Max Oñate Brandstetter
“Las constituciones que no se basan
en una genuina demanda popular
puede causar más mal que bien”
Antonio Polito
Esta semana se abrió por fin el inicio del proceso constituyente, el cual lleva como enunciado “¿Qué constitución queremos para Chile?”.
En cadena nacional se transmitió la fecha oficial de la transformación constitucional que desarrollará la institucionalidad Chilena el 12 de abril del presente año, anunciándose como un ejercicio ciudadano definitivo, el cual, podría reparar todas las injusticias que tiene nuestra nación, pero ello depende estrictamente de la participación activa de la ciudadanía.
Como ningún cambio ocurre de un día para otro, esto fue anunciado televisivamente como un extenso pero profundo proceso definido en etapas clave:
Primero, recoger las voces de la ciudadanía: esto se desarrollará a nivel local, provincial y regional, pero con temas precisados y dirigidos como la órbita de lo que se pondrá en discusión: “valores y principios, derechos, deberes y responsabilidades; e instituciones del Estado”.
Segundo, esta etapa entregará como resultado, la elaboración de las bases ciudadanas para la constitución, el que recogerá los acuerdos, desacuerdos y acuerdos parciales. Cabe señalar que esta metodología se asemeja bastante a las asambleas comunales, levantadas al calor de las movilizaciones del año 2011.
Y tercero, esto servirá, “incidirá”, para que la Presidenta de la República envíe el proyecto de cambio constitucional pero nada asegurará que lo sustancial será determinante en este cambio constitucional, ni qué y cuáles será no tomadas en cuenta. Este proceso se realizará de abril a agosto del presente año, un mes tardío para la fecha originalmente anunciada.
Todas las personas desde los 14 años pueden participar, incluyendo extranjeros residentes y chilenos que vivan en el extranjero; en el formato que cualquier entidad organizada (desde las junta de vecinos) que “inscriba previamente el encuentro”, pero con 10 días de anticipación y cada persona solo puede participar en un encuentro local, pero el número es de máximo 30 y mínimo 15 personas.
Esta es la información fundamental que aparece en la página que señalé (1). Lo curioso es que solo aparecen abstracciones, pero nada de cómo ordenar arquitectónicamente el Estado (que es finalmente para lo que se forma el proceso de cambio constitucional, que comienza solo discutiendo asuntos morales, pero no materiales) por tanto el sentido del proceso está un poco gatopardo.
Es necesario volver a señalar que el resultado de todo el proceso, formará un documento que “incidirá en la propuesta del cambio constitucional de la presidenta”, otorgando plena autorización y plena autonomía en la decisión política de Bachelet (que será la dueña de que decidir, “interpretando a la voluntad ciudadana lo mejor posible”) por lo que la participación ciudadana resulta irrelevante, o dicho de otro modo, reducida al nivel de un consejero que solo puede hablar pero no decidir, en tanto la autoridad decide por éste, continuando con la tradición democrática de la república de Chile.
Del proceso, a juzgar como están las condiciones generales, solo obedece a obtener una participación numérica en la “democracia”, para lanzar fuegos artificiales que anuncien “el triunfo democrático”, que “estaba desvalidado”, pero que en ese ahora, “contará con un apoyo masivo”, que se ha perdido mediante los movimientos sociales y el desencanto electoral.
¿Qué ocurrirá al final del proceso? ¿Chile desmilitarizará la zona de Arauco? ¿Se pondrán en decisión de los ciudadanos, vía plebiscito, cuando los parlamentarios se suban los sueldos que hasta ahora no consultan a nadie? La tendencia de estos procesos parecen mostrar un NO rotundo y tener razón sobre esto… en definitiva, solo es una mala noticia para la ciudadanía de Chile.