el mundo? Porque, aunque se trata de la historia de un pequeño país de 110.000 kilómetros cuadrados que inicio ese proceso con 6 millones de habitantes y rebasa hoy apenas los 11 millones, el mundo sería diferente si no hubiera ocurrido. Difícilmente Angola seria lo que es hoy en día y Namibia un país independiente, como también es licito cuestionarse si el apartheid habría sido abolido en Sudáfrica sin que los racistas de ese país hubieran sido derrotados por las tropas cubanas en Cuito Cuanavale en 1988. Tampoco Hugo Chávez habría recibido el apoyo de unos 15.000 médicos y personal de la salud cubanos en el 2003 para ayudar al proceso revolucionario venezolano a reponerse del golpe de estado y luego del golpe petrolero experimentados en el 2002. Ni existiría la Operación Milagro gracias a la cual ya más de 3 millones de latinoamericanos han recuperado gratuitamente la vista.

¿Y cómo sería Cuba hoy en día? La Habana tendría probablemente el aspecto de la ciudad de Panamá, paraíso fiscal con sus decenas de fastuosas torres financiadas por recursos de cuestionable procedencia para decirlo con suavidad, y tendría buena parte de los casinos construidos y operados por la mafia norteamericana que hoy están en Las Vegas. Y seguiría existiendo un abismo entre la opulenta Habana y el resto de Cuba dividida en grandes latifundios con los campesinos sin tierra viviendo en sus orillas. Si en 1958 había más de un 20% de desempleo en Cuba, ¿a cuánto ascendería ahora? ¿Y se habría corregido el enorme déficit de escuelas con su 22% de analfabetismo en aquella época, o el de servicios médicos gratuitos? Habría multipartidismo y elecciones “libres” que lograrían mantener el dominio político siempre de los mismos, que nada decidirían sin antes consultar al embajador norteamericano en Cuba. Y las tiendas tendrían todo lo que a uno se le puede ocurrir comprar, claro está que sometido a la restricción de disponer de dinero para ello.

Creo que la respuesta a estas consideraciones la dieron ayer los cubanos en la Plaza de la Revolución: porque les dió la gana de hacer la Revolución y porque les da la gana de seguir haciéndola, porque sin ellos, los cubanos, no habría Revolución Cubana.

La Habana, enero del 2017