Por Max Oñate Brandstetter
“¿Por qué debemos pagar las culpas que otro ha escrito ya?”
Álvaro España – Odio (Fiskales Ad Hok)
La sociedad, en tanto “opinión pública”, que no es otra cosa que el meta relato, que tras el disfraz o manto de legitimidad general de “la opinión común”, de la mayoría; se encubre que es una construcción arbitraria de alguna línea editorial, que responde a intereses económicos y políticos de quienes “toman una participación activa del trayecto” de los movimientos sociales y las manifestaciones, casi siempre con la estrategia de deslegitimación y ridiculización (o banalización) de los actores políticos extra institucionales que están involucrados.
En esta dimensión siempre se ha entablado la dualidad de la “forma y el fondo”, como proyección “cultural y lingüística” de los buenos comportamientos para la aceptación social.
Este fenómeno se instaló como un recurso cuando la represión y la unilateralidad del anterior gobierno de Piñera, no pudo vencer al movimiento estudiantil. Entonces se elaboró la estrategia imaginaria de “colaboración entre los manifestantes y el gobierno”, en la mira de aplacar a las movilizaciones, y de “colaboración entre los manifestantes y carabineros” para erradicar la violencia callejera y a los encapuchados de siempre.
De esta manera, la prensa siempre ha sido “una actriz política” (sobre todo El Mercurio), instalándose como una suerte de árbitro entre el Estado y la sociedad civil, como crítico moral y legal de la movilización; cuando no, arbitro, juez y parte, contra el fondo (y luego) contra la forma de la irrupción política de agenda propia (movimientos sociales, con distanciamiento progresivo de los partidos).
En absolutamente todos los medios de comunicación, la demanda estudiantil se instaló como correcta, noble, acertada y legitima (en el fondo), pero errada en la forma, con paros, tomas, movilización callejera sin autorización, violencia contra la autoridad, capucha y delincuencia, que no es la forma adecuada de expresar descontentos.
¿Cuál es la “forma correcta”?, lo pregunto sin ánimo de incorporarme en un debate silencioso de “ellos contra nosotros”, sino más bien para poder observar de una forma más profunda ésta dimensión política. ¿Será acertado afirmar que la forma correcta ha consistido en la privatización de los que antes eran derechos sociales y propagarlos como una recompensa hacia los usuarios que deben pagar? ¿Convencer de que pagar por algo que “era gratis” ahora será un mejor servicio? ¿Eso es lo mejor? ¿Aguantar un “fondo perjudicial”, pero con una “correcta forma”?
La “clase política” se encuentra desbordada, deslegitimada por los cuatro costados, por lo que no puede, ni debería siquiera asomar pretensión alguna; guiar las pautas del comportamiento político de la sociedad civil auto organizada y auto convocada, con el único sentido de resolver demandas, eclipsadas transversalmente por todos los partidos tradicionales.
De este modo, es una mera ficción tratar de determinar lo que es aceptable y no en esta democracia, en la medida que se han realizado estafas generalizadas sistemáticas en desmedro permanente de la sociedad civil (mal fondo, pero buena forma), premiadas (aparentemente) por su capacidad técnica, como el caso PENTA y SQM.
Con un nuevo parlamento, más inclusivo, con representación de intereses más extensos que antes, se discute la aprobación el registro de evasores del Transantiago, siendo que no existe una lista de los evasores de impuestos, de pagos, etc. Lo que molesta entonces no es la falta, sino la pobreza. La población que quede en ese registro, quedará financieramente excluida de muchos beneficios, en tanto que los criminales económicos sobre mucha población nacional, evaden (no sin ayuda de la ley) sus responsabilidades sin recibir ni la mención sanción.
Es un absurdo entonces deslegitimar las acciones de violencia de los movimientos sociales, porque es exactamente la misma situación, en la que una mujer es brutalmente manoseada en la calle, sin su consentimiento, y ella decidiera golpear a su agresor; como resultado nos detenemos a observar (y condenar) aquella violencia de “la mujer sobre el hombre”, cerrando los ojos ante la evidencia que explica un fenómeno “condenable e irracional”.
Esa función política es desarrollada por la prensa (que siempre ha sido un actor político), que siempre pujan en defensa de los intereses económicos, pero en nombre de una “objetividad informativa”. A menor escala, las disciplinas de las ciencias sociales, suelen repetir ese error, siendo la primera piedra de tope a vencer para los avances investigativos de cualquier tipo.
Sobre el feminismo
Sostengo que no existe un movimiento social con ese sello, lo que existe son expresiones públicas de carácter feminista, principalmente porque obedece a una demanda universitaria (protocolo), para las mujeres universitarias, para “ninguna mujer más”, por cuanto no hay “protocolos” para la vida cotidiana en hogares disfuncionales o algo así.
Sostengo que no existe un movimiento feminista, pero este está en una constante lucha por definirse. Si lo hiciera, podría dejar desacreditada toda la estructura social conservadora, como los partidos políticos, sobre todo la derecha, puesto que sistemáticamente se opuso al aborto (mi cuerpo, mis decisiones; rasgo fundamental del feminismo), contra todas las iglesias, puesto que son los “educadores morales” de toda la sociedad (sobre todo, aquella fracción sin derecho a educarse), donde los hombres realizan las funciones principales y de poder, excluyendo sistemáticamente al género femenino de las funciones directivas de la educación y disciplinamiento moral.
Puede ser que se trate de explicar que la menstruación inhabilita a una mujer durante unos días, de realizar misas (entre otras funciones), pero no es una razón para excluir a la mujer de los cupos de ejercicio del poder. Es desde esta perspectiva en la que el feminismo puede poner en jaque a toda institución conservadora, de mandato masculino; advirtiendo que la falta de modernización de la iglesia, la coloca en un escenario de realizar un cambio en las funciones directivas y formadoras, o está inevitablemente condenada a su propia muerte y abolición, superada por las necesidades de la historia.
El movimiento estudiantil demoró 10 años en constituirse como un movimiento compacto (2001-2011), que no pudiera ser vencido por la dirigencia de los partidos, por lo que es natural también, que el feminismo pueda definirse y constituirse como un movimiento clarificado y clarificador, en tanto un fenómeno sostenido en el tiempo.
Siempre es necesario explorar el comportamiento y las condiciones propias de su desenvolvimiento, de los actores políticos involucrados (sobre todo en coyunturas), y sospechar de los llamados a que “los radicales no se tomen la movilización” que se hacen desde el gobierno y desde la prensa, porque ahí puede encontrarse la respuesta apropiada a las transformaciones sociales.
El autor es Cientista Político, licenciado de la Universidad Academia Humanismo Cristiano.