Estamos a trece días del Día O, el de la llegada del Presidente Obama a Cuba. Leyendo la prensa internacional uno se entera de las especulaciones sobre su agenda, que si pronunciara un discurso ante una gran concentración de cubanos, un momento en que podrá comunicarles la “verdad” a un pueblo que no recibe noticias del exterior, entrevistarse con representantes de la sociedad civil cubana a los efectos de poder conocer el estado de opinión de cubanos no oficialistas y en particular de los disidentes que encabezan la oposición política al Gobierno de Raúl Castro y ganarse la simpatía del pueblo lanzando la primera bola en un partido de béisbol entre un equipo profesional norteamericano y una selección cubana, todo ello en adición a las actividades de su esposa y eventualmente de sus hijas. En dos palabras, un verdadero “choque” que conmueva y sacuda a la sociedad cubana para ponerla “en movimiento” hacia la democracia verdadera.
Tal parece un “remake” de lo que sucedió con ocasión del viaje del Papa Juan Pablo II a Cuba en enero de 1998. Recuerdo como el mundo, según la prensa de la época, se preparaba para el impacto que su visita tendría en la debilitada Cuba socialista, sola después del derrumbe del socialismo en la URSS y en Europa del Este apenas 7 años antes. La televisión estatal española vino con todos sus estrellas y el personal necesario para constatar el golpe “mortal” al socialismo castrista (recuérdese que Aznar estaba de Presidente del Gobierno en España en ese momento) y la CNN, ya en manos de Time Warner, mandó nada menos que a su periodista estrella Christiana Amanpour, para cubrir ese acontecimiento histórico.
Y el Papa vino, celebró tres misas multitudinarias en tres ciudades diferentes, expresión de la disciplina y del sentido de la hospitalidad del pueblo cubano y no de la profesión de la fe católica, apostólica y romana, y como hombre muy inteligente que era, resumió el sentido de su viaje en la frase “Que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba”.
Y los periodistas extranjeros se marcharon muy frustrados.
Hay momentos en que me asombro de la capacidad de los seres humanos para creer en una expresión fantástica de la realidad social que no conocen por experiencia propia, formada por medios de divulgación expertos en crearla. En este caso, creer que un pueblo sometido a la agresión militar, terrorista, diplomática y económica del Gobierno de los EE.UU., en el cual hay muchos miles de hijos, viudas, madres, de más de 3000 muertos y casi otros tantos discapacitados a consecuencia de agresiones, todas ellas sino promovidas, lanzadas desde ese país, y en su totalidad víctima de 54 años de bloqueo económico, va a recibir agradecido como si fuera un salvador, al actual Presidente de ese país que hasta hace un poco más de un año se manifestaba como su enemigo, es sencillamente inconcebible. No obstante, hay quienes lo creen e interpretan este viaje como un generoso premio de los norteamericanos a los cubanos y para algunos, hasta inmerecido.
El viaje de Obama a Cuba significa enfatizar que los Estados Unidos fracasaron en su cerco a Cuba que duro más de medios siglo y de hablarle a los cubanos, lo hará a quienes resistieron esa agresión, vale decir a los vencedores de esa contienda por no haber sido vencidos.
Carlos Romeo
La Habana, 8 de marzo del 2016