Por Carlos Romeo
Para cumplir el objetivo político de Donald Trump, hacer nuevamente grande a los Estados Unidos hay que primeramente salvar a los EE.UU. de….Trump.
Hace apenas un poco más de un año Trump designó a Rex Tillerson como su Secretario de Estado. Acaba de botarlo sin siquiera comunicárselo personalmente con anterioridad, enterándose el despedido al leer un Tweet del propio Tump.
En las formas mediante las cuales se comunican los seres humanos hay implícitas ciertas reglas de cortesía y de convivencia que cuando se omiten dejan traslucir una actitud muy descortés, para no decir agresiva, y es lo que al parecer ha ocurrido con la cesantía de Tillerson. Pero en este caso hay además otro aspecto muy relevante y se trata de quien es Tillerson. Resulta que era hasta que Trump lo nombro Secretario de Estado nada menos que el Presidente Director Ejecutivo de Exxon Mobile, quien fue fundada por John D.Rockefeller.
En el último informe sobre las 500 empresas con mayor capitalización bursátil del mundo, Exxon Mobil ocupa el puesto número 1, con una capitalización de mercado de US$ 416.000 millones de dólares. Dada la envergadura del cargo que ocupaba en esa compañía es de suponer con que personajes de las grandes empresas norteamericanas Tillerson solía jugar al golf, conversar e intercambiar opiniones tomando cocteles. Y, en verdad, al lado de esos gigantes de la economía los negocios de algunos pocos billones de dólares de Trump no pasan de ser una empresa familiar de segunda categoría. Esas “testas” cimeras de la economía estadounidense constituyen precisamente “el imperio norteamericano” y como ya es sabido no son ellas las que sirven al Gobierno estadounidense si no que por el contrario, es el Gobierno estadounidense quien hace suyos sus intereses considerándolos como los intereses nacionales de ese país.
Al tener Trump este tipo de comportamiento con Tillerson y nombrar asesores de la política del Gobierno de su país a hija, hijo y yerno, despierta la comparación con el comportamiento del emperador romano Caligula quien por una parte quiso nombrar Cónsul de Roma a su caballo Incitato y por la otra humillaba al Senado romano.
Dijimos cuando Trump gano la Presidencia de los EE.UU. que ese personaje se enfrentaba a tres posibles cursos de acción: o “entraba por el aro” y hacia lo que debía hacer, o debería enfrentar una revocación de su cargo, o sufrir un “accidente” que le impediría seguir ejerciéndolo. Bueno, al parecer el panorama se está aclarando dado su comportamiento con Tillerson y las variantes posibles se reducen toda vez que transcurrida ya más de una cuarta parte de su periodo presidencial, su comportamiento también parece indicar que “no entra por el aro”.
El objetivo político del momento en los EE.UU. parece ser ahora salvarlo primero de quien está en la Casa Blanca para que pueda lograr ser grande otra vez.
La Habana, 13 de marzo del 2018