Nadie puede dejar de conmoverse al ver esa enorme columna de hondureños pobres marchando a través de México para intentar ingresar en los EE.UU. y así lograr un trabajo que les permita sobrevivir decentemente. Pero tampoco se puede ignorar que todo país tiene el derecho de regular a su manera el ingreso en él de otros nacionales, en este caso hasta los propios EE.UU.
Tampoco se puede ignorar que la riqueza de los EE.UU. esta desgraciadamente vinculada al estado de pobreza de Centroamérica por las vinculaciones económicas y políticas de la dependencia que han existido y existen entre ambas regiones del Continente.
Se está en presencia de una de las numerosas trágicas situaciones existentes hoy en día en lo que se denomina el Tercer Mundo subdesarrollado ante las cuales las opiniones van desde la que dice que el mundo es desgraciadamente así hasta la que plantea que hay que transformarlo, lo que nos retrae a la ya vieja discusión de cómo pueden liberarse de su destino los que Franz Fanón denomino” Los condenados de la tierra”.
En esta área tropical del Continente Americano contrastan dos actitudes diferentes de cómo pueblos del área han enfrentado esta disyuntiva. Tenemos en este caso la ola de inmigrantes que abandonaron su país y que pasivamente marchan hacia la confrontación con las fuerzas armadas norteamericanas en la frontera de ese país con México. No la juzgo, solamente la confronto con otra, la que vivió el pueblo cubano durante los años cincuenta del pasado siglo, cuando si bien muchos emigraron hacia los EE.UU., la inmensa mayoría se quedó en su país también subdesarrollado y subyugado por su vecino del Norte, y que al surgimiento de una vanguardia política nacionalista e independentista, fue integrándose a la lucha que esa vanguardia libraba en contra del régimen político dictatorial que existía en el país, hasta derrotarlo y establecer una organización política, económica y social propia de nuevo tipo. Ante esa experiencia un periodista argentino, Ricardo Masetti, que murió algunos años después tratando de hacer en su país lo mismo que los cubanos hicieron en el suyo, escribió un libro cuyo título es “Los que luchan y los que lloran”, título muy expresivo del contraste entre dos actitudes ante el mismo mal.
Ya se sabe por experiencias acontecidas que igualar lo que lograron los cubanos no es simplemente cuestión de proponérselo. Es verdad. Pero también es verdad que los cubanos lo lograron y que con seguridad se puede decir que desgraciadamente esos hondureños no lo lograran mediante lo que están haciendo. Solamente queda por esperar que no suceda una tragedia en la frontera de México con los EE.UU. Que pasara después queda a la imaginación de quienes se interesan por esta tragedia.
Carlos Romeo
La Habana, noviembre del 2018