MADURO ASUMIRÁ LA PRESIDENCIA

Viviendo en Cuba a 2000 kilómetros de Caracas el opinar sobre la situación política en Venezuela seria francamente irresponsable si es que no se ha tenido al menos recientemente una experiencia al respecto y en mi caso hace al menos cinco años que no he visitado ese país. Únicamente me llegan las noticias, generalmente coincidentes, de los grandes medios de la prensa internacional y nacionales en los distintos países de nuestro continente americano, que nos ofrecen una visión y una explicación catastrofista de la realidad social y política venezolana en términos de un análisis basado en una explicación virtual de esa realidad a partir de conceptos de una expresión puramente formal muy discutible. Tal es el caso de lo que actualmente se dice sobre Venezuela. Pero en política rige un principio semejante a aquel por el cual el filósofo Descartes demostraba su existencia, cuando escribió “Pienso, luego existo”, que en política equivaldría a decir “Tengo el control del Estado, luego tengo el poder político”, que es precisamente lo que sucede en Venezuela por parte de su actual Presidente y del partido político que lo apoya, el PSUV.

Como es sabido, en mayo del 2018 hubo una elección presidencial en Venezuela por medio de la cual pese a la gran abstención de parte de la oposición política al gobierno chavista, triunfó con casi 5,9 millones de votos, más del 63% del total de los sufragios, el Presidente Nicolás Maduro, entre otros candidatos, y fue reelecto por otros seis años.

No voy a reproducir aquí los argumentos según los cuales tanto para la oposición política interna en Venezuela como para al menos 13 Gobiernos de este continente americano (el llamado Grupo de Lima, pero ahora ya sin México desde que asumió AMLO como su nuevo Presidente) y varios partidos políticos europeos, esa elección no ha sido legitima y que por tanto no se debe reconocer a Nicolás Maduro como Presidente de Venezuela a partir del próximo 10 de enero. Lo menos que se puede decir es que es casi infantil ese “castigo” propuesto para la “no democrática Venezuela”, como si la legitimidad del poder político fuera ratificado por una especie de coalición consensuada de otros Gobiernos del mundo y no por la simple y explicita fuerza que concede el control del aparato del Estado, que es sin lugar a dudas lo que sucede en Venezuela pese a los infructuosos intentos de la oposición política de neutralizarlo mediante las acciones gamberras protagonizadas en el pasado reciente. Nadie puede negar que el respeto a la ley y al orden social vigente en cualquier país lo mantiene el aparato represivo policial correspondiente, más el militar cuando ello hace falta. Bien saben eso por experiencia los chilenos, los argentinos, lo uruguayos, los brasileños, los paraguayos, los colombianos, los bolivianos, y casi todos los países centroamericanos. Pero cuando a ese poder militar se le suma el de una parte importante del pueblo y el poder político pasa a estar radicado en esas dos fuerzas a la vez, se ha logrado la alianza cívico-militar que permite efectuar cambios trascendentales al interior de una sociedad, en un sentido, como fueron los casos de Alemania en 1933 y el de Chile entre 1973 y 1988 ( año cuando aún el 44% de los chilenos apoyó a Pinochet) y en un sentido opuesto como lo que sucedió en Cuba en 1959. Pero esa es una definición del poder político que no gusta a muchos, concretamente a todos los que no son partidarios de cambios revolucionarios, aunque la utilizan y practican cuando les hace falta

Por consiguiente, hacer todo lo posible por que la mayoría de un pueblo no logre unirse para lograr determinadas conquistas, sean estas políticas, económicas o de cualquier orden, y mantener la pureza ideológica de las fuerzas policiales y armadas consistente en “proteger al burgués”, como definía su deber el policía perseguidor del Jean Valjean en “Los Miserables” de Víctor Hugo, son los dos objetivo fundamentales y permanentes de toda política “verdaderamente” democrática.

En mi caso, yo tengo otra fuente de conocimiento aparte de mi manera de poder analizar la realidad actual de Venezuela y es que ya viví en Cuba una de esas “películas catastrofistas”, que por cierto en este caso se ha extendido ya por sesenta años. Al inicio de la Revolución Cubana durante un cuarto de siglo vivimos aislados de todo país americanos, salvo México y Canadá, y que yo recuerde todo lo que logró ese boicot y la escandalera periodística externa fue elevar la resistencia del pueblo cubano al descubrir que la fuente del poder político en Cuba era el mismo pueblo conjuntamente con sus fuerzas armadas, que ya estaban constituidas por el propio pueblo uniformado.

Pero en una sociedad moderna también existe el poder económico además del político y la correspondencia de los intereses de quienes poseen ambos garantiza la estabilidad de todo el sistema social en su conjunto. Y es precisamente el que dicho principio no se cumpla en este caso la razón fundamental del evidente descontrol de la economía venezolana que se mantendrá mientras no se llegue a una solución interna que de alguna manera compatibilice los intereses de quienes tengan el poder político y simultáneamente el económico, cuestión a definir por los propios venezolanos.

Carlos Romeo

La Habana, 9 de enero del 2019