Por Andrés Vera Quiroz
“La acción del Trabajo Social (nuestra profesión) siempre tuvo una objetiva dimensión política, aunque no siempre deliberadamente visualizada por sus agentes. Por cierto, el Trabajo Social siempre operó – compleja y oscilantemente – entre dos opciones: legitimar o cuestionar el orden social vigente en un período determinado
(Norberto Alayón, 2005: 9).
Se puede afirmar sin injusticias que la historia del Trabajo Social tiene sus raíces en la propia historia del ser humano. En la trayectoria histórica de la Humanidad se observa una sensibilidad permanente con las personas y grupos más necesitados.
La profesión con sus 92 años ha transitado desde diversas posturas y miradas, comenzando en la caridad filantrópica pasando por procesos de promoción y de reconceptualización regresando nuevamente a nuevas formas de asistencialismo bajo los gobiernos democráticos.
El Trabajo Social Chileno surge en un período de agitación y cambios sociales a principios del siglo XIX, el boom del salitre genera dinámicas oleadas migratorias hacia zonas del norte para explotar y trabajar dicha riqueza, que con el tiempo se transformaría en la Cuestión Social debido a una gran crisis económica, política, institucional y sobre todo social que marcará nuestra hoja de desarrollo histórico.
La fuerte crisis económica y social unida a la inestabilidad política que se vivía en los países del Cono Sur y la necesidad desde la profesión de dar una respuesta –convirtiendo a los trabajadores sociales en instrumentos del desarrollo- estuvieron presentes en diferentes grupos de profesionales que dieron lugar a la Generación del 65, germen del Movimiento de Reconceptualización.
A partir de 1965 se inician los planteos de reformulación del Servicio Social. Y lo hace Latinoamérica, quien ya no acepta ser agente pasivo sino sujeto en el proceso histórico de la profesión. Por primera vez grupos aislados de profesionales del Servicio Social, asumen su papel histórico en la realidad en la que viven y trabajan o comienzan a trabajar concretamente por el cambio (Kisnerman, 1971: 33).
La Reconceptualización significó mirar hacia dentro, criticar la dependencia, explotación e injusticia pero, fundamentalmente significó buscar construir una nueva sociedad justa e igualitaria. Se puede aseverar que, el Movimiento de Reconceptualización posibilitó que el Trabajo Social Latinoamericano comience a dialogar con un proyecto de Modernidad, comprometiéndose por tanto, en el proyecto de emancipación en gestación.
Referido a la reconceptualización, se podría dividir en tres grandes instantes, según Kruse, el primero, que se ubica entre 1965 y 1970, fue una etapa de búsqueda, de creación y de aportes originales… El segundo periodo fue el de apogeo de la corriente; podemos ubicarlo en 1971-1972, y fue el momento en que se hicieron las contribuciones de más peso, más representativas y más maduras. A partir de 1973 considero que la reconceptualización ha entrado en una etapa de estancamiento y aun de crisis… (De Robertis, 2011: 98)
En ese contexto llegamos a 1970, con el ascenso de Salvador Allende al poder, el trabajo social se compromete en cuerpo y alma en dicho proceso pues piensa, siente que está realizando algo importante, que lo podríamos definir como la “recuperación de la dignidad humana”, junto a los pobladores, mujeres, campamentos y organizaciones de diversa índole.
Todo este rico proceso de involucramiento con los sectores populares es interrumpido abruptamente por el Golpe Militar y la posterior instalación de la Dictadura Militar que trajo a la profesión persecución, cierre de escuelas, exoneración, exilio obligado y al menos 19 colegas muertos por la represión.
Lo anterior cobra relevancia para la memoria y la historia de la profesión, el 01 de agosto de 1973, el Colegio de Asistente Sociales firma y publica en el Diario El Mercurio, una declaración pública en conjunto con otros colegios profesionales solicitando la renuncia del presidente Allende y la intervención de las Fuerzas Armadas para restablecer el orden “público” y la “legitimidad” que según dichas organizaciones se había perdido.
Los sucesos post golpe militar refuerzan esa división: mientras los trabajadores reconceptualizados, en tanto portadores de una nueva postura profesional y militantes de los partidos populares, son reprimidos, cesados en sus puestos de trabajo, expulsados de las universidades, detenidos, torturados, asesinados y exiliados del país, quienes mantienen las posturas del viejo Trabajo Social declaran su adhesión al nuevo régimen de facto y justifican la represión a sus colegas (Hernández y Ruz, 2005: 96)
Surge el trabajo profesional, en el área de los Derechos Humanos, donde los Trabajadores Sociales tuvieron una importante labor profesional en la defensa de la vida y de la libertad de las personas, denunciando abiertamente los abusos del régimen, que abarcaba inicialmente la atención a las víctimas de la represión política y sus familiares, extendiéndose a los derechos comunitarios, laborales y generacionales.
El Trabajo Social en Derechos Humanos, que se desarrolló a partir de la represión política, valoró a la familia como un recurso esencial en el trabajo con perseguidos políticos, detenidos y desaparecidos, y redescubrió la necesidad de la intervención a nivel individual y familiar (Aylwin y Solar, 2003: 79).
