Por Aníbal Ricci
Documental reflexivo donde el director revela las fotografías de Augusto Olivares, su padre en la realidad, luego de quitarse su propia vida: único camino viable para morir con dignidad.
Olivares, amigo y brazo derecho de Salvador Allende, ambos conocedores de la guerra del terror enquistada por El Mercurio, periódico que coordinó a empresarios y partidos políticos de extrema derecha, apoyados e impulsados desde Estados Unidos por los lineamientos de Henry Kissinger.
La mano del director, que vuelve a experimentar su regreso del exilio, esta vez quiere registrar en celuloide los recuerdos de un pasado que le resulta lejano, pese a la estrecha relación con Augusto, mientras reingresa al país por autopistas higiénicas que se extienden bajo unas nubes sospechosas que opacan un Santiago moderno.
Lo siente un país ajeno, tan lejano a la amistad y compromiso que unió a su padre con Allende, ambos convencidos de que el socialismo podría cambiar el mundo.
Un oponente político se refiere a Allende como una persona que se conmovía con la miseria. No el hombre adecuado para encabezar el proyecto que encarnó, pero sin lugar a dudas, supo morir como un gran hombre.
El director recurre a sus recuerdos del rodaje de “Estado de sitio” (Costa Gavras, 1971) como una verdadera premonición de lo que ocurriría en septiembre de 1973.
La primera reflexión de los sobrevivientes habla de una planificación de las fuerzas armadas, respaldados por un estado norteamericano que, incluso antes de que asumiera Allende, también actuó premeditadamente para hacer de Chile un chivo expiatorio dentro del marco de la guerra fría contra el eje soviético. Siguiendo esa lógica de guerra ideológica, las fuerzas armadas fueron implacables, asesinando y torturando a los principales colaboradores del palacio de gobierno.
Emilio Pacull recurre a las imágenes de otra película de Costa Gavras (“Missing”, 1982) para mostrar al Estadio Nacional, principal escenario de las torturas del régimen militar.
Emilio también es un sobreviviente de la dictadura y le muestra a su propia hija el lugar donde murió Augusto, una encrucijada testigo de su sacrificio, curiosamente rodeado de puertas sin salida.
El imperialismo norteamericano, una superpotencia que mediante su influjo económico y militar, incuba una ideología fundamentalista como ninguna, con el objetivo de permitir la subsistencia del estilo de vida occidental, controlados férreamente por el mercado y sus fuerzas armadas. Bajo esa perspectiva, resulta contradictorio hablar de libertad, sobre todo cuando Estados Unidos quiere imponer “su libertad” al resto del mundo.
La película de Emilio Pacull, con un razonamiento impecable, nos lleva a cuestionar la valentía del ejército chileno, de los Chigago Boys y de los actores que gestaron la economía neoliberal en un país controlado completamente por los designios de la dictadura. Nunca antes, como el caso chileno, algún mercado controló de esa forma las libertades de sus habitantes: sin partidos políticos, ni poder sindical, ni resistencia alguna de tipo social. Se trató, sin duda, de una apropiación ilegítima a costa de metralletas apuntando a las espaldas ciudadanas, nada más lejano al “mercado libre” que pregona el país del norte, dando rienda suelta a un neoliberalismo capitalista sin regulación alguna, un consumismo desaforado del cual ni sus propios partidarios están contentos.
La reflexión final sobre las personas que persiguen utopías, esos héroes frágiles que velaron por un mundo más solidario, es demoledora: no hay ningún conflicto que merezca una de esas vidas.
Ficha Técnica
Título original Héroes Frágiles
Año 2007
Duración 85 min.
País Chile
Dirección Emilio Pacull
Guion Emilio Pacull
Música José Padilla
Fotografía Pascal Ridao, Ralf Oberti
Productora Jean Bigot / Montparnasse Productions / Galatée Films / Centre National de la Cinématographie
Género Documental