Comentario Lilian Elphick
Hay una constante, un hilo conductor en Siempre me roban el reloj, de Aníbal Ricci, libro que es difícil de clasificar según la antigua tríada aristotélica lírica-épica-dramática. Este engarce luminoso es el mito de Sísifo, condenado a subir la roca montaña arriba, sabiendo que la roca caerá y deberá volver a subirla.
En el libro, la mayor fuerza es la escritura misma. El libro es la génesis del libro, de cada palabra, el esfuerzo titánico de llevar cada idea a un proceso escritural lúcido y activo. Este esfuerzo significa conciencia, conciencia del accionar en mitad de la noche, a oscuras. La escritura no es fácil. Primero, hay que vivir:
“Vuelvo a inspirar y espirar; ahora nueve veces y más enfocado. Percibo el aire en mis pulmones y, esta vez, los instantes de paz se producen al dejar de exhalar, justo antes de volver a iniciar esta titánica labor de existir, la que nos hace empujar la roca hacia la cima del monte imaginario, realidad que experimento cada vez que termino de escribir un libro y me siento vacío, inquieto si no empiezo a buscar en otro rincón de mis pensamientos lejanos.” (Siempre me roban el reloj, de A. Ricci, pg.12)
O:
“No hay nada sobrenatural en la escritura que no está en los libros y cada uno sabrá adoptar estos nuevos conocimientos. Quizás algún día, ese conocimiento sea mutado en sabiduría. Mientras, intento escribir una mejor biografía, esperando que mi actuar sea cada vez más trascendente. Cada libro es un viejo maestro que me deja vacío, sin ideas ni emociones, en un limbo que vuelvo a enfrentar, con el único objetivo de mover la roca hacia una nueva cima.” (Ibídem. Pg.43)
Como se aprecia en estos dos párrafos, el protagonista concede importancia a su propio proceso de escritura. La sensación de vacío al terminar una obra lo lleva a escalar la montaña nuevamente, es decir, escribir de nuevo y así en un proceso infinito, al menos en la materia narrativa.
Siempre me roban el reloj nos hará despertar porque este libro es increíblemente lúcido y sincero; se arranca de las clasificaciones genéricas y, en este sentido, se proyecta como una obra única y veraz, sin las pretensiones de algunas narrativas contemporáneas que favorecen la escritura como un laboratorio frankensteneano o como un acto de narcisismo donde importa el autor más que lo narrado.
Otros Antecedentes
Siempre me roban el reloj
Aníbal Ricci
Mosquito Comunicaciones,
53 Páginas
Santiago de Chile, 2014.