Por Max Oñate Brandstetter*
“Esto es un portonazo a la democracia”
Luís Palacios
En esta coyuntura electoral se anunciaron debates, pero no los hubo, solo existió una ronda de exposiciones, pautas de preguntas generales, pero jamás un intercambio de ideas y palabras permanente entre los candidatos (lo que constituye verdaderamente un debate).
De las tres primeras mayorías en la elección presidencial, los programas no siempre fueron el tema principal, lo que indica que la votación no se realizó por contenidos, sino por expresiones lingüísticas y esperanzas a largo plazo del “proyecto país”.
En las elecciones presidenciales del año 2013, votó un total de 6.699.011 en primera vuelta, y 5.697.751 en segunda vuelta. Si analizamos la historia de las segundas vueltas en Chile, hasta ahora, siempre es más baja la participación electoral en la última instancia.
Esta campaña estuvo marcada por la híper publicitación del llamado a sumarse al proceso electoral desde todos los bandos políticos y desde los medios oficiales del gobierno (central y local), generando un total de 6.699.627 de sufragios como resultado, apenas 616 votos de diferencia en relación a las elecciones anteriores, que además tenemos que tomar en cuenta la tendencia a restarse de sufragar en segunda vuelta, de una buena parte de la ciudadanía que vota.
Otro factor de la publicidad, generado principalmente por la atomización de la propuesta electoral de la centro-izquierda, daba un resultado significativamente superior al candidato oficial de la derecha, que quedó por debajo de las expectativas generadas por las encuestas: a este fenómeno lo denominé como “síndrome Hillary Clinton” en mi artículo anterior.
En torno a lo que viene en esta fase final de las elecciones consiste en la estrategia de recaudación de votos por parte de los dos candidatos.
En el caso de Guillier, debe apuntar a la negociación política de cooperación contra la derecha, como base fundamental los votos del Frente Amplio (que dicho sea de paso, junto a los votos de Enríquez-Ominami superarían a los de Guillier, entonces Beatriz Sánchez sería la finalista en esta oportunidad) que quizás supondrá la incorporación de los ministros de cartera (economía, deportes, etc. Que no son electos por el mecanismo del sufragio universal) de esa colectividad, que sumando los votos de las otras cuatro candidaturas, obtienen virtualmente el triunfo contra el candidato de derecha.
Ese es el escenario más probable, pero el costo del apoyo electoral para el Frente Amplio es su muerte como cuerpo político, aunque tengo la sospecha que los 20 diputados con los que cuenta la coalición (más un senador) son de los partidos más grandes de la misma y que sin duda no son la fuerza disidente que se marchará del Frente Amplio, aunque se traducirá que un número menor de votos obtenidos por Sánchez no irá en la papeleta de Guillier, pero tampoco ubicados en la candidatura de la derecha.
Piñera por su parte debe absorber los votos de Kast, candidato marginado de la derecha oficial, pero ideológicamente ubicado en la “familia militar”, los valores religiosos conservadores y contrario a todo tipo de reivindicación y transformación política y social progresista.
La sumatoria de aquellos votos son insuficientes para acercar a Piñera a un virtual triunfo electoral, por lo que el candidato debe salir a capturar además el voto de “los indecisos”, pero el grupo humano de los “posibles votantes” alejan la posibilidad de la victoria, dado que existe una tendencia del comportamiento electoral a restarse en esos episodios conclusivos del ejecutivo.
Las pruebas en este sentido son concluyentes: Piñera, sufriendo el síndrome Clinton no ganará las elecciones, salvo que Guillier no recapture la voluntad electoral de la centro-izquierda y que Piñera si lo haga (proeza que hoy parece totalmente imposible) la desarticulación, producto de la muerte orgánica del Frente Amplio y una democracia validada nominalmente a duras penas por un poco más de 500 votos, pero con un sistema electoral totalmente diferente y con una cantidad exagerada de candidatos, por lo que la participación electoral en su baja obedece a otro tipo de condiciones ajenas a los mecanismos de elección.
En la elección de diputados, con un sistema proporcional, parecía indicar que la derecha obtendría un tercio de los escaños, sin embargo, obtuvo casi la mitad; aunque esta es materia de análisis en torno a la sobrerrepresentación local y a los arrastrados, producto de los votos por lista. Al parecer, el cambio electoral fue realizado por los votos de sectores de la derecha, que al redistritar un nuevo mapa electoral, obtendrían la ventaja usando el arma de la sobrerrepresentación, aunque para afirmar ello se necesitan los datos totales y la adecuada identificación geográfica de ello.
La novedad política está marcada por la irrupción del Frente Amplio, que a pesar de ser derrotados en las elecciones por el ejecutivo (aunque con una distancia considerablemente mínima) obtuvo 20 diputados y sin tener un programa, sin tener un caudillo-líder, sino que compuestos por voceros y políticos recién formados por el periodo anterior (Jackson y Boric), pero con un acercamiento generacional que imprimió en la frente del votante “no votes por los mismos viejos de siempre, sangre joven al parlamento”, sin duda la publicidad televisiva jugó un rol decisivo en la instalación de ésta política “juvenil”.
Con Guillier como presidente, teniendo muchos diputados en su favor (aunque nominalmente menos de la mitad) teniendo que pactar durante la segunda vuelta y luego al constituir gobierno ¿Cómo marchará el desarrollo legislativo? ¿La derecha como oposición mayoritaria entrará en un plan de huelga legislativa? ¿Ese componente generará movilización callejera de la sociedad civil? Estas preguntas no pueden ser respondidas hoy, pero sirven para seguir el comportamiento de los nuevos actores políticos instalados en el Chile de hoy, en un contexto arquitectónico muy diferente a las elecciones anteriores, solo comparable con las de 1973.
*El autor es Cientista Político, licenciado de la Universidad Academia Humanismo Cristiano.