En julio, la inflación en el país se disparó a 13,1% en doce meses, la cifra más elevada desde 1994, hace 28 años, llegando ya al nivel máximo proyectado para 2022 por el Banco Central. En los primeros siete meses del año registra un alza de 8,5%. Su incremento con relación al mes anterior fue de 1,4%, el aumento más considerable desde que se inició el proceso inflacionario, con la excepción de marzo en que creció 1,9%. Se mantiene en cifras de dos dígitos desde el mes de abril cuando anotó 10,5%. La inflación subyacente, que elimina a los bienes más volátiles, los alimentos y la energía, creció en relación al mes anterior un 0,9%.
La inflación repercute con mucha fuerza en las capas de la población de menores ingresos y en los más vulnerables, incidiendo marcadamente en ello lo que acontezca en la división de alimentos y bebidas no alcohólicas que tuvo en julio un impacto del 13,1% en el aumento total, de 3,920 puntos porcentuales. Los alimentos se incrementaron en doce meses un 39%. A nivel de producto el que registró una mayor variación fue el plátano, que aumentó 30,4%. La segunda división de mayor incremento fue el transporte, en la que tuvo mucha incidencia el aumento de las gasolinas, de 32,3%, casi un punto del alza general anual, al igual que los pasajes aéreos.
Una actividad con gran incidencia en el crecimiento de los precios fue el turismo. ”Este tipo de servicios -señaló Helen Kouyoumdjian, vicepresidenta ejecutiva de Fedetur- tiene un precio definido no solo por factores económicos internos, sino que también Internacionales. Son un conjunto de situaciones que han derivado en un alza significativa de los precios. Los costos de estos servicios principalmente están en moneda extranjera, como el dólar, lo cual implica una influencia al alza de precios. Todos los vuelos aéreos y los paquetes turísticos, que, por supuesto incluyen el traslado en avión, han sido afectados significativamente por el alza de costos”, La unidad de fomento se elevará entre el 10 de agosto y al 9 de septiembre en $469 hasta $33.973, lo que automáticamente produce incrementos en todos los precios indexados a ella.
El ministro de Hacienda, Mario Marcel, destacó como un factor fundamental del curso alcista de julio la evolución que experimentaba el tipo de cambio, que llevó finalmente a la intervención del Banco Central, que se dejó entregada hasta ese momento a la libre decisión del mercado. La Encuesta de Expectativas Económicas del Banco Central, efectuada después de conocerse el IPC de julio, estimó que la inflación llegará al cerrar el año a 12,3%, 1,3 puntos superior a la efectuada el mes anterior. Y la aumentó en 2023 a 5,5% desde el 5,1% previsto anteriormente.
La inflación interna está muy influida por el proceso global de alza en los precios, particularmente importante en un país como Chile absolutamente abierto al libre movimiento de capitales financieros, no pocos de ellos de carácter especulativo, y de mercancías, lo cual lo hace muy vulnerable al tener, junto a un tipo de cambio entregado al mercado, una cuenta de capitales de la balanza de pagos igualmente absolutamente abierta. Ello lleva además a que el accionar del Banco Central se restrinja al empleo unilateral de la tasa de interés como su mecanismo de política.
“Para los equilibrios de la macroeconomía real -como escribe Ricardo Ffrench-Davis en su libro La pandemia neoliberal- es relevante como llega la globalización financiera internacional a nuestro mercado interno. En la actualidad -detalló-, con cuenta de capitales financieros internacionales abierta y tipo de cambio libre ya por dos décadas, son los mercados financieros de corto plazo, especializados en la inversión especulativa, y el fluctuante precio del cobre los que se constituyen en los principales de la demanda efectiva interna y de la evolución del tipo de cambio. A grandes rasgos -concluyó-, el enfoque macroeconómico de Chile (…) es el de moda en el mundo neoliberal, focalizada en una inflación baja como objetivo dominante, con una cuenta de capitales y un tipo de cambio libre de intervención del Banco Central, pero cautivo de los humores de mercados financieros. Esta constituye, en suma, una trilogía ortodoxa o neoliberal”1.
En EEUU, la inflación de julio, dato que se esperaba con gran interés, mostró una reducción en doce meses desde el 9,1% registrado en junio, el nivel más alto en cuatro décadas, a 8,5%. El descenso se debió en lo fundamental a la reducción de 7,7% en el precio de la gasolina, que tuvo una gran incidencia en la fase del proceso ascendente. Con relación al mes anterior no registró variación, debido a que la disminución en el precio de la gasolina se vio compensada por los incrementos en los alimentos y la vivienda. La tasa continúa estando más de cuatro veces por encima del 2%, que constituye el nivel perseguido por la Reserva Federal, cuya próxima reunión de política monetaria está prevista para los días 20 y 21 de septiembre, cuando debe decidir sobre la evolución de su tasa de interés.
