CUANDO LOS BUITRES VUELAN SOBRE LAS CABEZAS

La rebeldía que genera el hambre es una respuesta natural y justa. Es la lucidez consciente del Pueblo cansado, el calor que genera la rabia y la estrategia de las poblaciones para sobrevivir al frío. Y no es venganza -aunque debiera- volver a la calle y exigir la merecida dignidad.


Por Francisca Cottet, Antropóloga.


En este sentido, acuso: se me revuelve la guata escuchar que el gobierno está haciendo un esfuerzo.


Hace años que Chile está haciendo un esfuerzo tremendo por levantarse, comer y dormir. Esfuerzo con fuerza, con kilos en la espalda, intentando hacerse un espacio en el Metro. Esfuerzo para no ser despedidos de un trabajo mal pagado, para atender debidamente al patrón, porque aún existen patrones en el país del esfuerzo. Esfuerzo por sonreír al cliente enfurecido en la caja del banco, esfuerzo por las ocho horas seguidas de la promotora que presenta un producto que no puede comprar con su sueldo.


Esfuerzo por educar a niños que no aprenden porque el hambre los desconcentra. Esfuerzo de fuerza por el arte no valorado, por los libros que alguien escribió algún día esperando ser leídos. Esfuerzo de manejar una micro sin un baño digno. Esfuerzo del campesino que trabaja la tierra ajena para tener un sueldo que pague lo que con sus propias manos cultiva. Y así, tanto…


El pueblo está haciendo un esfuerzo hace años, usando su fuerza para conseguir lo justo para sobrevivir. Y ahora, en estos días, se sobrepone la fuerza sobrehumana para seguir viviendo en vidas amenazadas por una pandemia mal conducida, teñida de oportunismo y mala gestión, con comentarios erráticos e inoportunos para quienes escuchan hablar al señor de la tele decir que están haciendo un esfuerzo, pero sin fuerza. Un esfuerzo que requiere la misma fuerza de los que siempre se esforzaron.


Pero las vidas no se han pausado con la pandemia: el pueblo no ha dejado de trabajar un sólo día. No está en la casa de vacaciones ni viendo películas románticas mientras se toman decisiones sobre las vidas de los que vamos quedando con vida. Porque incluso cuando descansa, el pobre está trabajando.


El pueblo está trabajando por cada uno de los que pasan hambre y frio, trabajando para que les paguen mal como de costumbre. Está trabajando también para que Chile cambie, para que por fin levantemos la dignidad que se encementó en estas ciudades construidas para ricos y habitadas por pobres.


Pero vemos que el señor de la tele dice, con rostro neutro, que el gobierno está haciendo un esfuerzo.


¡El esfuerzo de la sobrevida duele los huesos, señor! Duele la espalda baja de tanto estar de pie, la cabeza por el frio, duele la guata de hambre. Duele la planta del pie por el peso del cuerpo cansado, como duelen también los años del cuerpo agotado cuando la vejez llega empobrecida. Duele la clase media que nunca fue media. Duele el interés del banco para lograr la casa propia, que nunca es tan propia. El esfuerzo de la sobrevida, ¡el esfuerzo que requiere fuerza, duele señor! Duelen los ojos con el frio de la mañana. Duelen las manos y se resquebraja la piel en invierno. Duele el tiempo que se le dedica al trabajo que le genera ganancia al rico y hambre al pobre.


Y así, en medio del esfuerzo, el pueblo incluso se organiza, dedica tiempo y fuerza para resistir. Ollas comunes que no son romanticismo barato, más bien son raciones de alimento básico. Son el reemplazo precario, pero digno, de la mala política que hemos consumido durante años, de la invisibilización de los guetos, el hacinamiento y del narco que violenta las calles de la población. De la inseguridad laboral, la deuda constante, la salud precaria y la olla vacía.


A ese señor del gobierno que se está esforzando tanto, se lo digo con respeto: córrase, hay gente trabajando con miedo a la muerte. Y qué más da, si los buitres nos han rondado las cabezas hace años. Porque sabemos que a los pacos les dan miedo los narcos, pero son los niños quienes tienen que jugar en medio de balas.


Sabemos que las cajas de alimento las paga el pueblo a nombre de los dueños de Chile.


Sabemos que la Iglesia está en silencio y sólo habló cuando se discutió de aborto.


Sabemos que mataron a otro Mapuche. Otro, otro Mapuche…


Sabemos que le temen al empresario, pero al manifestante le sacan los ojos.
Sabemos quienes defienden al violador.


El esfuerzo que requiere y merece el pueblo de Chile no radica en asistencialismos baratos y anacrónicos. No merece siquiera una caja mediocre de alimentos que pagamos nosotros mismos. El esfuerzo que merece el pueblo de Chile ya ni siquiera es visibilizar como antes hubiéramos pensado, pues está ahí, palpable; en los bandejones, plazas cubiertas por cartones que han proliferado hace años, en edificios que se caen del peso de la pobreza, en la señora dividiendo la porción de almuerzo que ya es indivisible.


El esfuerzo que merece el pueblo de Chile requiere de la fuerza necesaria cuando se carga con toda una vida sobre la espalda.