En el aspecto social, se da, en el país, un aumento de la pobreza como consecuencia de la aplicación a mediados de los 80 del modelo económico neoliberal, sumado a los efectos de una crisis económica mundial, trajo como consecuencias las masivas Jornadas de Protesta Nacional. En 1981, se da la abolición del rango universitario del Trabajo Social, por decisión del gobierno de facto.
En dicho contexto, el Trabajo Social ha venido desarrollando su biografía en las últimas dos décadas, sólo en el año 2005 obtuvo una pequeña victoria, la recuperación del Rango Universitario quitado por las leyes dictatoriales pero no pudo recuperar la tutela ética en los procesos formativos de universidades e institutos profesionales, particularmente en las mallas curriculares y en los procesos de ejercicio profesional.
Creando una masa de trabajadores configurando las filas de un ejército de profesionales con características invisibles los cuales, en su constante lucha individual por ejercer dignamente la profesión, constituyen –como expresó Marx-todo un ejército de reserva, que ante un panorama competitivo, -y-, dispuesto a vender su saber como fuerza de trabajo. Es decir, un Trabajo Social en un mercado que oferta una extraordinaria externalización de sus servicios, extensas jornadas laborales, bajos salarios, cifras de rotación profesional, grupos de trabajo con desgastes, relaciones de maltrato y conflicto laboral y precarización, entre las más relevantes.
Paralelamente a lo anterior, el mercado académico es un mercado precarizado, en el cual reaparece la figura de “los profesores taxis”. Ejemplo de ello, son las diferencias en los planteles académicos acreditados versus aquellas instituciones que llevadas a exigencias del modelo, pauperizan sus “cuerpos docentes” a costa del pago de bajos honorarios y sin garantizar protección social.
Lo anterior, impacta nuevamente a la profesión, ya que existen carreras que se imparten bajo modalidades a distancia mediante metodologías de carácter semipresencial, instalando la duda razonable respecto de la responsabilidad ética y educativa en la calidad de aquellos profesionales. Eso sólo a modo de diagnóstico en un par de ámbitos como son lo laboral y lo académico.
La preeminencia en la sociedad de un modelo económico que estimula la competencia en todos sus planos, en el cual, los profesionales sociales se encuentran en condiciones laborales precarizadas, o regidos por las lógicas de gestión mercantiles y que tienen su corolario en una cultura individualista y competitiva, limitando cualquier posibilidad de organización y participación.
En ese escenario actual, el Trabajo Social se encuentra de espectador en la galería de los pasivos, lo cual es una contradicción con su propia génesis, pues el nacimiento, evolución y desarrollo de la profesión es y ha sido producto del resultado del proceso socio-histórico, condensado en las luchas que entablan las clases sociales, en la demanda y propuesta de conquistas sociales.
Al Trabajo Social, como disciplina le urge una remirada a sus formas de pensar, actuar y del hacer, mucho más cercano a las necesidades y relatos del siglo XXI y a los desafíos que éstos plantean; mantiene una enorme deuda con ella misma, con sus perseguidos, desaparecidos y muertos durante la Dictadura Militar.
Algunos desafíos por resolver en términos individuales como colectivos:
1. Politizar significa la capacidad de establecer conexiones entre la realidad singular y la realidad general.
2. Politizar, significa orientar la acción hacia un horizonte de emancipación humana, de una sociedad más justa, sin desigualdad social, sin discriminación, de plena Libertad, Democracia, Justicia y los Derechos Humanos.
3. Politizar significa conducir la acción profesional a la defensa de las Políticas Sociales Universales, por tanto el Enfoque de Derechos, con su consolidación y ampliación de los mismos.
4. Politizar significa recuperar la voz en temas atingentes a la sociedad, en los cuales por capacidades y experticias naturales e históricas siempre ha tenido status, la profesión.
Un Trabajo Social que se construye sin memoria y que legitima la impunidad y el olvido, está condenado a ser cómplice de la pérdida de identidad profesional y de capitular en la construcción de un futuro con dignidad.
Ética, Consecuencia, Compromiso y Dignidad, cuatro actos que no se pueden perder en la vida que seguramente en este escenario reivindicarían nuestros colegas, pues, los dolores que nos quedan… son los compañeros que nos faltan, María Cecilia, Juan Ernesto, Jacqueline del Carmen, Elizabeth del Carmen, Luis Jorge, José Fernando, Jacqueline Paulette, María Teresa, Segundo Norton, Rolando Gastón, Elizabeth Mercedes, José Alberto, María Teresa, José Ernesto, Alfredo Gabriel, Modesta Carolina, Julia Sonia, Susana del Pilar y Gilberto de las Mercedes.
Parafraseando a Boaventura de Sousa Santos …desde el sur, desde el margen, desde las víctimas: nombrar, hablar de, relatar es tan importante como la materialidad del Trabajo Social, entonces, tenemos que proponer disputar en definitiva, no sólo las cosas sino el sentido de las cosas…