Por Hugo Fazio
Desde hace algún tiempo al presentar un nuevo libro, que pretende analizar el curso real de la economía, examinamos lo nuevo acontecido en la línea de la publicación realizada entre la fecha en que lo cerramos el día de su lanzamiento. Al finalizar el primer trimestre, cuando pusimos fin a su redacción, destacábamos que el proceso de recesión con crecimiento, iniciado en los últimos tres meses de 2013 y prolongado hasta el momento, se había acentuado y que “podría caer virtualmente en la denominada recesión técnica que se produce cuando la actividad se reduce durante dos trimestres consecutivos. Ello -agregamos- cuando octubre- diciembre de 2016 anotó una reducción de 0,4% con relación al trimestre anterior”. Teníamos presente que el Indicador Mensual de Actividad Económica del Banco Central (IMACEC) de enero en doce meses había anotado un 1,4% y el de febrero, cuando comenzó la larga huelga de Minera Escondida, descendió en 1,3%. Por tanto, el incremento en el bimestre enero-febrero era de apenas 0,05%. Más aún, el crecimiento del IMACEC no minero de febrero crecía en cifras anualizadas apenas en 0,2%, lo cual constataba el propio presidente del Banco Central, Mario Marcel, “refleja la debilidad de otros sectores productivos”, ya no solo de la minería.
Hoy podemos afirmar que efectivamente la economía entró en recesión sin ningún apellido al menos en el lapso trascurrido desde octubre del año pasado, cuando su IMACEC experimentó por primera vez desde 2009 cifras en doce meses negativas, hasta las últimas estimaciones oficiales entregadas que corresponden al pasado mes de abril. La Oficina Nacional de Investigación Económica (ONIE) de EEUU, reconocida como la encargada de definir el ciclo económico norteamericano, define como recesión “un período recurrente de declinación en el producto total, el ingreso, el empleo y el comercio que por lo común dura seis meses a un año y que se caracteriza por contracciones generalizadas, en múltiples sectores de la economía”.
¿Que aconteció en marzo y abril? En el tercer mes del año el IMACEC creció con relación al mismo mes del año anterior en 0,2%. Ello con un día hábil más, que significa por lo menos 0,5 puntos porcentuales. La evolución trimestral fue de 0,1%, nuevamente con una caída muy fuerte del indicador minero (-22,7%) debido a que la huelga de Minera Escondida se prolongó durante buena parte del mes y su producción recién se puso en marcha durante abril. Era el peor registro trimestral desde julio-septiembre de 2009 cuando la economía estaba en recesión. Ahora bien, la serie desestacionalizada del producto disminuyó en 0,2% con relación a octubre-diciembre y en 0,4% en doce meses. En verdad, el índice trimestral no fue negativo porque, como señaló el economista Gonzalo Sanhueza, de Econsult, “se reasignó el gasto (fiscal) del mes para concentrarlo en el primer trimestre que venía malo” (06/05/17). Concretamente en marzo se incrementó en doce meses un inusual 11,9%. Recuérdese que el gasto público incide en la demanda con efecto multiplicador. Sin ello el IMACEC de marzo habría sido abiertamente negativo y, por tanto, también el producto trimestral.
En abril, el crecimiento del IMACEC fue nuevamente de 0,1%. De modo que en el primer cuatrimestre del año se reprodujo ese mismo monto. El IMACEC minero volvió a ser negativo, en un 4%, mucho menos que en los meses anteriores al reanudarse la producción en Minera Escondida, aunque sin alcanzar todavía sus índices normales mensuales. Hubo, eso sí, tres días hábiles menos, lo que llevó a Mario Marcel a señalar que la “temperatura” de la economía no esta tan baja, ya que el efecto de estos días equivale a “1,5% puntos del PIB”. Sin descartar -añadió- que pudiesen todavía darse más adelante otros meses con menor actividad.
Para mayo la Encuesta de Expectativas del Banco Central, que se elabora en base a las estimaciones de 61 académicos, consultores, ejecutivos o asesores de instituciones financieras, proyectó un incremento de 1% y el mismo porcentaje para el segundo trimestre. De ser así el crecimiento semestral sería de 0,55%. Es un escenario no registrado desde fines de la década pasada.
