Por Hugo Fazio
El Comité Federal de Mercado Abierto de la Reserva Federal de Estados Unidos procedió a rebajar en un cuarto de punto porcentual, de 2,25% -2,50% a 2% -2,25%, su tasa de interés. Fue la primera disminución desde el 16 de diciembre de 2008, cuando la llevó prácticamente a cero para enfrentar las consecuencias de la Gran Recesión, de la cual salió a mediados de 2009. Simultáneamente, procedió a adelantar en dos meses, desde septiembre a julio, el proceso de reducir los activos financieros en su poder, los cuales aumentaron extraordinariamente alcanzando a US$4,5 billones al adquirirlos también con propósitos anticíclico a través del mecanismo conocido como relajamiento cuantitativo, creando masivamente dinero. Su monto lo ha reducido a US$3,8 billones.
Su presidente, Jerome Powell, calificó este accionar de un “ajuste de mitad de ciclo a la política”. Añadiendo que con esta denominación lo “está contrastando con el comienzo de un ciclo de recortes”. El Comité añadió “la intención de actuar como seguro contra los riesgos de un crecimiento global débil y la incertidumbre de las políticas comerciales, ayudar a compensar los efectos que estos factores están teniendo sobre la economía, y promover un retorno más rápido de la inflación a nuestro objetivo del 2%”. La decisión contó con el voto en contra de los presidentes de la Fed de Kansas y Boston, los cuales se pronunciaron por la mantención de las tasas, teniendo en cuenta que aún las cifras de crecimiento se mantenían sobre su expansión potencial y ante el peligro de que su reducción pudiese conducir a la expansión de burbujas financieras.
Los comentarios de Powell tienen como objetivo, comentó Paul Krugman, premio Nobel de Economía, “garantizar seguridad ante preocupantes indicios de una futura desaceleración y más concretamente la debilidad de la inversión empresarial, que ha registrado una caída en el último trimestre, y de la fabricación que lleva cayendo desde principios de año. Evidentemente, -agregó- Powell no podía decir abiertamente que la trumpnomía ha sido un gran fiasco, pero ese era el trasfondo de sus comentarios”.
Powell fundamentó el acuerdo “a la luz de las implicaciones de la evolución mundial para el panorama económico, así como en la baja presión inflacionaria”, además de la “persistencia” del cuadro de “incertidumbre”. Agregando que seguirán actuando así “si es apropiado para sostener la expansión”. El producto de EE. UU. creció en el segundo trimestre en un 2,1% con relación a los mismos meses del año anterior, con lo cual el aumento en el primero en doce meses fue de 2,6%, ligeramente superior a octubre-diciembre de 2018 cuando lo hizo en 2,5%. Con la particularidad de un elevado crecimiento en el consumo, de 4,3%, que incide poderosamente en la evolución de la demanda interna, pero con una preocupante caída en la inversión, de aproximadamente un 1%, y en las exportaciones (-5,2%), ampliando el déficit comercial. Es absolutamente sin precedentes que la Fed disminuya la tasa encontrándose aún la economía en una etapa expansiva.
La tasa de interés se mantenía en el nivel de 2% -2,5% desde diciembre de 2018, cuando se puso fin al proceso de normalización de ellas iniciado a fines de 2015, durante la presidencia de Janet Yellen en la Fed, política continuada hasta detenerse su crecimiento bajo la dirección de Jerome Powell, con las permanentes críticas de Donad Trump. Modificada la tasa calificó la determinación de decepcionante. “Lo que el mercado quería oír de Jerome Powell y de la Reserva Federal -twiteó- en que este era el inicio de un prolongado y agresivo ciclo de recorte de tasas que seguirán el ritmo de China, la Unión Europea y otros países. Como siempre Powell nos decepcionó, –recalcó-, pero al menos está terminando el endurecimiento cuantitativo, que no debería haber comenzado (…)”. Consultado el presidente de la Fed por esta crítica contestó, como en ocasiones anteriores, que el Comité Federal “no tiene en cuenta consideraciones políticas”.
La determinación de la Fed consideró la incertidumbre creada por el conflicto económico entre EE. UU. y China. Esta confrontación al día siguiente Donald Trump la intensificó en el plano comercial al amenazar en aumentar a partir del primero de septiembre en 10% los aranceles a todos los productos importados de China que permanecen sin ser gravados adicionalmente, cifrados en unos US$300.000 millones. La amenaza fue efectuada después de recibir la información de la reunión efectuada con la contraparte del país asiático en Shanghái. Las conversaciones están programadas para tener un nuevo encuentro precisamente en septiembre. Recurrió así a su procedimiento habitual de amenazar y negociar al mismo tiempo. A pesar de todo la andanada de incrementos arancelarios desatados por EE. UU. las exportaciones chinas, que habían decrecido durante junio en comparación con doce meses antes, en julio se incrementaron en un 3,3%. Eso sí, las importaciones disminuyeron en 5,6%, lo cual puede ser un antecedente de una reducción en los niveles de demanda interna.
