Por Carlos Romeo
Si fuera posible lograr una discusión desapasionada y estrictamente lógica sobre una explicación científica del surgimiento, desarrollo y tendencias del sistema económico capitalista, especialistas del tema, tanto de una formación neoclásica como marxista, coincidirían en lo acertado de la estructura conceptual expuesta por Carlos Marx en el Primer Tomo de su obra El Capital, salvo claro está sobre el momento crítico en que Marx expone que la fuente del valor de una mercancía es el trabajo socialmente necesario para su producción y por consiguiente también sobre la secuela de que la diferencia entre el valor del capital invertido en su producción y el que se obtiene al venderse, es trabajo incorporado por los trabajadores que no le ha sido remunerado. Vale decir, que el fundamento del sistema radica en la captación en su provecho por parte del capitalista de la capacidad humana de producir más de lo necesario para subsistir. La consecuencia de esta divergencia en la explicación del origen de la ganancia capitalista conduce a que el sistema sea considerado por unos como basado en la explotación del hombre por el hombre, como sucedió desde los albores de la civilización hasta la actualidad, y por otros como un regimen justo y por tanto legitimo toda vez que, en sociedades de hombres jurídicamente libres, los trabajadores reciben un salario por la venta de su capacidad de trabajar.
No obstante, y al margen de estas opiniones radicalmente diferentes, es una realidad la contradicción entre ganancia capitalista y salarios toda vez que se trata del reparto del valor creado por una empresa y por la sociedad en su conjunto: más salarios implica menos ganancia y viceversa. La solución de esta contradicción es para quienes defienden la racionalidad y objetividad del regimen de producción capitalista, que ambos crezcan, pero para lo cual hace falta acumulación de capital con el fin de elevar la productividad del trabajo y así lograr aumentar simultáneamente salarios y ganancia. Este sería el limite objetivo de un reparto racional del valor creado en una sociedad con un regimen social de producción capitalista. La empresa es la gallina que pone huevos de oro y, por consiguiente, ¡cuidado con matarla!
Ya finalizando el Tomo I de El Capital, Marx señala la inevitable tendencia a la centralización y concentración del capital, vale decir de la riqueza, en cada vez menos manos mientras la “no riqueza”, para no decir pobreza, se generaliza en cada vez más personas y que el capital, así concentrado, se dedica a producir exclusivamente lo que permite una ganancia como único criterio lógico para la asignación de los recursos con que cuenta la sociedad. Hasta ahí no veo motivos de discrepancia entre neoclásicos y marxistas. En efecto, Piketty en su reciente libro ”Capital”, demuestra empíricamente que en los EE.UU. hacen falta hoy en día 7 unidades de valor como capital para producir una sola unidad de producto y que del PIB un 10% de la población se apropia del 50%, quedando el otro 50% para el 90% de su población, o para decirlo en los términos utilizados por los jóvenes de Nueva York, 3 millones de millonarios y billonarios, el 1% de la población, controlan el trabajo del 99% restantes de los más de 300 millones de habitantes que tiene ese país. Que el resultado final sea la existencia de 40 millones de pobres (a la estadounidense, no al estilo del tercer mundo) en los EE.UU. y también de 30 millones en la Unión Europea, y que para el mundo en su conjunto el panorama sea, según las Naciones Unidas, el siguiente
• 100.000 personas mueren de hambre al día.
• Cada 5 segundos un niño menor de 10 años muere por falta de alimento.
• Más de 1.000 millones de personas viven actualmente en la pobreza extrema (menos de un dólar al día); el 70% son mujeres.
• Más de 1.800 millones de seres humanos no tienen acceso a agua potable.
• 1.000 millones carecen de vivienda estimable.
• 840 millones de personas malnutridas.
• 200 millones son niños menores de cinco años.
• 2.000 millones de personas padecen anemia por falta de hierro
• 880 millones de personas no tienen acceso a servicios básicos de salud.
• 2.000 millones de personas carecen de acceso a medicamentos esenciales,
son manifestaciones objetivas de los resultados del sistema económico capitalista a escala del planeta, Si, funciona, pero con sus limitaciones y consecuencias, lo cual lleva a la siguiente conclusión profética de Marx que claro está, es la que más antagonismo genera. En sus propias palabras
“El monopolio del capital se convierte en grillete del régimen de producción que ha crecido con él y bajo él. La centralización de los medios de producción y la socialización del trabajo llegan a un punto en que se hacen incompatibles con su envoltura capitalista. Esta salta hecha añicos. Ha sonado la hora final de la propiedad privada capitalista. Los expropiadores son expropiados”. (Ver pag.699 de “El Capital”, Primer Tomo, Editora Nacional de Cuba
Conclusión rotundamente refutada “por no ser científica” según los economistas neoclásicos, pero que a pesar de ello sucedió en 1917 en Rusia, en 1948 en Corea del Norte, en 1949 en China, en 1954 en Vietnam y en 1961 en Cuba y que, pese al desplome del socialismo en la ex Unión Soviética en 1991, hoy por hoy unos 1500 millones de habitantes aún viven bajo otro regimen social de producción denominado socialismo. ¡Increíble! ¡Qué manera de reiterarse en la historia una conclusión teórica equivocada!
La hipotética discusión teórica entre economistas neoclásicos y marxistas termina tal cual era presumible que terminara, sin acuerdo. Por consiguiente, su “conclusión final” será, como lo anticipo Federico Engels, la práctica, o sea la propia historia por venir, a lo cual puede añadirse la sorpresa, toda vez que el” viejo topo” de la historia aparece por donde menos se lo espera, aunque los futuros historiadores se las ingeniarán por demostrar que el advenimiento, explicado por una u otra razón, era pronosticable, por lo menos “a posteriori” de los hechos, constituyendo para algunos un hecho “contra natura”.
La Habana, agosto del 2016