CHILE Y EL PROCESO POLÍTICO ACTUAL

Max Oñate Brandstetter

Las competencias de deporte de contacto, las luchas menos deportivas e incluso las guerras, tienen un factor común: gana quien le imponga su estrategia a la contraparte.

No se trata de que una parte del juego realice los movimientos y el otro repite, permitiendo emular el comportamiento del adversario para “ganar en sus propias reglas”, sino de establecer las condiciones del combate y bajo qué ritmos, condiciones y variables se va a desarrollar, o sea; “que juegue el juego que yo le hago jugar a la contraparte”.

La prensa fija un relato en la coyuntura electoral actual: Dos candidaturas “extremas”, que “deben disputarse el centro político” y atraer nuevos votantes, de los ausentes en primera vuelta. Dicho discurso inicial, eclipsa y oculta que los votos gravitantes y decisivos en esta elección, pertenecen a la candidatura de Parisi, y una vez que fueron conscientes en los noticiarios, Kast inició su viaje a Estados Unidos; en busca de los votos perdidos.

Por otro lado, Boric asume dicho “consejo televisivo”, utilizando un lenguaje más de “centro” en sus declaraciones, necesario tal vez, para darle soporte a una mística en torno a la unidad de centroizquierda, pero si se pretende convocar a “nuevos electores”, no presentes en la primera vuelta, es una estrategia incompatible, por una razón sencilla.

El centro político terminó por descomponerse y al no contar con el suficiente respaldo electoral, quedó fuera de la segunda vuelta, tanto el bloque concertacionista, como el bloque de la derecha, cediendo el puesto a otras candidaturas, no oficiales a las inscripciones partidarias.

En ese contexto, es necesario entender que las “visiones moderadas” de la política, incapaces de seducir a un nuevo campo electoral externo, no convocará mayor participación a favor, al tratarse de fuentes desgastadas, incapaces de mantener la hegemonía electoral para sí, es totalmente incompatible con la idea de acaparar más respaldo electoral.

La derecha ya comenzó a aplicar el plan de conquista de los votos gravitantes, desde el lugar donde se encuentra el líder de dicha agrupación circunstancial, mientras la centroizquierda se mantiene en un plan de recolección de votos, con la idea de amplificar la participación electoral, con los peligros reales que tiene ello para la centroizquierda, manteniendo al mismo tiempo, un relato incompatible con dicha proeza.

La centroizquierda debe volcar su mirada sobre los votos gravitantes y dejar de jugar el juego que imponen los medios de comunicación y el relato de la clase política: aquel que dice que “las instituciones se encuentran desvalorizadas por la ausencia generalizada de votos”, que no se soluciona con la implementación del voto obligatorio de igual modo.

Una última observación: ambas campañas se han colocado como personas determinantes y es aquí, donde la campaña de centroizquierda puede hacer la diferencia: sostener el proceso constituyente por delante de su campaña, para de ese modo convocar al electorado del apruebo.