El Informe de Perspectivas Económicas Mundiales que entrega el Fondo Monetario Internacional proyectó para 2018 un crecimiento del producto global de 3,9%, que se repetiría el 2019, y que, según el organismo se constituye en “la recuperación sincronizada más amplia de crecimiento desde 2010”.
Las proyecciones del FMI, claramente muestran un escenario económico mundial más favorable. Todo lo contrario de lo ocurrido en los últimos años en que el escenario fue muy desfavorable, con crecimientos económicos globales más bajos, con disminución del intercambio comercial y ciclos de precios de materias primas extremadamente bajas.
Hoy todo indica que los escenarios, para beneficio del nuevo gobierno, son diferentes. El FMI estima que en el año 2018 el comercio entre los diferentes países aumentaría en un 4,6%, volviendo así a crecer por encima del PIB, gracias a un repunte de la inversión y que el precio de las materias primas se ha ido estabilizando tras la recuperación que han registrado en los últimos meses.
Pese a los vientos a favor existentes a nivel mundial, los propios expertos señalan que se debe estar atentos pues como señaló, Maurice Obstfeld, economista jefe del FMI “el momento económico actual refleja una confluencia de factores que no es previsible que dure mucho”. O, como señaló la directora del Fondo, Christine Lagarde, que estos son momentos de “dar pasos para impulsar el crecimiento de largo plazo e invertir en la economía a través de la infraestructura y el gasto social efectivo”, pues “el momento de reparar el techo es cuando el sol brilla”.
El FMI estimó para nuestro país una expansión en 2018 de 3%, aumentando sus proyecciones de octubre del año recién pasado en 0,5 puntos porcentuales. Y esta mayor proyección lo argumenta en función del mayor precio del cobre, que alienta la inversión, en particular en la minería, el proceso de mayor dinamismo del comercio internacional y la reducción de la incertidumbre al concluir el proceso electoral.
Pero creemos que el nuevo gobierno debe asumir la nueva situación con cautela. Un excesivo optimismo puede obnubilar la realidad e impedir observar otros elementos, más allá del crecimiento económico como único elemento rector en la vida de cualquier país.
Y el llamado a la cautela tiene sus razones.
La primera apunta a que el proceso de mayor crecimiento encuentra sus claves en la recuperación económica mundial y la estabilidad de la economía China y otras economías asiáticas. Y no tiene relación con variables decisivas de políticas económicas internas.
La segunda dice relación que, en este proceso de mayor crecimiento sincronizado, América Latina, en general, se moverá con rezago. El crecimiento promedio estimado de la región durante 2018 es de 1,9%, y el crecimiento de México, Brasil y Argentina superará levemente los niveles recesivos recientes.
Y, la tercera – para mencionar las que parecen más relevantes- es la desigualdad. Desigualdad que es inherente al capitalismo. Y la desigualdad es siempre una fuente de conflicto social. Recordar algunas cifras contribuye a dimensionar la situación. Los ingresos del 0,1 % o del 1% de los más ricos constituyen indicadores de una desigualdad abismante. Y si consideramos además que, el 80% de los trabajadores recibe menos de 350 mil pesos mensuales o que el 90% de nuestros jubilados reciben menos de 160 mil pesos al mes, la situación se evidencia como altamente crítica y de una injusticia estructural. Explotación con todas sus letras.
A modo de conclusión: los vientos siempre tienen duración limitada. La sociedad capitalista siempre, incluida la forma que adquiere hoy, encuentra su gran debilidad en la desigualdad, la concentración económica y en todas sus consecuencias. Y el movimiento social, a partir de su experiencia puede, sí actúa con unidad, cuestionar las políticas económicas que acrecienten la concentración y hagan insostenibles las desigualdades e ir más allá para superarlas.
RFC
Marzo del 2018