Por Cristian Cottet
Existen fenómenos que no se repiten y que por lo mismo echan por tierra las cuentas que propone Borges de una vida circular, también nada tiene que ver con la evolución ni con el marxismo. Son cosas que suceden, llegan suaves, deslizándose entre los minutos que transcurren después del desayuno. Son acontecimientos que no se pueden explicar para que otro las entienda. No son muchas, simplemente suceden cuando estamos esperando locomoción, leyendo, no sé, llegan y se instalan, pegan un mazazo en medio de todos los segundos y se instalan, cambia todo y todo sigue, no hay caso intentar negarlas. Son hechos que suceden cuando menos se les espera o cuando miramos al rincón equivocado.
No, no es que la historia se repita. Es sólo que los hechos van dando curso a innumerables situaciones que en contextos disímiles se encuentran en un abrazo etéreo, como un dedo más de la misma mano que los mueve.
A comienzos del siglo XIX don Santos Tornero, conocido como el fundador de las librerías en Chile, en su libro Reminiscencias de un editor recuerda que: “Las pequeñas tiendas, las mercerías, aún los despachos de comestible eran lugares donde los libros se expendían. Sus dueños compraban esa mercadería, cajón por cajón, como se compra una jaba de loza”.
Eran libros que hablaban de Libertad e Igualdad. Eran los que habían removido Europa con las ideas de la Ilustración. No libres de riesgo, los “editores” de la época sostenían su negocio con reimpresiones, pirateos (clandestinos o no) y contrabandos, que a la postre fueron el sostén de un público lector que requería cada vez con mayor fuerza ese elemento subversivo que es el libro. Se había dado un paso importante en acercar dos continentes, se había dado un salto más en la modernidad globalizadora.
Pero no todo era fácil. El avanzado pensador y político liberal don Francisco Bilbao debió pagar fuertes multas, sufrir la cárcel y el exilio por sus libros. Más de una vez le tocó observar como ardía la pira de libros en la plaza pública. La sociabilidad chilena y Los boletines del espíritu fueron víctimas de aquello.
Pero no, no es que la historia se repita.