¿FEMINISMO O FEMINISMOS?: UN ESCRITO POLÉMICO

Por Max Oñate Brandstetter

“Concepto y objeto no son lo mismo…
pareciera ser que la palabra hoja dijera las hojas del mundo”
Nietzsche

En primer lugar, debo reconocer que hace mucho tiempo quería escribir un artículo de estas características y responder a mis propias expectativas. Dicho esto, advierto que no me siento a la altura de ninguna discusión profunda de “esencialismos” filosóficos en busca del significado del ser (contienda en la que incluso los griegos sucumbieron), sino que son un conjunto de reflexiones que por fin me atreví a explicitar.

El 8 de marzo es una fecha trágica, que ocurrió en 1857 y que fue oficializada por la ONU en 1975.
Aquel día, mujeres de una empresa textil en Nueva York, Estados Unidos, comenzaron a marchar para reivindicar su condición salarial, que en aquel entonces se encontraba inferior a la mitad del “salario masculino”. La jornada culminó con 120 mujeres asesinadas por la fuerza policial que tenía órdenes de dispersarlas, aunque dos años después fundan el primer sindicato femenino.

Un evento posterior a este, en 1909, conmemoran por primera vez el día internacional de la mujer el 28 de febrero, a cargo de las Mujeres Socialistas.

En 1910 se realiza la 2° conferencia internacional de mujeres socialistas en Copenhague, donde se reivindicó el sufragio universal, el acceso a la educación, igual trabajo igual paga.
Desde aquí en adelante hubo sucesos protagonizados por mujeres y hombres que reivindicaron “los derechos de clase” para ambos géneros, siendo la clave para entender que estas conmemoraciones las armaron, difundieron y establecieron “los resentidos de siempre”, “rotos excluidos que quieren todo gratis”.

El Día de la Mujer se ha vulgarizado aún más que el Día del Trabajador, que se ha pretendido exhibir como “fiesta del trabajo”, que solo falta incorporar a los gerentes de las AFP en el escenario del acto oficial.

El Día de la Mujer vino a ser instalado por el mundo de los “sin derecho”, sin reflejar una mirada “policlasista” de que “la mujer no tiene derechos en ninguna clase social, ni en ninguna parte del mundo”, porque no fue incrustada desde la pomposa comodidad aristocrática, ni tampoco del triunfalismo económico burgués.

Planteada la cosa de esta manera, no nos quedan muchas opciones de análisis, pero es necesaria la descripción, la discusión y las conclusiones en cualquier proceso reivindicativo.

Pareciera que la palabra “mujer”, dijera “las mujeres del mundo” (parafraseando a Nietzsche), olvidando que cualquier abstracción universalista hace olvidar a la gente de carne y hueso, y aprovechando esa estrategia lingüística, se ha tratado de vaciar todo el contenido histórico y reivindicador del proceso político, que hoy se promueven como fechas de festejo universal, que trascienden a todos los sectores sociales, políticos, étnicos y religiosos, jugando en la cancha del integrismo y la tolerancia universal, publicitada por los actuales organismos de administración pública y privada.

Hay ciertas convocatorias transversales que desdibujan (cuando no, anulan) las fronteras orgánicas de la política. Un ejemplo de ello es el ecologismo, gran causa universal (donde todos cabemos), que tiene versiones del llamado “capitalismo verde”, otros como el “socialismo ecologista” (Itzvan Mezaros), y así con cada “versión política” que pretendamos buscar y si no existe, lo inventamos.

La pregunta crucial sobre “el feminismo”, es precisamente ¿Cuál feminismo?, que no tiene cabida con la etiqueta “feminazi”, porque el sistema nacional socialista concedía derechos a la mujer, por medio del matrimonio con un hombre, y todas las organizaciones oficiales proto fascista que han existido, han rechazado toda posibilidad de feminismo y autonomía ¿O es que acaso alguien creería en Lucía Hiriart si ella se declarara feminista?

Existen organizaciones de hombres homosexuales que se declaran en contra de puntuales organizaciones feministas, lesbo separatistas, por considerarlas “anti hombres”, categoría a la que ellos pertenecen, y siendo gay, acusan homofobia por parte de ese tipo de organizaciones femeninas.

Se supone que en el actual contexto, el hombre es violento (como lo fue en generaciones del pasado, la típica figura del padre alcohólico y golpeador, invariable en el tiempo y que “todos los hombres cargamos como cruz de culpabilidad”) y la mujer no es violenta (¿su “escencia” no se lo permite?), pero aquella abstracción que llamamos mujer, ha adquirido rasgos dominantes, propios de la propaganda productiva del capitalismo, y donde hay eventos agresores hombre-mujer, el primero siempre es responsable y culpable en todo contexto y en todo lugar, invisibilizando la violencia femenina, sobre todo cuando se ejerce contra un hombre. Lo curioso es que la “invisibilización” juega un rol favorable en la legitimidad del discurso, que rechaza, sobre todo, el ser borrada o invisible, para la historia oficial de la “lupa masculina”.

En ese contexto, hay una comprensión aún más radical “entre ambos géneros”, sobre todo si no se responde un tema clave:

¿Feminismo o feminismos? ¿Cuál feminismo? ¿Es lo mismo un feminismo que se plantea la emancipación del trabajo, que aquel que promueve la igualdad de acceso y control a la propiedad privada? ¿Es lo mismo un feminismo católico, uniformista, anti prostitución, de fe cristiana antiaborto que rechaza la violencia masculina, que un feminismo anticlerical que rechaza toda forma de matrimonio? ¿Es lo mismo un feminismo, cuyo proyecto apunta a una incorporación estatal (¿Corporativismo de género?) que uno que apunta a la autonomía?¿Feminismo de mercado o feminismo de Estado? ¿Feminismo vegano o feminismo carnívoro?

Una vez aclarado el contexto y el contenido político, aparece un proyecto y un programa.

Recién ahí se puede avanzar.

Las convocatorias masivas sin contenido político no sirven de nada ni son “militancias”, pues la práctica descansa en los rituales públicos y en la palabra, el mayor ejemplo de “superioridad moral”, pero incapaz de participar políticamente.

Marzo del 2018

El autor es Cientista Político, licenciado de la Universidad Academia Humanismo Cristiano.