Por Max Oñate Brandstetter
“La política es guerra sin derramamiento de sangre,
mientras que la guerra es política con derramamiento de sangre”
Mao Tse Tung
El 25 de julio del presente año, se realizó una gran marcha “feminista” por el aborto libre, dando lugar a un fuerte enfrentamiento entre “encapuchados-delincuentes” y “gente civilizada”, pero para sorpresa para todos, no son “los anarquistas de siempre”, sino de un grupo minúsculo del fascismo chileno; el Movimiento Social Patriota.
La estrategia de este grupo fue llamar la atención, no solo con sus lienzos “flip-flap” contra el feminismo y la izquierda, sino apelando al espíritu más bajo de la “ciudadanía”, que al ver “encapuchados, maleantes, anti ley y anti sistema” armando barricadas, saldrían a “atacarlos pacíficamente”. En esa dimensión teatral de lo político, ocurrió el ataque frontal de puñaladas contra las manifestantes, aunque también salió herido un carabinero; ¿En qué contexto? ¿Defendiendo “mujeres feministas”? ¿Golpeando fascistas sin saber que lo eran?
El objetivo era apuñalar, hacerse conocer, difundir sus puntos de vista al promocionar su acción, y la repercusión fue (nuevamente) “el rechazo transversal, del uso de la cobarde y condenable violencia”, que en esta oportunidad, en vez de ser apaleadas y arrestadas por policías, fueron atacadas por gente “sin uniforme” (por tanto sin violencia “legitima”)
Toda participación política, reivindicativa, que apunte a un grado supremo de modificación de condiciones sociales, económicas, académicas, etc. (todas las dimensiones de si se pertenece o se está excluido del poder) tiene que asumir –tarde o temprano- que el vínculo de la política y la violencia es estrecho, y que deben por tanto, tener capacidad de autodefensa, capacidad de ataque, chantaje y negociación.
Para hacer una toma universitaria se requiere capacidad física para desarrollar el acto de fuerza, luego, capacidad de organización, planificación: en una palabra; discurso y capacidad de despliegue y movilización física de las fuerzas propias del movimiento.
No es admisible un ataque físico por parte de grupos “ilegales”, pero tampoco debería serlo por pare de los “grupos legales”, por lo que constituye un error invocar la ley, cuando es la propia ley la que siempre fue anti abortista, católica, misógina, anticomunista, antidemocrática, que resuelva las agresiones fascistas entre la sociedad civil.
Por otro lado, detener “acciones de encapuchados al margen de la ley” no debe convertirse en el tema central, sino más bien, que hay sectores de la sociedad civil dispuestos a usar la violencia contra las manifestantes, cooperando con la represión policial.
Cuando se plantea que “el patriarcado y el capitalismo deben caer juntos”, se sabe de ante mano que no ocurrirá por métodos legales (¿ley de censura contra el capitalismo?) y lo sucedido es en parte una prueba de la poca definición del feminismo, el cual, debe aprender a defenderse de sus agresores en lo individual y en lo colectivo.
La reforma sobre el “estatuto laboral joven” es un “gran golazo” que realizó el gobierno, con un gran movimiento activo, que no vio con ojos anti machistas aquella obra pública, y que por la estrategia de convocatoria, no han definido (que suele restar gente) una posición clara y asumir que tienen dificultades, las que deben superar por sus propios medios.
Durruti, en plena guerra civil exclamó: al fascismo no se le discute, se le destruye.