El Ministerio de Comercio chino en un comunicado criticó la determinación. “Rechazamos esta medida –señaló- que rompe con el compromiso alcanzado por los líderes de ambos países en la pasada cumbre del G20 celebrada en Osaka. Si EE. UU. pone en marcha estos aranceles –agregó- China tendrá que tomar las medidas necesarias para salvaguardar sus intereses legítimos. EE. UU. tendrá que asumir las consecuencias”. Por su parte la portavoz del Ministerio de Exteriores, Hua Chunying, acusó a Washington de “chantajear” e “intimidar” con la resolución adoptada, agregando que “China no negociará bajo presiones”.
En este contexto, la moneda china cayó por debajo de los siete yuanes por dólar. El Banco Popular de China (BPC) explicó la tendencia bajista de su moneda como consecuencia de las políticas proteccionistas y el anuncio de la aplicación por EE. UU. de nuevos aranceles. La reducción se produjo tanto en el mercado onshore, en el cual se cotiza internamente, como en el offshore establecido en Hong Kong desde el año 2010 para hacerlo internacionalmente. Una paridad por debajo de este nivel no se daba desde abril de 2008, durante la Gran Recesión. Paralelamente el Ministerio de Comercio de la potencia asiática comunicó que las empresas estatales dejarían de comprar productos agrícolas en EE. UU. Trump respondió modificando la autorización para que empresas estadounidenses efectuasen negociaciones con la tecnológica china Huawei, indicando que para hacerlo deben contar con licencias que se lo permitan.
Trump reaccionó criticando tanto a China como a la Reserva Federal estadounidense. “China –manifestó- ha reducido el precio de su divisa hasta casi alcanzar un mínimo histórico. A esto se le llama manipulación de la divisa. ¿Estás escuchando Reserva Federal? Está es una grave violación (…)”. Poco después insistió en otro twitter: “China ha usado siempre la manipulación de divisas para robar nuestros negocios y empresas, dañar nuestros trabajos y reducir (…) los precios de nuestros agricultores. ¡Nunca más!”.
La manipulación se produce cuando las autoridades de un país intervienen en el mercado para debilitar su moneda y obtener así ventajas en el comercio exterior. EE. UU. calificó a China como un manipulador monetario entre 1992 y 1994, haciendo lo mismo con Japón y Taiwán a fines de la década de los ochenta. El Departamento del Tesoro estudia la situación en este plano dos veces en el año. Durante la administración de Trump concluyeron en que no reúnen los antecedentes para calificar a Beijing de manipulador, ello hasta cuando descendió a 7,1087 yuanes por dólar. La confrontación comercial y tecnológica se ampliaba también al terreno cambiario.
Inmediatamente, la Casa Blanca denunció a Beijing ante el Fondo Monetario Internacional, decisión que no adoptaba desde 1994. Steven Mnuchin, secretario del Tesoro, le planteó que “proceda a eliminar la ventaja competitiva injusta creada por las últimas acciones de China”. El paso dado por EE. UU. fue calificado por el Banco Popular de China, BCP de “un acto caprichoso de unilateralismo y proteccionismo. (…) debilita –añadió- las normas internacionales y tendrá un impacto material en la economía global y las finanzas. China invita a EE. UU. –concluyó- a frenar a su caballo al borde del precipicio, a retroceder en el camino equivocado y regresar a un camino racional y objetivo”. Paralelamente el BCP anunció la colocación de deuda pública, por un monto cercano a las US$4.000 millones, medida que el retirar liquidez reduce la presión por el debilitamiento de su moneda. Diez años atrás China destacaba por su elevado superávit comercial. Esa situación se modificó después de la crisis financiera de 2008.
“La realidad –constató Raghuram Rajan, actualmente académico de la Universidad de Chicago, execonomista jefe del Fondo Monetario- es que el FMI ha dicho durante un tiempo que China no está manipulando su moneda, que el renminbi está a un nivel razonable. De hecho, China ahora está cerca de una cuenta corriente balanceada. Ciertamente –concluyó- el FMI, que es el que monitorea los tipos de cambio, está argumentando que China no se encuentra fuera de línea”. Mientras EE. UU. funciona con déficit. El dólar, de acuerdo con el informe de julio del FMI se encontraba sobrevalorado entre el 6% y 12%.
