LOS MEJORES AÑOS DE NUESTRAS VIDAS

Por Aníbal Ricci

La sola secuencia de Fred Derry a bordo de los despojos de un avión de guerra sin hélices bien vale una película entera. A través de los vidrios de la cabina se vislumbra la impotencia de este piloto de bombarderos que arriesgó su vida durante la Segunda Guerra Mundial. El uso de la música potencia esta escena donde la utilización de panorámicas, travellings, primeros planos, toma ascendente y una magnífica toma posterior, dan cuenta del soberbio realizador que era William Wyler.

Dicha escena resume la ofuscación de aquellos que intentaban reinsertarse dentro de la vida civil, pero que se enfrentaron a una economía deprimida producto del fin de la guerra. Los protagonistas son un aviador, un marino y un sargento del ejército. Fred Derry (piloto) es el caso emblemático, el más condecorado, pero a su vez el de extracción social más baja. En su avión era el dueño del aire; en tierra no es más que un joven sin estudios. Al comienzo del metraje estos tres uniformados cuentan sus historias y traban amistad, vuelven a su natal Boone City en un vuelo surcando las nubes, escena que insinúa un futuro esplendoroso para los retornados.

La película califica como melodrama debido a su carga emocional y moral, donde la música juega un papel preponderante para sensibilizar al espectador. Constituye un gran exponente del cine acerca de la realidad de los veteranos de cualquier contienda bélica. No es un melodrama puro, es más bien un híbrido: matiza las emociones fuertes con un vistazo a la vida cotidiana de los estadounidenses y sus ritos más importantes. No es casualidad que la cinta culmine con una boda, símbolo de unión familiar, ni tampoco el papel que asigna el guion a las mujeres como corazón de las familias.

Al Stephenson (sargento de infantería) regresará a ocupar un lugar dentro de la antigua institución financiera donde trabajaba. Pertenece a la clase acomodada e incluso lo ascenderán a un mejor puesto. Homer Parrish (marino) ha perdido los dos brazos en una explosión y no sabe cómo lo recibirá su novia. La familia de Homer lo cobija; no así la de Fred Derry que deberá afrontar con escasos medios la convivencia con una mujer complicada. Fred se enamorará de Peggy (hija de Stephenson), pero el sargento no dudará en aleccionarlo debido a que es un hombre casado. Queda en evidencia que en la cuna del capitalismo no todos tienen las mismas oportunidades.

El telón de fondo lo constituye la Ciudad de Boone, pequeña localidad del medio oeste estadounidense, con imágenes de vida doméstica, de conversación al interior del bar, problemas conyugales y habitantes reprochando el actuar de los soldados. Una vez resueltos los conflictos, la película cierra con el matrimonio de Homer, durante el cual Fred jurará su amor a Peggy.

El melodrama como género tiene sus detractores, pero convengamos que William Wyler no era cualquier cineasta y nos hará testigos de uno jodidamente bien ejecutado. Quizás debió llamarse «Los mejores años del resto de nuestras vidas», no sólo la de los personajes, sino una de las películas más conmovedoras que tendremos la suerte de ver.

 Ficha Técnica

Título original The Best Years of Our Lives
Año            1946
Duración  170 min.
País           Estados Unidos
Dirección  William Wyler
Guion         Robert E. Sherwood (Novela: MacKinlay Kantor)
Música        Hugo Friedhofer
Fotografía  Gregg Toland (B&W)
Reparto       Dana Andrews, Fredric March, Myrna Loy, Harold Russell, Teresa Wright, Virginia Mayo,

Cathy O’Donnell, Hoagy Carmichael