Por Carlos Romeo
En su libro “Gérmenes, acero y cañones” el antropólogo Niels Diamond se pregunta por qué fue Pizarro, un súbdito de Carlos V quien mató al Inca Atahualpa y no fue Atahualpa quien mató a Carlos V de España, a pesar de que españoles, por una parte y quechuas y aimaras por la otra, son especímenes de la misma especie homo sapiens y con el mismo grado de inteligencia. Diamond achaca la razón de lo sucedido en última instancia a la naturaleza, quien dotó a los habitantes del Medio Oriente primero y de Europa después, de las plantas necesarias para su alimentación, de los animales que como los vacunos y caprinos, pudieron ser domesticados,de los contactos posibles por la continuidad geográfica con los habitantes de las estepas asiáticas en donde se domesticó el caballo que llevo a su vez a la utilización práctica de la rueda, y la posibilidad de descubrir y emplear primero el bronce y después el acero. Y por la Ruta de la Seda, que les llevó a los europeos desde China el conocimiento de la pólvora, con todas sus consecuencias posteriores.
En cambio, si bien los amerindios también lograron domesticar plantas para su alimentación, aunque apenas un solo animal, la llama, en metalurgia no pasaron de una variante del bronce y desde luego nunca habían oído hablar de las armas de fuego, ni del caballo ni del uso de la rueda para el transporte y muchísimo menos del arte de la navegación en el mar mediante barcos a vela. Por esto último fueron los europeos quienes llegaron a América y no viceversa, con no solamente una superioridad tecnológica en el arte militar, sino que, además, con los gérmenes que devastaron las poblaciones americanas mediante enfermedades hasta entonces desconocidas por ellas.
Así y todo, y aunque esas fueron las condiciones naturales desiguales sobre las cuales aconteció la historia universal, los amerindios también fueron capaces de crear civilizaciones portentosas con edificaciones colosales, adentrarse en el terreno del conocimiento del universo y sobre todo conformando organizaciones sociales con un contenido humano muy particular, especialmente los habitantes del imperio incaico que se extendía desde el Sur de Colombia hasta Chile y el Norte de Argentina, en donde el saludo entre ellos era “no mientas, no robes y no seas perezoso”, la tierra no era privada y se repartía según las necesidades de cada cual y el Inca vigilaba que además de mantenerse la red de caminos imperiales y su sistema de comunicación por postas de corredores, siempre hubieran reservas de alimentos para confrontar momentos de escases en su imperio. Era un sistema en que el carácter social de la existencia de sus integrantes dominaba sobre el carácter individual de cada uno de ellos.
Además de la imposición de la relación social de producción del servilismo feudal sobre hombres hasta entonces individualmente libres, mediante la cual fueron obligados a trabajar para los colonizadores, resultó un corolario inevitable y necesario para estos últimos la caracterización de la población indígena como seres física y mentalmente inferiores. Y ese sistema mantenido con pseudo variantes democráticas durante cinco siglos explica el que Bolivia, el país en el cual la población indígena es una franca mayoría, solo conociera dirigentes políticos de origen europeo y fuera tradicionalmente durante los últimos dos siglos uno de los países más pobres de América.
El Inca Túpac Amaru II, quien, tratando de liberar su tierra y su pueblo de la dominación española, fue derrotado y descuartizado en 1781, habría dicho antes de morir “Volveré y seré millones”. Efectivamente regreso, pero bajo la personalidad de un indio aimara de nombre Evo Morales Ayma, devenido Presidente de Bolivia desde el 2006, quien ha logrado transformar a ese país en un Estado Plurinacional, reconociendo precisamente la multiplicidad étnica que lo caracteriza, entre ellas la de los descendientes de los europeos que colonizaron ese país.
“El Presidente Evo Morales demostró (…) con cifras irrefutables el avance de Bolivia en once años de proceso de cambio que dirige, y que supera en todos los órdenes lo hecho en 180 años de anteriores gobiernos republicanos.” Bolivia, la “cenicienta india” de Sudamérica a la cual le arrebataron su salida al mar, “creció en promedio 2,8 % anual en casi 55 años de era republicana (1951-2005) frente al 5% logrado como promedio durante su gestión entre el 2006 y el 2016.” Es decir, casi 63 % en 10 años, sin hablar de la plena incorporación de la mayoría de origen autóctona al Gobierno y al Parlamento de ese país, la reducción del analfabetismo al 2,8 % y 667.000 operados gratuitamente de la vista.
¿Y que tienen de extraño esos logros en un país en donde los antepasados de sus habitantes autóctonos lograron crear toda una civilización que aun hoy nos asombra por sus logros? De la misma manera que en aquellos lejanos tiempos la tierra, la Pachamama, era de todos y para todos, hoy los hidrocarburos que posee también son de todos y para todos y de la misma manera como el Inca en aquellos tiempos se preocupaba por que todos sus súbditos comieran, hoy el Estado se preocupa de que todos puedan estudiar y también comer.
Pero lo logrado por Evo Morales no ha sido sin oposición, la que llego hasta un intento separatista de cuatro provincias de los llanos orientales que conformaron lo que se denominó la “Media Luna” boliviana, casualmente ricas en hidrocarburos y de población mestiza y blanca. Así y todo, en todas las confrontaciones lo característico ha sido la ausencia de violencia y el logro de acuerdos por la vía pacífica basada en la real fuerza política que sustenta su Gobierno.
La concepción de lo que es humano mantenida durante 180 años por los descendientes de los conquistadores ha tenido que dar paso a la que ya tenían los habitantes originarios de Bolivia antes de su llegada.
La Habana, 24 de enero del 2017