Se pretendió crear la imagen que las cifras de ese bajo crecimiento dadas a conocer eran una consecuencia en lo fundamental del paro en Minera Escondida, que obviamente repercute en otros sectores, como la construcción y el transporte, además de variados impactos regionales. Por ello es conveniente fijarse a la vez en la evolución del IMACEC no minero. En el último trimestre móvil dado a conocer por el INE, correspondiente a febrero-abril, tuvo un crecimiento promedio de únicamente 1%, por debajo del 1,2% y 1,7% de los dos trimestres móviles anteriores. Por ello, como señaló el economista jefe del Banco de Chile, Rodrigo Aravena, “hay variables internas distintas a la minería que están explicando parte importante de la caída en el crecimiento del PIB”.
El Índice de Producción Industrial del INE muestra que, para usar la definición de la ONIE de EEUU, continuaron contracciones generalizadas durante abril en muchos sectores de la economía, más allá del impacto de los efectos de los menos días adicionales de actividad. El índice general (que incorpora la producción manufacturera, la minera y electricidad, gas y agua) descendió 4,2%, con una reducción de la producción manufacturera de 3,57 puntos porcentuales. El índice paralelo de la Sociedad de Fomento Fabril cifró la caída de la producción industrial en 9,5% con relación a abril de 2016. A su turno las ventas industriales descendieron en doce meses siempre de acuerdo a la estadística del organismo empresarial un 6,6%, pero las realizadas hacia el mercado interno lo hicieron en 9,4 puntos porcentuales, constituyendo otra demostración del frenazo experimentado por la demanda interna.
Otro indicador relevante que ha experimentado una contracción es la del trabajo asalariado, cuya relación con el nivel de actividad económica es directa. El Índice Mensual de Ocupación Asalariada del Cenda, que mide la variación mensual del número de cotizantes totales de las AFP y su proporción en la población de 16 años y más experimentó en el mes de enero, una variación negativa de -0,11% con relación a diciembre de 2016. Ella ya había disminuido en el mes de agosto del año pasado para luego estancarse en septiembre, octubre y diciembre, volviendo a contraerse como ya señalamos en enero. Situación que se vuelve a repetir en abril, información que el Imacei-Cenda dará a conocer mañana. El curso negativo de este indicador tiende a darse en los momentos de recesión económica. Por eso, el Imacei-Cenda subrayó esta situación como una señal de recesión.
En el trimestre móvil febrero-abril, el INE anotó una cifra de desempleo de la fuerza de trabajo, que se ha presentado como una resistencia del mercado a tasas mayores de desocupación, que no reflejan el curso cíclico de la economía. “Vamos a pasar este período –declaró en entrevista reciente el ministro de Hacienda Rodrigo Valdés- con un aumento del desempleo muy bajo, muy menor a lo histórico, (…) pero que es bastante respetado dado el bajo crecimiento. ¿Cómo hemos logrado –se preguntó- este desempeño? Con distintas políticas, con subsidios que han aumentado fuertemente, (…) con una contención del aumento de los salarios importante”. La razón es otra, este bajo crecimiento del desempleo es producto de una metodología absolutamente cuestionable.
No se puede sino coincidir con el llamado efectuado días atrás por el economista de la Universidad de Chile Alejandro Alarcón de “sincerar las cifras con otra metodología”. Esa necesidad la hemos planteado por nuestra parte con anterioridad y la reiteramos en el nuevo libro que presentamos. Esta metodología, más aún en etapas de bajo crecimiento económico como el vivido, simplemente no refleja la realidad. Deja de lado la situación de quienes por diversos motivos al momento de la encuesta no están buscando trabajo, que quedan ubicados en la categoría de inactivos y, por tanto, no los considera en el cálculo. Tampoco tiene en cuenta el trabajo parcial de quienes desearían trabajar jornadas más largas, que siguió creciendo exponencialmente en el trimestre móvil último dado a conocer. El empleo entre una hora a la semana, que ya considera a la persona como ocupada, y treinta horas semanales aumentó en un 9% con relación a febrero-abril de 2016.