A diferencia de la gasolina, los precios de los alimentos en EEUU continuaron su proceso ascendente, aumentando en 13,1%. La inflación subyacente, que no considera por su volatilidad ni los alimentos ni la energía, se mantuvo inalterada en 5,9%, siendo el componente más estable de la variación del IPC. El índice de volatilidad, conocido como el “medidor de miedo”, se colocó por debajo de los veinte puntos, En agosto, el precio de la gasolina siguió reduciéndose. Joe Biden ha titulado como Ley de Reducción de la inflación su proyecto estrella, aprobado después de duras negociaciones en el Senado y posteriormente en la Cámara de Representantes, que permite inversiones ascendentes a US$700.000 millones en salud y medio ambiente.
La inflación interanual en China de julio, dado a conocer por la Oficina Nacional de Estadísticas, fue de 2,7%, dos décimas por encima de junio y su nivel más elevado en los dos últimos años. La división del índice que más empujó al alza fue la de los alimentos que aumentó en 4,7%. Las otras siete divisiones también crecieron. Por otra parte, los precios de la producción industrial descendieron en 4,2%, influidos por el descenso en el costo de las materias primas. En los niveles de actividad económica han incidido, para que se diese un crecimiento por debajo del objetivo perseguido, las estrictas medidas adoptadas para enfrentar brotes del Covid y los controles aplicados en sectores económicos, como el inmobiliario.
En Brasil, su inflación de julio experimentó un descenso de 0,68%, en lo cual fue determinante la reducción en 14,15% de los combustibles y entre ello de la gasolina en 15,48%. A ello contribuyó que la empresa estatal Petrobras, a partir de la baja experimentada por la cotización internacional del petróleo, redujo sus precios. Pero, sobre todo, incidió que Jair Bolsonaro, buscando revertir el deterioro de su imagen, y acortar la distancia que las encuestas le dan para la primera vuelta de la elección presidencial frente a Lula da Silva, disminuyó gravámenes en la comercialización de la gasolina y la energía. El Banco Central, dada la menor cifra de inflación en julio, proyectó que su nivel sería al cerrar el año de 7,11%. En julio estaba en 10,07%. Bolsonaro busca además canalizar para su candidatura un bono mensual de 600 reales (US$118), otorgado hasta diciembre a las familias de menores ingresos, para amortiguar los efectos de la inflación.
En México, la segunda mayor economía latinoamericana, la inflación de julio en doce meses alcanzó a 8,15%, la tasa más elevada desde julio de 2000, cuando fue de 9,12%, según las cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). En relación a junio el IPC subió solo 0,74%. En julio de 2021 era de. 5,81%. La particularidad de México es que la inflación no subyacente, a diferencia de lo que acontece en la generalidad de los países, fue superior a la general, lo cual se explica debido a medidas adoptadas por el gobierno de Lopez Obrador en precios considerados volátiles, los cuales aumentaron por debajo del índice general. La tasa de interés del Banco de México, igualmente utilizada para enfrentar el proceso inflacionario, era en julio de 7,75%.
La inflación en Argentina se encuentra nuevamente en un proceso ascendente. El IPC de julio en doce meses fue de 71%. En los primeros siete meses del año, el incremento de los precios llegó a 46,2%. El alza mensual subió a 7,4%, el aumento más alto desde abril de 2002, en pleno “corralito”, como mecanismo para frenas la salida de divisas. La división en que más creció la inflación en julio fue la de alimentos y bebidas no alcohólicas que ya vimos lo que significa para los sectores de menos ingresos. El Banco Central, previo al informe sobre el IPC, subió la tasa de interés a 69,5%. “Lo más preocupante -comentó la consultora C&T Asesores Económicos- es que la variación mensual estuvo fuertemente influenciada por el componente núcleo, que mide la tendencia de fondo. Por ello, todos los rubros tuvieron importantes aumentos en el mes”.
Las repercusiones de una inflación elevada sobre la marcha de la economía y el nivel de vida de las personas son considerables. Desde luego aumentan las capas de la población con insuficiencia alimentaria. Como ya lo hemos señalado otras veces, el aumento de los precios incide negativamente en los salarios e ingresos reales, ya que se le debe disminuir a los nominales. Lo mismo acontece en otras variables. La incidencia se produce, como acontece a nivel global, además en la actividad económica. El proceso inflacionario incidirá en un nuevo incremento en las tasas de interés en la próxima reunión programada del Banco Central de política monetaria.
Hugo Fazio
Agosto de 2022