Por Aníbal Ricci
En mitad del metraje, el director nos sorprende con un travelling a Willa Harper (la madre de los niños) asesinada de un corte en la garganta, montada sobre su viejo Ford, con el pelo suelto semejando algas en el fondo del río. Una mezcla entre sueño y pesadilla que el director decide apreciar desde los ojos del tío Birdie, un viejo borracho que observa al fantasma desde la superficie en su bote de pesca.
Parece un cuento infantil. Los animales del bosque acompañarán a los hijos de Harper (John y Pearl) en su huida del malvado Harry Powell, predicador y estafador que ha dado muerte a la madre de estos niños y que los persigue para adueñarse del dinero que robó Ben Harper (padre de ellos) antes de ser condenado a muerte.
«Desconfiad de los falsos profetas que se cubren con pieles de cordero, pero que en su interior son lobos furiosos», profiere una anciana al comienzo de la película. Esta fábula tendrá su lobo feroz y niños que huyen de este sujeto que llega en un tren acompañado de música amenazadora (magnífica banda sonora de Walter Schumann). Aparece como una sombra junto a la ventana, en medio de la noche, entonando una canción que se transformará en una verdadera pesadilla. Lleva impresas las palabras «Amor» y «Odio» en sus puños, un ícono de la cultura cinematográfica y representación de la eterna lucha entre el bien y el mal.
La historia está contada desde el punto de vista de los niños: los malos se muestran muy malos y los buenos, muy buenos. Veladamente el director insinúa que el paso del tiempo nos convierte en viejos obsesionados por el dinero, el sexo y el perdón.
El primer pecado es atribuible a Powell, pero los dos segundos se expresan en la actitud de Willa Harper, transformada en fanática religiosa que Powell hace sentir culpable en su noche de bodas, diciéndole que «el cuerpo (femenino) no ha sido creado para el placer del hombre».
Powell es un psicópata misógino que aborrece a las mujeres. «Hay algo que tu odias Señor: los seres perfumados», le dice a Dios en un extraño diálogo sordo.
Lo único que le interesa a Powell es el dinero. «No debe haber secretos entre nosotros», les dice a los niños. «Mentir ante los ojos de Dios es abominable», les repite en un tono cínico que busca el respaldo divino.
Harry Powell es un personaje divertido dentro de su oscuridad, un falso predicador que embauca a todo el pueblo con su labia religiosa.
En la segunda parte de la cinta, el lenguaje de las imágenes se vuelve onírico. Los niños huyen de Powell, los persigue con un cuchillo y apenas logran escapar por el río. Navegan en medio de una noche estrellada (planos fijos realmente hermosos) y el bote surca la Naturaleza ante la mirada de atentas lechuzas y el resto de los habitantes del bosque.
«Soy un árbol fuerte con ramas para muchos pájaros», sentencia Rachel Cooper, la anciana que semeja un hada madrina. Acoge niños huérfanos para protegerlos de la maldad del mundo. Lee la Biblia y les cuenta cómo Jesús fue salvado de las manos de Herodes.
Powell se hace pasar por el padre de John y Pearl, pero la señora Cooper da cuenta de su mentira. El predicador acecha durante las noches cantando su canción infernal, la misma que entona Rachel con la escopeta en brazos. Cuando irrumpe en la casa, Rachel Cooper le dispara justo antes que llegue la policía a arrestarlo.
La tormenta ha pasado, es Navidad y los niños abren sus regalos.
Este cuento se ha acabado.
Ficha Técnica
Título original The Night of the Hunter
Año 1955
Duración 93 min.
País Estados Unidos
Dirección Charles Laughton
Guion James Agee (Novela: David Grubb)
Música Walter Schumann
Fotografía Stanley Cortez (B&W)
Reparto Robert Mitchum, Billy Chapin, Sally Ann Bruce, Shelley Winters, Lillian Gish, Peter Graves, Evely Varden, James Gleason