A las élites dominantes, aquellas que expresan la voz de los poderosos, le molestan los debates de la Convención Constitucional y les incomoda la mayor democratización de las decisiones que en esa instancia se produce.
Las élites y el gran empresariado, están acostumbrados a dictaminar las leyes y les molesta que se les dispute la mirada de país.
Ello explica el enorme despliegue que por estos días realizan con la finalidad de defender sus privilegios. Anuncian que rechazaran la propuesta de Nueva Constitución, entretanto y siembran dudas, desinforman y esparcen mentiras si es necesario.
Un dirigente empresarial en un encuentro que reúne a gremios, entre ellos los camioneros alarma: «está en juego el modelo que nos ha permitido el crecimiento» denuncia y llama a estar alineados con un discurso y a una «postura común frente al plebiscito de salida”. Una empresa de salud (isapre) utilizó la base de datos de sus afiliados para cuestionar las normas que se aprueban en la Convención en materia de salud. Los llamados amarillos hacen una presentación en la reunión gremial. Ricardo Lagos expresa su incertidumbre. Los senadores defienden corporativamente la oligárquica institución del Senado. Y ahora último llaman a paros. Vivimos un momento de “desmesura” exclaman todos. Son los mismos que no vieron venir el malestar, los que privatizaron, entre otros, el agua, la salud y la educación. Durante años administraron el modelo que les permitió enriquecerse al 1% mientras los pueblos sufrían desigualdades, abusos, colusiones y discriminaciones.
No cabe duda. Los poderosos y quienes los representan son refractarios a todo lo que huela a cambio o transformación por mínima que sea y pontifican desde sus amplias tribunas acerca de la moderación. Quieren que todo siga lo más parecido a la Constitución del 80 cualesquiera sea la firma que tenga. Amenazan con las penas del infierno. Desatan una curiosa combinación de desinformación y mentiras tendiente a generar malestar, inquietud, desesperanza, confusión y frustración.
Los poderosos ven refundaciones donde no las hay e intencionadamente olvidan las masivas y extensas movilizaciones sociales, la rebelión social y popular que hizo posible el proceso en curso. Hoy esos poderosos poco creíbles se preparan para resistir y rechazar.
Ojalá el pueblo y los pueblos tuvieran más fuerzas organizadas para empujar las transformaciones profundas y radicales para alcanzar la vida digna que se merecen