Por Max Oñate Brandstetter
“Un grupo organizado de estudiantes
puede mover gente, puede crear conciencia,
sin la necesidad de tener una autoridad
que mande todo el rato”
(Miguel, estudiante movilizado 2011)
El proceso constituyente está en el marco de procesos consultivos no vinculantes, esto quiere decir que es una sesión de discusión y consulta ciudadana (en internet, la participación individual está restringida a contestar 5 preguntas) que no decide, no delibera y no concreta nada más que adornos argumentativos en la escala de derechos y deberes, pero no irrumpe en la dimensión arquitectónica de la política nacional, lo que es irónico en procesos tan significativos como lo es el cambio de la carta magna.
Lo oscuro de la manipulación política siempre tiene que ser respondido con él “para qué sirve”, “de qué forma serán las cosas” y finalmente “para quien funciona y quien gana”; pero hay quienes afirman que “Es un proyecto constituyente manejado desde arriba, por lo tanto no es legítimo ya que un proceso constituyente debe expresar la voluntad soberana de la ciudadanía, que no es el caso; el proyecto plantea la división de quienes convocan y la ciudadanía no va a participar” (1)
Si observamos los procesos constituyentes latinoamericanos (Ecuador, Bolivia y Venezuela), han sido realizados con alta movilización ciudadana, participación de masas y las luchas de expresión política callejera han sido (a momentos) señales ciudadanas de querer realizar asambleas constituyentes, aunque las “oligarquías” no quieran, proceso que aún con total y abierta oposición de los sectores más conservadores, han finalizado con ellos vencidos políticamente y se han ejecutado los planes de “refundación nacional”, generalmente de carácter bolivariano.
En la particularidad de nuestra contradictoria República, en pleno proceso constituyente (aún en su carácter consultivo no-vinculante) es que se han generado altas movilizaciones (Chiloé y el resurgir del movimiento estudiantil) que no estando en desacuerdo con cambiar la constitución, se desplazan cual capital político por la obtención de sus demandas.
Mientras en los países latinoamericanos con asamblea constituyente no hay movilización más que para respaldar el proyecto re fundacional, en nuestro proceso no hay movilización por este evento político, coexistiendo con la corrupción, la represión y una serie de asuntos no aclarados.
Cabe señalar que las muestras de represión -han existido golpizas por parte de la policía-han impedido una manifestación marcada por presencia de menores de edad.
¿Será positivo un cambio constitucional desarrollado en estas condiciones? ¿En que terminará todo esto? Sin duda, todo parece indicar que se dirige hacia la nula respuesta a las demandas de los movimientos sociales, y continuar el camino de la privatización (y al que no le guste; represión… eso cuenta un rayado callejero del centro de Santiago)
(1)Gabriel Salazar.
El autor es Cientista Político, licenciado de la Universidad Academia Humanismo Cristiano.