CUBA: LO QUE VENDRÁ

El General de Ejército Raúl Castro Ruz (C primer plano), Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba, junto a Miguel Díaz-Canel Bermúdez (C der.), primer vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros; José Ramón Machado Ventura (segundo de la der.), Segundo Secretario del Comité Central del Partido del Partido Comunista de Cuba (PCC) y vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros; y el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez (D), durante la segunda sesión extraordinaria de la VIII Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP), efectuada en el Palacio de Convenciones, en la Habana, el 1 de junio de 2017. ACN FOTO/Marcelino VÁZQUEZ HERNÁNDEZ/sdl

Hace ya muchos años atrás en el corazón de la polémica entre los pensadores marxistas chinos y soviéticos estaba la problemática de si “el uno se divide en dos o dos se convierten en uno”. Esta exquisita problemática de la dialéctica marxista ocultaba la cuestión de si existe o no un liderazgo incontrovertible toda vez que si dos se convierten en uno hay únicamente una sola expresión del liderazgo. En cambio si el uno se convierte en dos, ese liderazgo único, valga la redundancia, ya no existe.

En aquellos años de la década de los sesenta del pasado siglo, de lo que se trataba era de si la línea política del comunismo internacional tenía un solo centro de difusión, la Unión Soviética, como había sido hasta el triunfo de la Revolución China en 1949, o precisamente a raíz de este hecho ahora habían dos centros desde los cuales emanaban ideas discrepantes al respecto. En efecto, lo que había sucedido era que ante la problemática de hacer la revolución a escala internacional, esa causa había sido hasta entonces exclusiva del único poder revolucionario marxista existente como lo fue la URSS, pero ahora con la existencia y la trascendencia de la República Popular China, era también de su responsabilidad y entendida además a su manera.

El uno se convierte en dos y eventualmente en más de dos, cuando desaparece el liderazgo único como fenómeno histórico objetivo e incontrovertible. Y esa es la cuestión concreta e inevitable que se manifestará por primera vez en el proceso revolucionario cubano cuando se retire por voluntad propia y producto de la edad, el General de Ejército Raúl Castro de la Presidencia de Cuba y de la jefatura de su Gobierno, continuador indiscutido del liderazgo que compartió en su calidad de segundo al mando de su hermano, el Comandante en Jefe Fidel Castro, quien concibió y dirigió la Revolución Cubana desde sus inicios allá por el años 1952 hasta el presente, nada menos que 66 años, dos tercios de un siglo. Eso es un hecho y de nada vale especular sobre si pudo haber sido de otra manera.

Raúl Castro no es únicamente un personaje en sí mismo sino que es, además, la expresión del conjunto de los revolucionarios que conformaron el Ejército Rebelde, tanto de los guerrilleros como de los combatientes de la clandestinidad y de sus continuadores, algunos de cuyos integrantes han sobrevivido hasta ahora pero que inevitablemente el tiempo implacable también los obliga al retiro, para pasar a la perpetuidad como personajes de la mitología de la Revolución Cubana.

Han sido décadas durante los cuales Fidel y después Raúl han expresado sus orientaciones, como se dice en Cuba, ante todo el pueblo de Cuba primero y después también ante sus representantes en la Asamblea Nacional del Poder Popular, órgano supremo del gobierno de la Cuba socialista, y en el Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Pero eso se va a acabar y por consiguiente en vez de recibir orientaciones de un líder indiscutido los diputados y los militantes comunistas deberán ahora proponer las suyas a la consideración de sus correligionarios y nada menos que sobre cómo mejorar la eficiencia del socialismo cubano. Pero ya sin el peso del liderazgo indiscutido y aceptado, es de esperar que ante las problemáticas tratadas se expresen opiniones discrepantes y hasta contradictorias que llevaran hasta al momento de la elección para su aprobación o no. Siendo a su vez los diputados representantes de quienes los eligieron, del pueblo cubano, los medios de prensa deberán informar de las propuestas discrepantes para conocimiento popular y su discusión, lo que conformara un estado de opinión publica cuya expresión final será la decisión colectiva de la Asamblea. Los comunistas las discutirán en su seno, como lo especifican sus estatutos.

Quizás este futuro panorama político ya haya sido expresado de manera un tanto subliminal durante la reciente condecoración de Héroe del Trabajo concedida a tres veteranos de la lucha en las montañas contra la dictadura batistiana, los Comandantes de la Revolución Ramiro Valdés y Guillermo García y el que también fue Comandante del Ejército Rebelde, el doctor José Ramón Machado Ventura, en el antiguo Capitolio Nacional, nuevo local de la Asamblea Nacional del Poder Popular y a los pies de la estatua que representa a la República de Cuba, símbolos de un pasado ya limpio y superado.

Lo que sí es indiscutible es que se inicia una nueva etapa de la Revolución Cubana.

Carlos Romeo

La Habana, marzo del 2018