HISTORIAS DE UN METRO 3

Al subir al carro no obstruyas el ingreso de otros

La línea cinco del Tren Metropolitano de Santiago es quizás la mayor construcción urbana de esta ciudad además de ser un punto de transferencia y viaje, sea hacia el oriente o el sur de la ciudad. Comercio, Biblioteca, espacios con internet libre, trenes que provienen de La Florida, de Tobalaba, de Estación Central, de Maipú y del Museo de Bellas Artes, trenes saturados comprimiendo cuerpos que logran ocupar un espacio donde poder instalarse con la sola individualidad de leer lo que comunica el teléfono móvil, los primeros que suben al carro buscan con la vista un asiento, los siguientes un espacio donde apoyar la espalda, los siguientes poder asirse de un tubo que permita el equilibrio.

Estos apuntes los escribo en un carro del Tren Metropolitano atiborrado de seres humanos que abogan solo por un par de pasos sin chocar con una espalda o, por fin, salir del carro y caminar hacia la calle sin que le atropellen, me dirijo a la comuna de Puente Alto, el tren se balancea, gira sobre si mismo y nos vuelve al punto de origen, estoy en el primer carro y se puede observar desde mi asiento el Cerro La Ballena, ubicado en el sector oriente de la comuna Puente Alto, es un cerro pequeño, abandonado de la Cordillera de Los Andes, espacio ancestral de ceremoniales de los pueblos originarios y luego incas, la cumbre es un espacio sacro, lo observo, desde la ventana logro ver su cumbre saturada de antenas de telefonía, entonces una guitarra blusera me saca de la observación de villas y autos, esto, querido público, es una variante del blues, yo le llamo improvichan blu, o sea, blue improvisado, era una guitarra, una armónica y su pie derecho marcando el ritmo, cierta dulzura invadió el carro y este artista comenzó a describir los que éramos pasajeros anónimos, el improvichan blu comienza con un obrero cansado, casi dormido pero que logra despertarlo y arrancarle una sonrisa, luego una sesentera mujer que bajó en Estación Sotero del Río, lugar de hospitales, de dolores, muerte y desprecios, pero la música continuaba, se hace liviana, flota por sobre nuestras cabezas, se desnuda de silencio y pareciera que los pasajeros de este carro, de mi carro, íbamos desnudos tarareando y golpeando con el pié, entonces el blusero se acerca a un niño, esta es para ti, le dice y comienza un juego donde el premio se lo lleva el que queda “congelado” más tiempo, entonces el improvichan blu se transforma en una educador de párvulo, un tío del jardín, pienso en los profesores de Chile que están en paro por casi un mes, pienso en la vejez que no existe, en mi compañero de asiento, en las antenas en la cumbre del Cerro La Ballena, en los seres humanos que bailaron en el cerro Mercacha, en Los Andes convocando los espíritus que descansan bajo tierra después de cientos de años caminando para llegar, como el tren, al mismísimo punto de inicio del viaje.

Cristian Cottet