DUNA

Comentario Aníbal Ricci


Duna, 2021, dirigida por Denis Villeneune

Paul Atreides, el protagonista del libro homónimo (Dune, 1965) de Frank Herbert en que se basó este filme, representa al arquetipo del héroe homérico que debe sortear obstáculos a través de un rito de iniciación para dar cauce a su destino mientras va profundizando en su aprendizaje. Sus enseñanzas provienen de la orden místico-religiosa de las Bene Gesserit, hermandad de adiestramiento mental y físico, integrada por mujeres, que opera en las sombras y controla el poder político entre el Imperio y las distintas Casas. Su sacerdotisa es la Reverenda Madre, una especie de papisa que opera como la Portadora de la Verdad tanto para el emperador como para la orden de las Bene Gesserit.

Nos situamos en el año 10191 y el director nos presenta a los personajes. Un primer diálogo entre el hijo (Paul) y la madre (Lady Jessica) de la Casa Atreides, da cuenta de la disciplina mental (La Voz), además de unos sueños premonitorios hipotéticos del joven, verdaderos flash-forwards que van hilvanando la historia durante el visionado.

Lady Jessica es una sierva de la orden religiosa y debe llevar a su hijo ante la Reverenda Madre para que lo someta a una primera prueba.

Los personajes femeninos son muy importantes en el entramado de Herbert y el director entrega los mejores parlamentos primero a Lady Jessica, luego a la Reverenda Madre.

«El miedo es el asesino de la mente… la pequeña muerte que trae la obliteración», reza Jessica mientras entrevistan a su hijo, la idea es que Paul debe resistir el miedo e integrarlo a su experiencia, debe dejarlo fluir dentro de él. La novela es más densa que la película, por lo que su visionado se disfruta mejor habiendo leído primero el libro. En todo caso, la imagen solemne de Villeneuve aleja esas frases de texto de autoayuda (La Voz recuerda a La Fuerza de Star Wars) y alcanza a darle una profundidad que se condensará conforme avance el metraje y el sustrato se interne hacia lo filosófico.

Esta primera parte del libro Dune entremezcla diálogos surgidos al interior de las puertas de las distintas fortalezas con otras acciones de exteriores donde se multiplican las máquinas y naves espaciales. Por un lado, la fuerza de la intimidad y la intuición, y por otro, una megalomanía de imágenes donde se ejecutan los distintos planes de las fuerzas antagónicas. En la primera hora abundan los encuentros de duplas entre Paul y sus contrapartes (la madre, la sacerdotisa, el padre, el piloto de nave, el maestro de armas…), pero salvo los diálogos con féminas, los intercambios con hombres son fugaces (los actores son retratados en simples cameos) y lo que pretendía esbozar arquetipos, lamentablemente se queda en estereotipos sin ninguna profundidad. Es cierto que la novela es compleja, pero muchas veces vemos que imágenes grandiosas subdimensionan a algunos personajes y la música de Hans Zimmer, carente de matices, no ayuda en nada con los contrapuntos.

En la introducción, Denis Villeneuve explica la división de poderes (Imperio y Castas) e insinúa la proclamación del emperador en la que ha privado a los Harkonnen de la explotación de la especia (Melange) en el lejano planeta de Arrakis. Para el espectador es bastante fácil deducir por qué Frank Herbert situó la acción en un mundo desértico y que por paralelismos la Melange es como el petróleo para los países árabes del Golfo Pérsico. Controlaban el mundo por la década del sesenta (década en que surge la OPEP) y Herbert, en un vuelco hacia el futuro, define la especia como un químico psicoactivo que es el combustible para viajar en el tiempo y el espacio. La dota a su vez de beneficios geriátricos y de salud, que además permite ampliar las capacidades mentales. Es la sustancia más codiciada del universo, tal como lo fue el petróleo para el desarrollo industrial en la Tierra.