En Estados Unidos se utilizan varios indicadores de desempleo y la tasa en la forma como se calcula en Chile resulta claramente la menos adecuada para medirla. Se redujo en mayo a 4,3%, según las cifras del Departamento de Trabajo de ese país, su nivel más bajo desde mayo de 2001. Pero, la disminución con relación a las cifras anteriores, se produjo porque del mercado laboral se retiró un número mayor de personas al que se incorporó. Por tanto, creció el número de inactivos. A su turno, la participación laboral, en relación a las personas en condiciones de trabajar se redujo a 62,7%. Si se suma al subempleo a los que no buscan empleo en forma activa y las personas que se ven obligadas a trabajar en forma parcial su total llega a 8,4%.
Cuando una economía crece poco y obviamente con mayor razón cuando experimenta cifras en rojo como las registradas en el país durante los últimos meses las consecuencias sociales negativas son múltiples. Los costos son elevados. De allí que la responsabilidad de un Estado para enfrentar este curso de los acontecimientos es muy grande. Se requieren políticas anticíclicas, como se actuó en el año 2009 cuando se enfrentó la recesión con un fuerte aumento del gasto público utilizando los fondos soberanos que el país tiene en el exterior, generados con los superávits presupuestarios obtenidos en los años de altos precios del cobre. En esta oportunidad ni se han usado y desconcertantemente cuando se discutió el presupuesto de este año se sostuvo por el ministro de Hacienda que debía “protegerse” su componente de libre disponibilidad, el Fondo de Estabilización Económico y Social (FEES). Cuando existen desequilibrios económicos tan marcados se debería utilizarlos dándole sentido a la denominación que se le dio.
En cuanto a la paridad cambiaria el Estado, particularmente el Banco Central, debe recuperar como ha señalado Ricardo Ffrench Davis el “manejo del tipo de cambio”. “Tenemos –puntualizó el Premio Nacional de Ciencias Sociales- un tipo de cambio libre que responde a los humores de los mercados financieros y al precio del cobre. Necesitamos manejar el tipo de cambio –recalcó- de acuerdo a nuestra estructura productiva”. En otras palabras, debe ser un factor de estímulo del sector exportador y de defensa de la producción interna que compite con importaciones. Pero, como ya hemos dicho anteriormente, se deja entregado totalmente al mercado.
Por su parte, la política monetaria del Banco Central tiene en el papel un carácter expansivo, ya que tiene una tasa de interés que por mucho tiempo ha sido incluso negativa en términos reales, como lo es con las cifras dadas a conocer por el INE correspondiente al mes de mayo cuando la inflación en doce meses descendió a 2,6%, en circunstancias que la tasa de política monetaria del Banco Central estaba en 2,5%. Para calcular valores reales, como es sabido, se le resta a la nominal el IPC. En la fase de recesión con crecimiento la tasa de interés de política monetaria ha sido negativa durante más de dos años.
Sin embargo, como demuestra la experiencia interna y externa en momentos de bajo crecimiento la sensibilidad de la actividad económica para reaccionar en correspondencia con el nivel de las tasas de interés es marginal, pesando muchos más factores que actúan en dirección contraria como los desincentivos para invertir si la demanda se sostiene deprimida y los propios anuncios del Banco Central en el IPOM que hablan de una mejoría lejana en el tiempo. Desde luego pesa también negativamente el propio discurso del gran empresariado con perspectivas poco favorables a futuro.
La economía tiene un curso cíclico, en consecuencia, los períodos bajos o recesivos no son eternos. El premio Nobel Joseph Stiglitz, en su último libro afirmó con razón, como citamos en el texto que hoy presentamos, que “la prueba a la que debe someterse una política económica no consiste en si al final hubo una recuperación. (…) todas, o casi todas, las economías se recobran de una crisis. (…) su éxito se juzga por lo profunda y prolongada que es la crisis antes de que comience la recuperación, cuánto sufrimiento produce y cuántas consecuencias negativas genera en el comportamiento económico futuro. El gran triunfo de la economía keynesiana –agregó- es que permitía crisis mucho más breves, y expansiones mucho más largas, que hasta entonces”.
