Por Carlos Romeo
No hay duda de que esta añoranza por el pasado lejano es el efecto de los años, muchos años, transcurridos en su inmensa mayor parte ensimismado en vivir las nuevas aventuras que, si no me las deparaba la vida, las buscaba para poder vivirlas.
Así, fue una especie de sorpresa encontrarme con un sobrino de un compañero de universidad que recordábamos por su pulcritud, su comportamiento y su prestigio como excelente alumno. De la misma manera, una dama francesa encantadora y dedicada a una fundación creada para ayudar a mantener culturas ancestrales en peligro de desaparición, súbitamente y durante nuestra última conversación extrajo del fondo del baúl de mis recuerdos una personalidad singular aparentemente olvidada. Hombre corpulento de al menos 1,90 metro de estatura, Manfred Max Neef desbordaba por su tamaño y por su alegre personalidad y sobre todo por los enfoques poco habituales de sus temáticas. Se decía que tocaba el piano y “las malas lenguas” hasta decían que componía música. Por ser graduado de la misma facultad de economía en la que estudiaba y sobre todo por ser el hijo de mi jefe en el Departamento de Estudios Económicos del Banco Central de Chile, Manfred aterrizaba sorpresivamente y con cierta frecuencia en donde trabajaba, provocando siempre el alboroto de las dos secretarias de su padre. Tuve así la oportunidad de mantener con el varias conversaciones, durante una de las cuales, lo recuerdo bien, me explico el carácter descriptivo de la música de la suite “Grand Canyon” de Ferdinand Gofre.
Desde la lejanía de la “galaxia chilena” de hace ya más de medio siglo reaparece sorpresivamente Manfred en mi vida traído a colación por la amiga francesa, por lo cual me dirigí a Wikipedia para enterarme de que había hecho Manfred durante ese trayecto de cincuenta años luz. Resulta que Manfred ha desarrollado, según pude entrever en las explicaciones dadas en la enciclopedia, una concepción de la economía en la cual los hombres de carne, huesos y sueños, son los protagonistas y el objetivo final de la problemática económica. Esto, dicho así, puede parecer algo intrascendente toda vez que la economía es una ciencia social y las sociedades están compuestas por seres humanos. No obstante, recordando como nos enseñaron teoría económica a mí y también a Manfred, en nuestros estudios se hacía énfasis en una lógica más bien propia de una geometría que descansa en determinados axiomas, que se aceptan sin discutirlos, teoría en la cual los seres humanos concretos no figuraban y cuyos problemas existenciales y personales, era asunto privativo de ellos, y no de la teoría económica.
Ahora, y con mucho retraso me lo explico: Manfred, como economista, se había contaminado con, además de la música, también con la filosofía, algo muy natural en un chileno de ascendencia alemana, pero que desentonaba gravemente con la enseñanza recibida en la Escuela de Economía de la Universidad de Chile. Y, lo que resulta curioso y de lo cual me doy cuenta ahora, yo también experimente ese contagio cuando me recomendaron leer, no en la Universidad, sino que fuera de ella, “Ludwig Feuerbach o el fin de la filosofía clásica alemana”, de otro alemán llamado Federico Engels. “Cela n a pas été un coup de foudre”, o sea “no fue el haber sido tocado por un rayo”, pero en mi caso se asemejó mucho a ello. Es verdad lo que decía Goebbels, Ministro de la Propaganda del Tercer Reich y que también practicó el ejército chileno cuando el golpe de estado del 11 de septiembre de 1973: ¡hay libros peligrosos que deben ser quemados!
La economía neoclásica, que fue la que nos enseñaron tanto a Manfred como a mí, hace abstracción de la problemática humana salvo por una parte, en lo que se refiere a lo que llaman la soberanía del consumidor para, a la hora de comprar, elegir lo que más le conviene o cree que le conviene, suponiendo que tiene dinero para ello porque si no, simplemente no puede ser un consumidor, y por otra parte, al vender como hombre libre su capacidad de trabajar, sin hacer énfasis desde luego en que no tiene otra posibilidad toda vez que al no tener medios con los cuales trabajar para sí mismo, no tiene como vivir.
Durante probablemente la última aventura de mi vida, como corregir y mejorar el socialismo que ayudé a establecer en Cuba, aunque ya como simple “outsider”, de lo que trata es de esclarecer para establecerlo, un sistema económico que permita la realización existencial de los cubanos en tanto que seres humanos, lo cual expresado por otro filosofo alemán, en este caso Karl Marx, es llevar a la práctica su definición “¨Pero la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo. Es, en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales. ¨
Me gustaría poder discutir el tema y hasta trabajarlo conjuntamente con Manfred Max Neef y tenerlo un tiempo por aquí para conocer su opinión y, además, conversar un poco más de música y eventualmente de filosofía. Por tanto, si algún lector sabe en donde se encuentra o conoce su correo electrónico le estaré muy agradecido si lo contacta o al menos me hace llegar su dirección. Muchas gracias por anticipado.
La Habana, 14 de mayo del 2016