Los Harkonnen han explotado la especia por ochenta años y ahora el emperador ha encomendado a la Casa Atreides el control del planeta Arrakis. Los nombres para designar a las personas, en particular a los profetas de las supersticiones que han implantado por siglos las Bene Gesserit, están expresados en lenguaje árabe, pero en el mundo de los Fremen (nativos de Arrakis) lo femenino alcanza un lugar privilegiado y en ningún caso la religión subyuga a las mujeres. Chani se le aparece en sueños a Paul y comparten una visión del futuro hipotético. En esta primera parte, este personaje femenino es el único que no está delineado: aparece en breves flash-forwards (secuencias que semejan la publicidad de algún perfume) y sólo al final la sitúan en tiempo presente y el espectador intuye que será una protagonista de la segunda parte que todavía no ha sido filmada.

Hay un elemento interesante que hace oportuna la aparición de una nueva versión de Dune. Recordemos que David Lynch dirigió en 1984 una poco lograda cinta que abarca todo el libro, donde las distintas secuencias mezclan segmentos indiferenciables y los eventos se suceden en un torpe montaje a saltos que no distingue clímax de ninguna especie. La cinta de Lynch fue rodada con posterioridad a Star Wars y los elementos de novedad nunca aparecieron al emular muchas escenas reproducidas por George Lucas, que se inspiró evidentemente en los libros de Herbert.

Ese elemento central es el discurso ecológico. Quizás en 1965 (publicación del libro) y en 1984 (película de Lynch) el tema del cambio climático estaba en pañales y hubieron de transcurrir varias décadas para que el calentamiento global y el abuso de combustibles fósiles fuera evidente para todos los habitantes del orbe, por lo que actualizar técnicamente la visión de Herbert (mediante efectos especiales a la altura) cobra mucho sentido en la recreación de un mundo (planeta Arrakis) donde el agua es escasa y está en juego la supervivencia de sus habitantes. La Melange no es lo mismo que el petróleo, es una sustancia benéfica para la humanidad como hoy en día serían las energías renovables o el hidrógeno verde.

El personaje femenino central es la madre de Paul. Lady Jessica se roba gran parte de las escenas en una lograda interpretación de la actriz sueca Rebecca Ferguson. Otro personaje interesante es el de la doctora Kynes, jueza de cambio del emperador y también ecóloga. Pero el personaje femenino omnipresente es la Reverenda Madre, no sólo cuando aparece en escena, sino también cuando su voz en off va explicando las potencialidades de los sueños del joven Atreides y presagiando la conversión de Paul en Kwisatz Haderach, el ascendido que será el puente entre el espacio y el tiempo.

La novela de Herbert no es ciencia ficción propiamente tal, es más bien literatura fantástica con tintes espirituales. Jamis, el hombre del sueño sobre el futuro hipotético que guía a Paul y su madre a través del desierto (el mundo de los gusanos gigantes) remite palabras de sabiduría que liga el pensamiento existencialista del danés Soren Kierkegaard con otras palabras aportadas por Herbert. «El misterio de la vida no es un problema a resolver, sino una realidad que experimentar», mezcla la idea de existencia como el flujo de la experiencia con la noción de flotar en dicho proceso y vencer los miedos. «La vida sólo puede ser comprendida hacia atrás, pero únicamente puede ser vivida hacia adelante», es otra frase de Kierkegaard que nos hace sentido para interpretar los sueños de Paul Atreides.

Esta primera parte filmada por el canadiense Denis Villeneuve constituye una muy buena adaptación de un libro que muchos críticos pensaban sería irrealizable. Aporta una visión distinta, de mayor contenido estético y temático que las primeras películas de la saga Star Wars. Esta última incursiona más en la ciencia ficción y los viajes espaciales, en cambio, Dune muestra el recorrido del héroe a través de un mundo fantástico que hace replantear al ser humano el camino hacia su preservación.

La visión del director enfatiza el ideario ecológico y en cierta forma relega el mundo del comercio hacia un enfoque más sustentable.