Comentario de Aníbal Ricci
Más Allá Del Mal, de Andrés Ibáñez Ulloa
¿Cómo un accidente puede truncar una vida apacible? ¿Puede alterar su existencia material o también puede cambiar su psiquis? La respuesta que da el autor es tajante y dicotómica, derechamente maniqueísta. Andrés Ibáñez guía al lector, de manera ágil introduce la acción mediante capítulos breves, lo encauza por un río que no admite explicaciones alternativas.
¿Qué rol juega la religión en toda esta historia?
Dylan Flores es el jefe de operaciones del aeropuerto de Atacama, un buen puesto de trabajo que le permite relacionarse con gente y disfrutar del tiempo libre con su familia. Ama a su mujer y a su único hijo, la vida hasta ese momento lo trata bien.
El presidente de la república viene de gira a la zona norte y los preparativos son dirigidos por los compañeros de trabajo de Dylan. Él tendrá el día libre y en el viaje con su familia la comitiva presidencial embiste su vehículo. Sólo Dylan sobrevivirá, ese accidente cambiará el destino de mucha gente.
¿Puede el rencor y el odio transformar por completo a un individuo?
Dylan hasta ese entonces era sociable y no sospechaba que entre sus amistades se escondía un ser perverso guiado por el fanatismo religioso.
Las religiones suelen ser dogmáticas, entregan una explicación para los fenómenos de la naturaleza y del alma humana. Generalmente van acompañadas de la fe, la creencia de que un ser superior guía nuestras acciones y nuestros destinos.
En el universo de esta novela la existencia del amor y la bondad hacia el prójimo están mediatizadas por la religión. El autor muestra una posición crítica del islamismo: esa adaptación del mundo político a los mandatos religiosos del islam.
La versión fundamentalista del islam impone la existencia de una guerra santa (Yihad) contra los infieles, una visión dicotómica, existe el camino de Alá y en la vereda opuesta los que no creen en ese dios. Según ese razonamiento una persona creyente puede ser bondadosa, aunque realice actos violentos contra otros seres humanos, por tratarse de acciones contra individuos o autoridades pertenecientes al mundo de los que no profesan el islam.
En este libro es evidente la concepción de la religión vista como una manipulación de la consciencia del hombre. En aras de la religión puedes cometer los actos más deleznables, pues la propia religión, interpretada de manera absoluta, sólo acepta la existencia de una sola creencia por sobre las otras.
La creencia representada por el autor representa al islamismo, no tanto al islam, quizás se echa de menos algún matiz respecto a los seguidores del Corán. El mundo claramente no es blanco y negro, pero Andrés Ibáñez nos muestra ese fanatismo despiadado, donde su particular visión se le aparece al lector tan maniqueísta como dicha corriente religiosa. Esa falta de matices, de motivaciones por parte de los dos personajes principales, hace que sea complejo entender que el protagonista sea tan fácil de sugestionar (no parece bastar que haya perdido a su familia), llevado a un extremo dramático que atenta contra la verosimilitud: el personaje cambia irrevocablemente y el autor no deja espacio para dudas, lamentos o arrepentimientos.
El odio es el detonante de una religión en su variante más rígida, el amor al prójimo depende de las ideas que profese ese otro. Si no comparte tu creencia simplemente es tu enemigo.
José Alcérreca es miembro de una célula oculta del Estado Islámico que realiza atentados entre la población que no respeta los designios de Alá. Se confunde lo político con lo religioso. Si una autoridad declara que atacará intereses de alguna nación islámica, toda la población del país que representa merecerá ser castigada.
Alcérreca suponía ser amigo de Dylan, pero el fanatismo religioso opera por sobre cualquier relación afectiva. Utilizará el odio que siente Dylan hacia la figura responsable de haber acabado con sus seres queridos. Este tipo de fundamentalismo no razona, utiliza el odio, lo manipula y encauza el rencor personal de Dylan para aniquilar a aquella autoridad representante del mundo de los infieles.
La novela se lee con interés y crea imágenes nítidas en el lector, del mundo del desierto, del universo aeroportuario y de la jerga de los agentes de seguridad, pero también hay que hacer notar que no deja demasiado espacio para la reflexión, el lector se queda pensando en cómo fue que el personaje fue llevado a esos extremos y echa de menos cierta profundidad psicológica.
En el mundo de Andrés Ibáñez las víctimas de esta corriente político-religiosa pueden ser a su vez victimarios. Se podría decir que víctima y victimario conviven en una misma psiquis, es la religión la que coloca al ser humano a uno u otro lado de la cerca. La bondad y la maldad podrá tener una explicación religiosa que muchas veces atentará contra los derechos humanos de las personas, esos derechos humanos que en la legislación internacional no están sujetos a interpretaciones de las partes en conflicto.