DESOBEDIENCIA COLECTIVA Y ESTADO DE EMERGENCIA

El gobierno decretó el Estado de Emergencia y vehículos militares se desplazan por las calles de Santiago. Todo acto masivo fue suspendido o requiere autorización expresa para su realización.

Santiago vivió una jornada de descontento social masivo.

Previamente las autoridades calificaron a las acciones colectivas de evasión del pasaje como acciones violentas y vandálicas. El presidente Piñera y sus ministros caricaturizaron la molestia popular y amenazaron con aplicar la ley de Seguridad del Estado. “Levantarse más temprano para pagar una menor tarifa”, “cuando se sube el pan nadie protesta”, “a los estudiantes no el subió el pasaje” fueron parte de esa caricatura que desconoce las realidades más profundas de la población

Pero las mismas acciones colectivas de evasión del pasaje fueron vistas desde el campo popular como acciones esperanzadoras. La voz que se escuchaba en las calles y en redes sociales se unieron a otras voces y descontentos y se desató la desobediencia colectiva. En las calles, en los barrios, en el mundo popular crecieron las expresiones de apoyo y celebración. Cada vez fueron menos los que desaprobaron.

Eso explica la jornada intensa del viernes 18 de octubre.

Más allá de los acontecimientos y las consecuencias de las manifestaciones de los días previos, lo cierto es que el impacto que tuvo en el espacio político y social adquirió dimensiones inesperadas. Las dinámicas de desobediencia civil a las elites dominantes les han incomodado siempre. Por el contrario, en parte importante de la ciudadanía encontró y encuentra legitimidad.

Las manifestaciones tienen un trasfondo que no se puede obviar. La ciudadanía se opone al alza de los pasajes, en tanto las autoridades las consideran necesarias y legales. El campo popular lo expresó con claridad: es injusto.

Las autoridades no comprenden la situación en su dimensión profunda. Es un proceso largo que trae tras de sí mucho cansancio y hastío. El enojo y el malestar es por las injusticias que se suman una tras otras. Los abusos, desigualdades, pensiones míseras, alzas de los servicios, salud y viviendas insuficientes y un largo etcétera. El gobierno asume una respuesta centrada en la represión, acusando de vandalismo y desplegando la fuerza policial hasta decretar el estado de Emergencia y recurriendo al despliegue militar.

El gobierno en su soberbia y aislamiento elitista es incapaz de descubrir el hartazgo, la rabia y la indignación de una población cansada de la desigualdad. Es la hora de que se escuche la voz popular. En lo inmediato hay que revertir el alza de los pasajes.

La población, los sectores populares se cansaron. Y en sus luchas actuales reviven sus luchas del pasado, las formas organizativas, las experiencias y sus derrotas. Las movilizaciones no se detendrán.

La historia continúa.

Raúl Flores Castillo