El informe de política monetaria (IPOM) de junio del Banco Central redujo la estimación de crecimiento de la economía en el presente año a un rango de 1,0% a 1,75%, con un promedio en consecuencia ligeramente inferior al 1,4%, considerando el bajo crecimiento en el lapso enero-abril, con relación a los mismos meses del año anterior, de solo 0,1%, estimándose que se retomarían mayores tasas de crecimiento recién a fines de 2017 y “con holguras de capacidad –señaló el informe- que comenzar{n a cerrarse en el curso de 2018”. Ello significaría de acuerdo al informe que durante el próximo año dejarían de aumentar los factores productivos no utilizados y, por tanto, la fase del ciclo en curso de la economía chilena, de recesión con crecimiento, se prolongaría por algo menos de cinco años.
La reducción de crecimiento en el año está muy influida porque la formación bruta de capital fijo (FBCF), es decir la inversión productiva, volverá a ser negativa por cuarto año consecutivo. El IPOM cifró una disminución de 0,9% corrigiendo a la baja su proyección del informe anterior de marzo cuando se había estimado un incremento de solo 0,2%. A la reducción de la inversión minera, que se pronostica se modificaría “gradualmente”, se agregó una “muy débil evolución de la inversión en construcción”, luego que experimentara una expansión por el lapso sin aplicarse el IVA a viviendas que estaban exentas de este gravamen acordado en la reforma tributaria. Desde 2014 la inversión productiva acumula una reducción en los cuatro años de aproximadamente un 7,5%.
El IPOM proyectó un incremento de la formación bruta de capital fijo, es decir de la construcción y la mayor disponibilidad de maquinarias y equipos, en 2018 de 3%. Sin embargo, un gran interrogante sobre el momento de la recuperación de la inversión surge del catastro de la Corporación de Bienes de Capital (CBC) sobre la situación en el primer trimestre del año y su análisis de los proyectos detectados para el próximo quinquenio. Para enero-marzo de 2017, en relación con los mismos meses del año anterior, estableció una reducción de 8% en la inversión pública y privada. La principal causa del descenso reside en la disminución en las inversiones efectuadas en el sector de la energía, el cual después de haber alcanzado un nivel extraordinariamente alto en el trimestre anterior, cercano a los US$1.600 millones se redujo a apenas US$800 millones. Esta disminución significa que dejó de ser el sector que encabezaba el ranking durante siete trimestres, para quedar por debajo de obras públicas y minería. La inversión pública, fruto de la decisión presupuestaria de reducirla, disminuyó en 8,6%, mientras que el minero se mantuvo en mínimos históricos, aproximadamente US$850 millones, continuando así su proceso de desaceleración.
El Informe de Estabilidad Financiera (IEF), presentado por el Banco Central simultáneamente con el IPOM, constató según manifestó su presidente, Mario Marcel, que “los desarrollos observados en el mercado de trabajo se han comenzado a reflejar en el deterioro de los indicadores económicos y financieros de los hogares. (…) el endeudamiento agregado de éstos –añadió- continúa aumentando (…). Igualmente, destacó que “es relevante el deterioro de los indicadores de no pago de hogares y empresas que este IEF muestra. No solo es necesario que el costo del crédito sea bajo -puntualizó Marcel- sino también que hogares y empresas sean capaces de acceder a él, y de cumplir con sus obligaciones financieras”. La deuda total real de los hogares aumentó en 2016 un 0,6%. El endeudamiento que puede ser un factor de crecimiento si se utiliza para consumo o inversión se transforma en un freno cuando la preocupación central pasa a ser reducirlo. Desde luego este incremento del endeudamiento contribuyó a que el deterioro de la actividad económica no fuese aún mayor. Cuando se produce el desapalancamiento, es decir cuando los esfuerzos se dirigen a disminuir el endeudamiento, el efecto económico es el inverso, actúa negativamente sobre los niveles de actividad.
