“Hemos hecho una Revolución más grande que nosotros mismos”
Fidel Castro
Entre el 4 y el 11 de febrero de 1945 se reunieron en la ciudad de Yalta, en Crimea, Josef Stalin, Franklin D. Roosevelt y Winston Churchill, Jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Soviética, de los Estados Unidos de América y del Reino Unido, representantes de los vencedores en la guerra contra la Alemania nazi, para discutir el futuro de Europa y del Mundo. Unos meses después, entre el 17 de Julio y el 2 de agosto de 1945, se volvieron a reunir en Potsdam, Polonia, pero esta vez con la participación de Harry Truman, sucesor del recién fallecido Franklin Roosevelt.
Durante esas reuniones se convino que la frontera de Polonia con Alemania sería la continuación de los ríos Oder y Neisse y cuando en ese país se estableció un gobierno socialista, dichos ríos marcaron la división acordada en el hemisferio occidental por las grandes potencias de la época entre los campos capitalista y socialista.
Quien se podía imaginar que apenas 16 años después unos jóvenes estudiantes de la Universidad de La Habana que en 1952 habían iniciado un proceso revolucionario en una pequeña isla del Caribe de solo 110.000 kilómetros cuadrados y con una población de apenas 6 millones de habitantes, cuya repercusión en el mundo no pasaba de los 6 a 7 millones de toneladas de azúcar que producían anualmente y de su música bailable, cambiarían esos acuerdos geopolíticos mundiales a consecuencia de sus propias decisiones. El 16 de abril de 1961, Fidel Castro le comunicó a su pueblo que habían hecho una revolución socialista, y por tanto, la línea divisoria entre el capitalismo y el socialismo ahora también pasaba por el Estrecho de la Florida en el Mar Caribe.
No se cambian impunemente los acuerdos geopolíticos de las grandes potencias mundiales y por ello el desacuerdo llego a poner al mundo al borde de la guerra termonuclear entre los Estados Unidos y la Unión Soviética al descubrir la aviación norteamericana la presencia de cohetes balísticos soviéticos con cabezas nucleares, capaces de alcanzar los principales centros industriales y urbanos de los Estados Unidos.
La serenidad y el sentido de la enorme responsabilidad que tenían, hizo que los jefes de ambas naciones, John F. Kennedy y Nikita Krushov, lograran un acuerdo mutuamente aceptable para eliminar la amenaza coheteril soviética a los Estados Unidos, aunque nunca quedo claramente establecido y mucho menos por escrito, la validez de la línea divisoria entre el capitalismo y del socialismo que pasaba por el Estrecho de la Florida.
Han pasado 54 años desde entonces y por tanto, más de medio siglo de incertidumbre, hasta que dentro de 6 días visitara oficialmente Cuba el Presidente de los Estados Unidos, Barak Obama, un norteamericano de origen étnico africano, país con el cual y después de tanto tiempo finalmente se reestablecieron las relaciones diplomáticas como primer paso para lograr normalizar las demás relaciones bilaterales.
Me gustaría poder preguntarle a Fidel Castro, si cuando preparaba el asalto del Cuartel Moncada, o cuando estaba preso en Isla de Pinos, o cuando luchaba en la Sierra Maestra, pensó alguna vez que a consecuencia del proceso revolucionario que había iniciado en 1952, serian alterados los acuerdos de Yalta y de Potsdam, o -y no hay que olvidarlo- la historia contemporánea de África Austral, que es otra historia.
Esa pregunta no es pura retórica, porque yo si recuerdo una vez cuando Fidel dijo algo que con el tiempo he venido a comprender: “Hemos hecho una Revolución más grande que nosotros mismos”.
Ya la división geopolítica Oder-Neisse no existe. Pero sigue existiendo en el Estrecho de la Florida una línea que separa al capitalismo en el Norte de un socialismo cubano en el Sur.
Carles Romeo
La Habana, 15 de marzo del 2016