Trump fue incluso más lejos. Se pronunció abiertamente por el debilitamiento de la moneda estadounidense. “Como vuestro presidente –manifestó-, cualquiera podría pensar que estoy contento con nuestro dólar fuerte. ¡No lo estoy!”. Nunca un presidente de EE. UU. había efectuado un pronunciamiento de este tipo, siempre se aparecía abiertamente a favor de un dólar fuerte, considerándolo como una necesidad para obtener el equilibrio económico. Por su parte, el BPC comunicó oficialmente que estableció la paridad de 7,0039 yuanes por dólar, dejando al mercado un margen de fluctuación de 2% más alto o más bajo.
El presidente estadounidense, partidario de un dólar débil, se felicitó de que “cantidades ingentes de dinero de China y de otra parte del mundo están entrando a raudales en Estados Unidos. (…) es bonito –resaltó- ver algo así”. ¿Este fenómeno conduce o no al dólar débil que busca? “pues –escribió Paul Krugman- que la moneda se revaloriza, que es exactamente de lo que se queja Trump. Y si estuviesen saliendo grandes cantidades de dinero de China, el Yuan se estaría desplomando, no experimentando la caída trivial (de un 2%) que denunciaba el Tesoro”.
Esta pugna cambiaria tiene lugar cuando importantes motores de la actividad económica mundial enfrentan o buscan evitar un frenazo de sus economías, lo cual influiría en la evolución global que se encuentra en la fase de decrecimiento. Raymond Torres, director de Coyuntura de Funcas, considera que “EE. UU., China y Alemania se acercan al fin de sus ciclos alcistas y que los acontecimientos de los primeros días de agosto elevan la probabilidad de un frenazo más brusco. A lo cual se agrega los mayores riesgos de Europa por un Brexit fuera de control y la débil situación de Italia”.
En el primer semestre del año el déficit comercial de EE. UU. con Beijing se redujo en un 10% en relación con los mismos meses del año anterior, descendiendo a US$167.050 millones. La importación de bienes procedentes de la potencia asiática se contrajo en 12%. China pasó así a ser el segundo suministrador de productos a EE. UU., siendo superado por México, que los incremento en un 3%. Pero, el déficit comercial general de Washington siguió en alza no cumpliéndose el objetivo de Donald Trump de reducirlo. Creció en enero-junio en 3%, alcanzando a US$417.600 millones. ¿Qué ha sucedido? “Las pruebas son abrumadoras –escribió Paul Krugman-: los aranceles no tienen un gran impacto en la balanza comercial en su conjunto. Como mucho cambiar el déficit de sitio: Estados Unidos importa menos que China, pero importa más de otros lugares como Vietnam. Por otro lado –agregó el Premio Nobel-, piensen en las oportunidades perdidas. Imaginen lo que podríamos haber hecho con unas políticas que impulsarán los empleos del futuro en sectores como las energías renovables, en lugar de guerras que intentan recrear en vano la economía manufacturera del pasado”.
A partir de estos hechos se intensificó la búsqueda en el mercado financiero de refugios contra la incertidumbre. Uno de ellos son los bonos del Tesoro. Por ejemplo, el de EEUU a treinta años se ubicó muy cerca de su mínimo histórico. Mientras tanto, Donald Trump insistió en su presión sobre a Reserva Federal demandándole medidas más fuertes en materia de tasas de interés. “Nuestro problema no es China –twitteó- nuestro problema es la Reserva Federal que es demasiado orgullosa de admitir su error”, insistiendo en que proceda a un recorte de las tasas “más grande” y “más rápido”. Estas presiones abiertas llevaron a los expresidentes de la Fed (Yanet Yellen, Ben Bernanke, Alan Greenspan y Paul Volcker) a advertir que estas actitudes “pueden minar la confianza” en el organismo.
Desde luego, el agudizamiento de la confrontación tiene consecuencias globales. “(…) los esfuerzos de Donald Trump para aislar a China del comercio global –comentó Financial Times- están creando un efecto dominó. La guerra comercial nos está llevando hacia aguas cada vez más desconocidas. El endurecimiento de las posiciones –concluyó- provocarán consecuencias negativas en todo el mundo”.
