El 1 de enero de 1959 fue en Chile el día siguiente al 31 de diciembre de 1958 después de la clásica celebración del fin de año, aunque con amargura para nosotros, los que habíamos apoyado a Allende para ser Presidente de Chile y habíamos sido derrotados el pasado 4 de Septiembre nada menos que por el Cura de Catapilco y su “Pasionaria”, María de la Cruz, que se llevaron los 40.000 votos que le faltaron a nuestro candidato. Nadie en Chile salvo nuestro profesor de política económica en el post grado del Instituto Latinoamericano de Programación Económica y Social, ILPES, el cubano Regino Boti, o Jose Paglieri, el único alumno cubano del curso, y alguno más de esa nacionalidad en el país, inicio el día con la euforia producto del triunfo de las guerrillas de Fidel Castro contra las fuerzas armadas oficiales que sostenían en Cuba a la dictadura de un tal Fulgencio Batista, clásico dictador bananero que únicamente merecía el desprecio y la poca consideración de un pueblo democrático como el chileno que acababa de demostrarlo una vez más hacia unos pocos meses. Desde ese punto de vista el 1 de enero del 2019 no se diferencia en Chile de esa misma fecha en 1959. Sin embargo en el tiempo trascurrido entre ambas fechas ambos países vivieron a su manera cambios trascendentes, en un caso que aún persisten y en el otro revertidos a la realidad anterior a su advenimiento literalmente a sangre y fuego. En un caso, el de Cuba, la historia de una revolución que aún existe y se transforma y en el de Chile, lo que ocurrió cuando también se trató de llevar a cabo cambios sustanciales, pero que fueron ferozmente reprimidos por quienes se abrogaron el derecho de ser los guardianes de lo que ha sido, es y deberá ser siempre según ellos la realidad económica, social y política chilena. No es que la revolución cubana haya sido un mero ejercicio cívico formal toda vez que costó unos 20.000 muertos y torturados hasta la caída del dictador y después el ajusticiamiento de los criminales y torturadores, más los muertos y encarcelados resultantes de los combates y acciones terroristas que se prolongaron hasta mediados de 1965.
El Santiago de hoy se ha ido desplazando al Este, hacia la Cordillera, tratando de escapar en esa dirección los que pueden hacerlo del cada vez más denso smog que cubre la ciudad, y también hacia el Oeste por los que no pueden llegar a esas alturas tanto físicas como económicas. De los 11 pisos del edificio del Banco del Estado, altura record en 1958, se ha pasado a la construcción de una torre de 300 metros de altura gracias al desarrollo de las técnicas constructivas que permiten resistir los abundantes movimientos telúricos de la zona, símbolo de como gracias a la “tecnología política” utilizada a partir de 1973 se ha logrado también poder resistir los movimientos ya no telúricos si no que populares, como fueron los que ocurrieron en Chile en 1938 y en 1970.
Hoy, 1 de enero del 2019, el periódico La Tercera revela antecedentes de cuan cerca se estuvo de un estúpida guerra tercermundistas en 1978 cuando el “affaire” del Beagle en circunstancias en que en ambos países en conflicto, Chile y Argentina, había gobiernos militares productos de sendos golpes de estado, lo que ratifica una vez más el dicho de que la política no puede dejarse en manos de militares por su incompetencia en ese campo. Hoy la paz reina en el Cono Sur, con gobiernos de derecha en ambos países a los cuales se suma en este día una variante tropical de fascista brasileño que al parecer nos hará disfrutar de sus “impromptus” intelectuales y discursivos al estilo del gran “showman” televisivo devenido Presidente de los EE.UU., con quien se puede estar a favor, se puede estar en contra pero no se puede trabajar con él. En 23 meses en el oficio ya ha botado o han renunciado 27 colaboradores de su Gobierno.
Así y todo, feliz año a todos.
Carlos Romeo
La Habana, 1 de enero del 2019