En una economía pequeña y extraordinariamente abierta como la chilena los hechos externos con efectos positivos o negativos tienen un impacto muy grande. Por ello, en nuestro libro en rasgos generales hablamos de las manifestaciones de este curso cíclico en la economía global. La fase del ciclo económico mundial después de la Gran Recesión en la década pasada no se caracterizó, ni mucho menos, por una recuperación rápida, sino como es propio de crisis con origen financiero ella se produjo en niveles bajos por mucho tiempo, claramente hasta fines de 2016. Ya en 2014, el FMI denominó este proceso de “nueva mediocridad”. Este concepto su directora ejecutiva, Christine Lagarde, lo reiteró el año pasado en la última asamblea semestral del organismo internacional, diciendo que el mundo continuaba “atrapado” en la “nueva mediocridad”. Este mismo fenómeno fue denominado también como estancamiento secular. Ello se produjo a pesar de las extremas medidas, especialmente monetarias, utilizadas para intentar revertir este curso del ciclo.
En los acontecimientos registrados a nivel global prestamos en el libro especial atención a la elección de Donald Trump como presidente de EEUU, aunque no obtuvo la mayoría de votos beneficiándose con el particular mecanismo electoral de ese país. A sus formulaciones durante la campaña electoral que dieron forma a lo que se denominó como “trumpeconomics”, así como a los efectos que ella tuvo en los mercados tanto durante el periodo electoral como al ser nominado presidente. Señalamos sus primeras decisiones como tal y las dificultades encontradas para transformarlas en políticas gubernamentales, así como su agresión abierta a México, expresión central en esos meses de sus anuncios con repercusiones directas en América Latina.
La nominación de Trump intensificó fenómenos de inestabilidad política sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial, aunque primero se crearon expectativas favorables en los mercados por sus promesas de aumentar la inversión pública y reducir impuestos. Este efecto posteriormente desapareció porque hasta la fecha no se han producido pasos en esa dirección. Sus formulaciones al respecto han sido guiones de ideas a implementar, sin profundizar en cómo lograrlo.
Particular importancia para Chile tiene lo que acontezca a nivel global en sus principales socios comerciales. El mayor de todos es China, el principal mercado de los productos chilenos. Hechos que acontecen en ese país repercuten debido a ello notoriamente. Por ejemplo, la semana pasada la cotización del cobre subió cuando los inventarios del metal rojo en Singapur y Taiwán descendieron. El mercado lo interpretó como resultado de un aumento del consumo en China, lo cual fue ratificado cuando se anunció que sus importaciones de cobre en mayo aumentaron. Ese movimiento en la cotización repercutió inmediatamente en Chile, incidiendo en varios indicadores.
Queremos finalizar esta intervención destacando dos hechos salientes de las últimas semanas, con fuertes repercusiones globales y, por tanto, también en nuestro país: la crisis política brasileña muy influida por ponerse al desnudo las corruptas relaciones entre poderosas empresas y el poder político, tema central de nuestro libro anterior, “Los mecanismos fraudulentos de hacer fortuna”. Y luego la decisión de Trump de retirar a EEUU del Acuerdo de París y la inmediata reacción interna en el país y a nivel mundial de seguir adelante y profundizar incluso este Acuerdo. Hechos demostrativos de cambios significativos de correlaciones políticas.
En América del Sur, repercute fuertemente el curso de los acontecimientos políticos y económicos de Brasil. En el libro que presentamos, por ello, destacamos su largo proceso recesivo, con elevadas cifras negativas del producto en 2015 y 2016, y los impactos internos y externos de sobornos a personajes de las estructuras de poder y del mundo político. Ya en un texto anterior, Chile en tiempos de Reformas, mostrábamos la dimensión alcanzada por los escándalos de la empresa estatal Petrobras, que comenzó a ponerse al desnudo a partir del descubrimiento en julio de 2013 de una organización destinada al lavado de dinero que actuaba en Brasil y Sao Paulo. En esta oportunidad describimos los procesos de delación compensada a que se sometieron primero en Estados Unidos y luego en Brasil los dueños y altos ejecutivos de la empresa constructora Odebrecht, que creó incluso una estructura dentro de su organigrama para sobornar, dando lugar a lo que se denominó “Delación del fin del mundo”, dada su magnitud y por sobornar a funcionarios de gobierno en tres continentes. En el texto describimos su “arista latinoamericana”, que no se expresó mayormente en Chile, a diferencia de otra constructora OAS, cuyo principal personaje aún negocia las condiciones de su delación compensada, que de producirse y darse a conocer tendría un impacto en el país no menor.