Los efectos de la confrontación económica, la revaluación del dólar y la incertidumbre en los mercados globales fue inmediata. En los mercados, los recursos financieros buscaron refugios recurriendo a bonos, en el caso de los del Tesoro de EE. UU. los a treinta años rozaron mínimos históricos, en los países europeos cuatro títulos experimentaban tasas negativas, los alemanes que son los más demandados anotaron el día 7 una tasa de -0,59%. Un segundo refugio lo constituyeron distintas divisas, empezando por el dólar estadounidense, pero también el yen japonés, el franco suizo y el dólar australiano. Y como siempre el oro, que sobrepasó por primera vez en más de seis años los US$1.500 la onza.
Al conocerse la devaluación del yuan varios bancos centrales procedieron a reducir sus tasas de interés. El Banco de la Reserva de India la disminuyó por cuarta vez en el año, argumentándolo en que “la actividad económica interna continúa siendo débil, con la desaceleración mundial y la escalada de tensiones comerciales que plantean riesgos a la baja”. El Banco de Reserva de Nueva Zelanda la disminuyó hasta un 1%. Su presidente, Adrian Orr, entre los fundamentos utilizados hizo referencia a que “la mayor incertidumbre y la disminución del comercio internacional han contribuido a un menor crecimiento de los socios comerciales”. En Tailandia se vinculó la reducción de la tasa con la caída de las exportaciones, la disminución de la inflación y la desaceleración de la demanda interna. Poco después la disminuyó el Banco Central de Filipinas. Por su parte, el índice de acciones de mercados emergentes, MSCI caía al 8 de agosto durante 10 sesiones consecutivas, anotando una baja de once puntos porcentuales.
Estas reducciones de tasas en fases de bajo crecimiento, como ya lo hemos señalado en varias oportunidades, tienden a dar escasos resultados. “Los bancos centrales –expresó Rajan- han estado intentando señalar que es lo que quieren hacer, pero en parte estamos en un territorio económico en el cual no entendemos bastante por qué la influencia está todavía tan baja. (…) en general, la habilidad del recorte de tasas para impulsar el crecimiento se ha vuelto menos efectivo en el tiempo (…). Es más difícil estimular hoy el crecimiento de manera adecuada con el recorte de tasas de interés. Soy cada vez más escéptico de que la política monetaria sea la respuesta en el futuro”. Keynes ya observó lo mismo en sus escritos.
Paralelamente el mercado cambiario global vivía un fuerte descenso de la libra cotizando a niveles mínimos desde 2017 a causa de los anuncios efectuados por el nuevo primer ministro británico, Boris Johnson, de que el Reino Unido abandonaría en octubre la Unión Europea “pase lo que pase” si Bruselas no acuerda negociar la salida. En el primer encuentro a comienzos de agosto, “ambas partes reiteraron sus posiciones”, de acuerdo con el comunicado de la Comisión Europea. La incertidumbre creada, que paraliza las inversiones, condujo a que el segundo trimestre del año, por primera vez desde 2010 el producto del Reino Unido se contrajese en un 0,2%. El informe entregado por la Oficina Nacional de Estadísticas detalla el retroceso de la industria manufacturera, de 2,8%, la debilidad de la construcción (-1,3%) y que el influyente sector de los servicios solo creció 0,1%.
Sus efectos, también se dieron en el país. En la semana inicial después de la decisión de bajar las tasas de interés por la Fed, la paridad cambiaria aumentó en 2,5%, cerrando en $713, la cotización del cobre descendió en 2%, siendo superior la del hierro (10,89%), la soya (3,61%) y el petróleo Brent (3,4%). Por su parte el indicador bursátil descendió en 1,92%. “La incidencia que tiene una apreciación global para Chile es relevante para la situación del peso chileno que incluso se venía depreciando antes –expresó Axel Christensen, director de estrategia para América Latina de BlackRock-, y segundo, porque va a incidir sobre el precio de las materias primas”. En agosto la paridad en un momento superó los $720 por dólar.
Igualmente, los efectos negativos ya se venían expresando en el comercio exterior. En el primer semestre, las exportaciones se redujeron tanto a China como a EE. UU. en 11% con relación a los mismos meses de 2018. A la Unión Europea lo hicieron en 13%. Incluso cayeron las colocaciones al conjunto de los países con que se tienen acuerdos comerciales durante enero-junio en 6,9%. Obviamente aumentaron en aquellos países donde se relocalizaron empresas chinas para exportar desde ese país a EE. UU. “(…) se aprecia –comentó Rodrigo Yáñez, subsecretario de Relaciones Económicas Internacionales- un fuerte aumento de la inversión extranjera directa en países como Vietnam y Malasia, países que se posicionaron como territorios seguros para fabricar manufacturas y tecnologías, y luego exportarlas sin aranceles adicionales a EE. UU.”.
Agosto 2019