Por Cristian Cottet
“Yo no he sabido nunca de su historia
un día nace allí sencillamente”
Gitano Rodríguez
A vuelo de pájaro, se puede evaluar el primer debate realizado por dos candidatos a la Moneda. Si, habían dos candidatos, lo que demuestra la dualidad de voces (dos) y demuestra que la Concertación de Partidos por la Democracia está vivita y coleando, mucho más que ese refrito de nombre Nueva Mayoría, que no es ni tan nueva ni tan mayoría.
En ese contexto, un par de inexpertos precandidatos a la Presidencia de la República se prestaron para el show democrático que resultó (como se podía esperar) una conversación de plaza pública, desordenado, sin contenido sólido, panfletero, como resumen. Recién en la segunda etapa del “debate” el varón se sostiene sobre precarios argumentos técnicos y un poco de solidez académico. La dama, por su parte, da vueltas con un par de panfletos mal redactados y sin acierto electoral.
El moderador… generoso. Eso sí, elegante y generoso, ¡muy generoso!
Como “debate” no da para más. El otro Chile, el que no sintonizó TVN, continuó con la rutina de las teleseries, los besos corridos, la casita en la pradera y el noticiero recauchado. El resto de Chile vivió el debate como si no pasara nada importante. Chillán no se movió de su lugar, la Chinita de Andacollo no se dio por enterada y Valparaíso… Valparaíso es un puerto.
Antes de todo, antes de ciudad-turística, antes de Patrimonio de la Humanidad, antes de las pituquerías santiaguinas, antes de los moldes, antes del alcalde progresista, antes del desenfreno pequeñoburgués… Valparaíso es un puerto. Lo habitan desde siempre choros, ladrones, prostitutas, matones y policías desesperados por un tal Rodrigo, que se las devuelve. Esto es el aspecto humano de todos los puertos, donde el juego de dados y el embarque es sólo un tránsito de dolores y abandonos. Así, la mentira hace su riqueza. Un prostíbulo en Valparaíso es (o debiera ser) un paisaje humano obligado y mover la cartera en la esquina es parte natural de ese paisaje. Este Valparaíso es el históricamente real y al confrontarlo con el ejercicio político de Chile pareciera materializarse en una comparación de países en disputa.
¿Cuándo y por qué se puso pituco el puerto? ¿Cuándo se empoderó esa pequeñita burguesía mediocre, que de puro abandono dejó de lado su Santiago traicionero? Hoy ese Valparaíso que acogió revueltas, asesinos, animitas de ladrones, alcaldes progresistas y discursos encopetados, se dispone a un maquillaje de ciudad “cosmopolita”. Así como se retoca el debate político hasta transformarlo en una charla señorial, así mismo Valparaíso se va transformando en el Guasón inofensivo que nadie espera encontrarse, sea o no Patrimonio de la Humanidad, cuestión que poco importa a los reales e históricos habitantes del puerto.
Todo “es y no es… o todo lo contrario”.
Valparaíso no está para el turismo, así como los candidatos del Frente Amplio no estuvieron para debates serios. A veces parece que este detalle se olvida: Valparaíso es un puerto, así como el “debate electoral” debiera ser una confrontación de proyectos disímiles. Ganó Valparaíso con su pobreza y su riqueza, aunque no se arriesgue la “clase política” a rendir cuentas en sus calles los 21 de mayo.
Terminado el “debate”, ¿qué va a desplegar la precandidata Beatriz Sánchez cuando deba encontrarse con ladrones, putas y borrachos en Valparaíso y éstos les soliciten “una monedita pa’l cuerpo”? Entonces, los y las pitucos y pitucas volverán la cara con vergüenza tratando de convencer con proyectos de gobierno donde “el orden burgués” se ocupa de las ganancias y utilidades que dejan esos señores que se empinan una caña a las 9 de la mañana. Si ninguno de los dos “debatientes” no fueron capaz de ejercitar la confrontación de un debate, difícil se les va a hacer enfrentar el ser humano que habita Valparaíso. Las ciudades son un reflejo de las actividades que le dan de comer, esta es una verdad del tamaño de un puerto.
Las ciudades consolidan su identidad con hechos que no cuesta mucho demostrar y comer o tomar son una de ellas. Cierto, en el mentado “debate” no se habló de la basura, ni de los ascensores descompuestos (algo parecido al Trans-Santiago), a las dificultades de subir o bajar un cerro en una silla de ruedas. De esas cosas instaladas como folklore no se debatió, es de mal gusto (decía mi abuela) traer a colación lo que se esconde bajo la alfombra. Visto así, Valparaíso sigue siendo un puerto y el “debate” una conversación en un barucho de mala muerte.