Por Carlos Romeo
La sorprendente elección de Donald Trump a la Presidencia de los Estados Unidos altera, al parecer, la tendencia seguida hasta ahora por el proceso de normalización de las relaciones de Cuba con ese país. Con Obama sabíamos que este proceso ya no tenía marcha atrás toda vez que él había tomado a su riesgo, la decisión más difícil que era reconocer como equivocada e inoperante una línea política seguida durante 55 años por 11 Presidentes norteamericanos para lograr los fines que pretendía alcanzar, con lo cual se reconocía implícitamente que en esa confrontación habían ganado los cubanos, quienes habían demostrado que el poder del imperio tenía sus límites, o dicho de otra manera, que no tenía el poderío que los propios norteamericanos creían que tenía. El lema triunfalista de Trump “Hagamos otra vez grande a América” presagia intentos hegemónicos aun no definidos por parte de su futura administración. Estamos, al parecer, ante una “ruleta” política sin saber en qué numero caerá la bolita.
Pero en verdad las cosas no ocurren así al interior del “monstruo”, como lo llamo José Martí. Fidel nos lo aclaro cuando en noviembre del 2008 nos entusiasmamos en Cuba con el triunfo electoral de un hombre joven, inteligente y negro, que hablaba de cambios en la política norteamericana. Fidel reconoció la significación de que por primera vez un descendiente de africanos hubiera ganado la elección presidencial en los EE.UU. pero nos recordó que había sido elegido para ocupar el puesto de “gerente general” de una enorme empresa llamada imperio norteamericano y que, por tanto, debería seguir las “instrucciones” que recibiría de su Junta Directiva que representa a los propietarios de las inmensas empresas que conforman dicho imperio. Pasaron 8 años y, una vez más, se confirmó lo que Fidel había aclarado y pronosticado.
Por ello, si Trump piensa debido a su inexperiencia política, que podrá hacer lo que el estime conveniente durante su administración, que dicho sea de paso solo dura 4 años, está muy equivocado. Ya aprenderá que solamente tiene ante sí dos posibles conductas. O “entra por el aro” y cumple las directivas que ya le llegaran de la Junta Directiva del Imperio Norteamericano, o no lo hace, con lo cual el pragmatismo típico de la cultura y tradición norteamericana, hará que pierda su cargo, ya sea por un “impeachment”, o acusación por cometer errores en su desempeño, o por el expedito procedimiento que fue utilizado en 1963 para sacar de la Presidencia al Presidente Kennedy.
De no estar equivocado al hacer este análisis de la nueva coyuntura política norteamericana que, desgraciadamente, nos afecta en Cuba como a muchos otros, el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre los EE.UU. y Cuba y el inicio de un proceso de normalización del resto de sus relaciones, no obedeció a un “capricho” o decisión personal de Obama, si no que a una acción en concordancia con las instrucciones recibidas de la Junta Directiva del imperio norteamericano y no hay razón para que hayan sido cambiadas. Por consiguiente, “let us wait and see”, esperemos y veamos que va a suceder. En cualquier caso, 4 años más de lo que Cuba aguanto durante 55, no debe alterar a los cubanos.
La Habana, diciembre del 2016
PD: Desde Cuba, felicidades durante el 2017 para todos los lectores.