Ahora bien, la continuidad de todas estas investigaciones continuó después de cerrarse nuestro texto, revistiendo una magnitud aún mayor al producirse la delación compensada de los hermanos Batista, controladores de la mayor empresa productora y comercializadora de carne a nivel mundial JBS, que dio lugar al inicio de una investigación a Michel Temer, que asumiese la presidencia después del golpe de estado blanco a Dilma Rousseff. Los Batista ofrecieron hablar de todo, en su acuerdo con fiscalía, dando lugar a la investigación del Supremo Tribunal Federal (STF) incluyendo hechos producidos durante la administración Temer, con la condición que no se les encarcelase.
El fiscal general de Brasil, Rodrigo Janot –autorizado por el STF para iniciar la investigación- afirmó que Temer conformó una estructura con el candidato presidencial en las últimas elecciones Aécio Neves, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), para frenar el avance de la operación Lava Jato, la cual desde hace tres años investiga los sobornos efectuados en el escándalo de la empresa estatal Petrobras (1).
Además, Temer enfrentó en los últimos días un juicio en el Tribunal Supremo Electoral (TSE) por financiamiento ilegal de la fórmula triunfante en la elección presidencial de 2014, que se haberse aprobado habría conducido a su destitución inmediata. Finalmente, el TSE rechazó la condena al cuestionado mandatario por cuatro votos contra tres. Dos de los pronunciamientos en contra de la cesación fueron de integrantes que habían sido designados dos meses antes por el propio Temer. El voto decisivo fue el del presidente del Tribunal, Gilmar Mendes, quien al fundamentarlo lo explicó porque “no se sustituye a un Presidente de la República a toda hora, aunque se quiera”.
Sin duda, la resolución del TSE favoreció a Temer en sus planes de aferrarse a la presidencia hasta que finalice en 2018 el período que resta de la elección de 2014 de Dilma Rousseff. Es claro, los cargos que tiene sobre aspectos pendientes son muchos, empezando porque un tercio de su gobierno está acusado de corrupción y un personero muy cercano a él, como es su exasesor Rodrigo Rocha fue detenido también por corrupción y se especula con que puede acogerse al mecanismo de delación compensada. “Esa escena permanecerá –destacó Sylvio Costa, fundador de Congresso en Foco, organismo que rastrea la corrupción legislativa –la operación Lava Jato (donde Temer puede ser denunciado por el fiscal general de la República), la pérdida de aliados políticos (hasta el PSDB discute si se queda o deja el gobierno), las dificultades en la economía y el desgaste de un presidente impopular, que hoy prácticamente dejó de gobernar y apenas intenta defender su mandato”.
El lado negativo más saliente de estos meses fue el anuncio del retiro de EEUU del Acuerdo de París. Esta decisión condujo al mismo tiempo a un cuadro externo e interno de creciente crítica y aislamiento del gobernante norteamericano. Se trata del segundo mayor emisor de gases de efecto invernadero (GEI). Internacionalmente la decisión no condujo al derrumbe del Acuerdo, sino a una reafirmación del mismo por una gran cantidad de países. Por lo demás, el retiro de Estados Unidos no significa, como pudo ser en otro momento su desahucio. Antes de la decisión de Trump, su texto había sido ratificado por 144 de los 195 países firmantes que sumaban el 83% de las emisiones que se busca revertir. Estados Unidos representa un 17,89% total. El Acuerdo entró en vigor el 4 de noviembre de 2016 cuando las ratificaciones alcanzaron un 55% de las emisiones mundiales. El retiro de la Casa Blanca, por tanto, no conduce a que pierda vigencia.
