Por Carlos Romeo
Entre el 1902 y 1959 pasaron 57 años y entre 1959 y el 2018 habrán transcurrido otros 59. Durante la primera de esas dos etapas se sucedieron los años para que en Cuba empezaran a realizarse los sueños que José Martí tenia para su Patria. Durante la segunda, la manera concreta de realizarlos por parte y a su entender de la Generación del Centenario, que hizo suyas las ideas de Martí. Dos etapas de la historia de Cuba casi de la misma duración. Va a comenzar una tercera.
De la pequeña Cuba en donde se pretendía en 1959 lograr que todo cubano pudiera educarse y acceder a los cuidados médicos, tuviera un trabajo, para lo cual había que repartir la tierra de otra manera, y ser políticamente independiente, a la actual Cuba con su misma extensión, pero duplicada en población, hay una diferencia abismal debida precisamente a lo que les ha costado a los cubanos llevar a la práctica esos objetivos iniciales.
Ya en 1962 con ocasión de la llamada Crisis del Caribe cuando el mundo estuvo por primera y única vez hasta ahora, al borde de la guerra nuclear, Cuba entro como protagonista en el escenario de la geo-política mundial, en el cual sigue siendo un actor, habiendo inclusive desempeñado un rol muy activo en la historia del Cuerno Africano y en el África Austral, sin dejar de considerar su impacto en la América Latina.
En lo personal, parece imposible hoy en día, que quien fue mi jefe en el Departamento de Estudios del Banco Central de Chile y a quien le propuse que se integrara a la Revolución Cubana, se sentara en reunión con Nikita Krushov en el Kremlin o que quien había sido compañero durante nuestros estudios de economía en la Universidad de Chile y que también acepto la oferta de trabajo que le envié desde Cuba, discutiera en Moscú con el Ministro soviético el futuro del comercio con Cuba y conociera en una recepción oficial nada menos que a una leyenda viviente, un viejo general que lo felicitaba por estar en Cuba y que era nada menos que quien había dirigido la histórica batalla de Stalingrado. Y en mi caso, el haber sido asesor del Che, de Carlos Rafael Rodríguez y compartir reuniones de trabajo con Fidel Castro y otras vivencias.
Únicamente los viejos que hemos vivido hasta llegar al presente podemos reconsiderar críticamente los hechos realizados por nosotros durante nuestras vidas. Quienes no lo son, también pueden criticar, pero como generales después de la batalla, sin haber tenido que tomar las decisiones que condujeron al transcurso del proceso histórico tal como fue. Pueden especular y hasta tratar de reconstruir idealmente lo que no fue, pero no estaban ahí “a la hora de la verdad”, como cuando el torero debe enfrentar solo al toro en la arena. Y aunque en los casos individuales en que éramos solamente uno entre muchos que compartimos las decisiones y las realidades que surgieron a consecuencia de apoyarlas y realizarlas, asumimos la misma responsabilidad de quien o quienes nos convencieron de ello. Quizás la forma más sintética de expresar esta idea lo hicieron espontáneamente los cientos de miles de personas que se juntaron para despedir una noche a Fidel Castro en diciembre del 2016, quien había sido su líder indiscutido desde 1959. Daniel Ortega, Presidente de Nicaragua, pregunto “¿Dónde está Fidel?” y todos contestaron “! ¡Yo soy Fidel!”
Se reitera que Raúl Castro habría dicho que se retira de su cargo de Presidente de Cuba a principio del 2018. De ser así, ese acto encierra mucho más que su simple retiro de las funciones gubernamentales. Es el retiro de la Generación del Centenario del nacimiento de José Martí que empezó la Revolución Cubana en 1953. Desde ese año a la fecha todo lo que ha ocurrido en Cuba lleva su sello, continuidad criticada por muchos, pero con un resultado palpable y objetivo: ahí esta Cuba, independiente, reconocida por todo el mundo, criticada, pero también admirada y querida por muchos más, con 11,5 millones de cubanos viviendo en su interior
Raúl Castro y sus compañeros de lucha desde sus inicios pueden retirarse si quieren. Cumplieron con lo que creyeron que era su deber más allá de sus sueños juveniles. Nosotros, sus contemporáneos, los apoyamos. Ahora, a las nuevas generaciones les toca seguir resolviendo sus problemas.
La Habana, Mayo del 2017