Por Carlos Romeo
“…si la existencia de una superpoblación obrera es producto necesario de la acumulación o desarrollo de la riqueza sobre base capitalista, esta superpoblación se convierte a su vez en palanca de la acumulación capitalista, más aún, en una de las condiciones de vida del modo capitalista de producción. Constituye un ejército industrial de reserva, un contingente disponible, que pertenece al capital de un modo tan absoluto como si se criase y se mantuviese a sus expensas.” Carlos Marx, capítulo XXIII del Primer Tomo de El Capital.
“Países de mierda”, como los calificó espontáneamente el presidente Donald Trump, fueron en su momento Irlanda, Italia, Polonia y especialmente México que lo sigue siendo, conjuntamente con países de Centro América y del Caribe, todos ellos fuentes del ejercito industrial de reserva que al llegar a los Estados Unidos desempeñan los trabajos que nadie quiere hacer. Y como todas las cosas, tiene un límite, el necesario en cada momento para cumplir su verdadera función en ese país. Y desde hace algunos años, al parecer la transferencia a China y a otros países del Tercer Mundo de buena parte de la actividad industrial que existía en los EE.UU. y desde donde ahora importan lo que necesitan para vivir, ha determinado que dicho ejército industrial de reserva deba disminuir para dejar espacio para que los desempleados autóctonos del país desempeñen esa función. Los países de mierda del continente deben limitarse a cumplir su función, proveer los recursos naturales necesarios para el desarrollo de las economías del norte, la fuerza de trabajo entre ellos, pero únicamente cuando resulte necesario. Los EE.UU. han modificado la célebre frase de Descartes “Pienso, luego existo” en “Existes cuando te necesito”.
Si se reconoce la realidad de esta situación estructural de la economía del continente americano, entonces la próxima cita de todos los presidentes y jefes de Estado de América en Lima el próximo mes de abril será el encuentro de los dirigentes de los países de mierda con los de los dos grandes países del norte del continente que por definición de Trump no lo son. En ese contexto el dilema que confronta Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, al que no se quiere invitar al conclave, no es tanto perder la oportunidad de decir abiertamente hasta cuando durará este estado de cosas en el Continente, como asistir por el simple hecho de que tiene derecho a ello por ser él también el Presidente de uno de esos países calificados por Trump.
Se está diciendo que muy probablemente Trump no asista a la cita y mande, supongo yo, a su Vicepresidente, personaje de una talla intelectual y carismática tal que fue recientemente absolutamente eclipsado en Corea del Sur por la presencia de la hermana de Kim Jong-un, Jefe Supremo en Corea del Norte, debido a lo cual Trump ha enviado en sustitución a su propia hija esperando que lo haga mejor toda vez que hay que reconocer que es también una mujer.
La Habana, 23 de febrero del 2018