A los pocos minutos de comunicar Trump su determinación, la Unión Europea hizo público un comunicado conjunto con la Unión Africana de apoyo al Acuerdo de París. Luego, hubo una declaración de Emmanuel Macron, Angela Merkel y el primer ministro italiano Paolo Gentiloni advirtiendo a Trump de que el “acuerdo universal sobre el clima (…) no se puede renegociar”, expresando la determinación de mantenerlo a cualquier precio (03/06/17). Incluso la patronal europea, Bussiness Europe: afirmó que “a pesar de la declaración de EEUU, la marcha atrás en la protección del clima no es una alternativa”.
Internamente también aumentó la oposición abierta al retiro de EEUU del Acuerdo. Los gobernadores de California, Washington y Nueva York anunciaron que promoverían una alianza climática para defender e impulsar su cumplimiento. Los tres estados representan un 10% del total de las emisiones del país. California ya se encuentra empeñada para reducirlas en un 40%, con relación a sus niveles de 1990. Los tres Estados poseen un pacto de reducción de emisiones compuesto por ciudades y otros estados. La nueva situación condujo a que se esfuercen por ir más lejos. Se enfrentan así ahora directamente a la Casa Blanca.
Esta determinación de seguir adelante con políticas de reducción de gases contaminantes y el uso de energías limpias pasó a ser en California un tema central proyectándolo no solo el interior de EEUU sino que con dimensiones globales. California es el Estado más rico y poblado de EEUU y posee una regulación muy estricta para enfrentar el cambio climático. Ya antes de suscribirse en 2015 el Acuerdo de París había implementado una acción, la Under Coalition, destinada a que administraciones de diferentes países se comprometan, al igual que California, a llegar a tener un 80% menos de emisiones en 2050 que las registradas en 1990. La iniciativa al momento del anuncio de Trump contaba con la firma de 170 jurisdicciones de todo el mundo, que según el gobierno californiano representan a 1.180 millones de personas y a un 37% de la economía mundial.
Jerry Brown, el gobernador californiano, luego de su acuerdo con los estados de Nueva York y Washington, viajó a China donde suscribió un convenio de colaboración con el Ministerio de Ciencias y Tecnología relativo a propender a la eficiencia energética e impulsar tecnologías para vehículos de bajas emisiones y el almacenamiento de energía.
Daniel Kammen, profesor de Energía y Política Pública en la Universidad de California y que fuese integrante del panel sobre el cambio climático que obtuvo el Premio Nobel en 2007, estima que “ya está pasando” el cambio de liderazgo de Washington a California y que Brown se convierte en el presidente de facto del clima en EEUU. Al mismo tiempo considera que California está en camino de conseguir su objetivo en 2050”. Más aún, es de opinión que se trata de la economía más grande del mundo con posibilidades muy concretas de llegar al 100% de energías limpias en 2025. “No somos los únicos –afirmó-, pero si los más grandes junto con Alemania”. El tamaño del mercado californiano, de 38 millones de personas, hace que sus decisiones tomen una proyección mucho más allá de sus límites territoriales.
“Vivimos en el mundo –reflexionó Martin Wolf en Financial Times- que EEUU creó. Pero actualmente –agregó- lo está destruyendo. No podemos ignorar esta sombría realidad. Esto hará –concluyó- que la política esté todavía más polarizada. Eso ha sido el exitoso truco del plutopopulismo. Esto todavía parece ser el final del orden mundial liderado por EEUU”.
Se producen hechos a nivel global que modifican el cuadro político. Hay un escenario marcado por la incertidumbre, decisiones negativas como el anuncio de Trump sobre el cambio climático, pero al mismo tiempo de fuerzas importantes interna y externamente que actúan en dirección contraria. Tanto a nivel global como en el país lo determinante será la decisión masiva de propender a resolver los grandes problemas, a generar alianzas en esa dirección y que los actores políticos contribuyan a avanzar en esa dirección.
Junio 14 de 2017
(1) Véase, Chile en Tiempo de Reformas. Editorial USACH, 2015 págs. 270-275. La larga crisis económica brasileña y el “caso Petrobras”.
Intervención del economista y académico, Hugo Fazio en el lanzamiento del libro Chile: su larga fase de recesión con crecimiento, Ediciones CENDA.