Por Carlos Romeo
El año 1996 fue tétrico para Cuba. Cuando ya se habían agotado las eventuales reservas de productos provenientes del otrora campo socialista desaparecido en 1991, se establecen casi al mismo tiempo la legislación norteamericana más feroz en contra de Cuba, la ley Helms-Burton que reglamenta el bloqueo a ese país, y la Posición Común de la Unión Europea, también en contra de este país, gestada por Aznar, el Presidente del Gobierno Español en aquellos tiempos, rémora del franquismo bajo el manto del denominado Partido Popular. Se completaba así el cerco a Cuba, intento de rendirla por asfixia económica y política después de la desaparición del socialismo en Europa.
No lo lograron. Obama tuvo que reconocer el 17 de diciembre del 2014 que la política de los EE.UU. hacia Cuba había fracasado y debía ser cambiada, y la Unión Europea firmará en los próximos días de diciembre una nueva posición común, ahora abierta y de colaboración hacia el país caribeño.
La actitud positiva y madura de Cuba hacia ambas acciones después de haber aguantado sus consecuencias durante 20 años, me recuerda una frase de mi antiguo jefe Carlos Rafael Rodríguez, quien me dijo una vez “No hay última vez en política”. Con el tiempo, lo que es, puede dejar de ser y lo que no es podrá llegar a ser.
Cuba aguantó y por ello venció, tal una ciudad sitiada que resiste y que por ello logra que el sitiador desista de su empeño. Los cubanos adquirieron la cultura de la resistencia, aprendiendo a existir en esas circunstancias difíciles y amenazantes, y se acostumbraron a vivir con una modesta disponibilidad de bienes y servicios, pero con sus principales necesidades vitales aseguradas para todos hasta el punto que ya para ellos es inconcebible vivir de otra manera, en que la aparente abundancia material existe para quien pueda disfrutarla pero no los derechos humanos que ya para ellos han devenido algo “natural” en el sentido de que ya no se concibe su no existencia. Otra manera diferente de concebir la vida de los hombres, otra manera diferente de concebir lo humano.
Hace ya más de 20 siglos, en Roma, el corazón del imperio romano, regia una concepción de humanidad que consistía en que hubiera seres libres con muchos esclavos de su propiedad. Que, en vez de asistir a partidos de futbol, se fuera al Coliseo a presenciar la lucha a muerte de los gladiadores o espectáculos como el ver masacrados a unos seres debido a su creencia religiosa, que, si bien eran de la misma especie homo sapiens, no eran considerados humanos en el sentido usual en esa época. Pero sin necesidad de retroceder tanto en el tiempo, hoy por hoy, aunque todos en este mundo dicen creer que todos los homo sapiens nacen iguales, de ninguna manera se les reconoce el derecho de vivir de manera igual, ni siquiera la igualdad de comer lo suficiente todos los días, de disponer de agua potable, de una vivienda adecuada por modesta que ella sea, de educarse y aprender del patrimonio de los conocimientos acumulados por el conjunto de los homo sapiens, mal llamado humanidad, concepto sin sentido concreto, si no que debería denominarse como el conjunto de los miembros de la especie de los homo sapiens que viven bajo muy diferentes maneras de lo que es humano para ellos en sus respectivas condiciones de existencia.
Yo, por ejemplo, no quiero ser humano a la norteamericana, y en particular como uno de sus “homeless” o como uno de sus 40 millones de pobres “a lo estadounidense”, y ni siquiera como miembro del 99% que según ellos mismos trabajan y viven para el 1% restante. Pero muchos podrán querer y arriesgarse a participar en la lotería del “sueño americano”, que precisamente Trump quiere recuperar “haciendo grande otra vez a los Estados Unidos”. Estoy satisfecho, así como la inmensa mayoría de los cubanos, de continuar viviendo bajo las características de lo que es humano en Cuba a 90 millas al Sur de los EE.UU.
Cambios trascendentes ya han sido aprobados y establecidos en Cuba. Al restablecimiento de relaciones con su tenaz enemigo hasta hace dos años, diplomáticas para empezar, se agrega la creación de un sector económico privado en su economía, a lo cual se suma el reconocimiento de la necesidad de inversiones extranjeras en el país. Con ello los cubanos están redefiniendo las características de su socialismo, pero aun considerando los cambios significativos que inevitablemente traerá lo ya decidido, expresaron durante su reciente VII Congreso del Partido Comunista Cubano que no están dispuestos a sacrificar los derechos humanos que ya han logrado establecer en su país a cambio de una mayor eficiencia productiva del sistema económico. Han hecho suyo lo que al respecto dijo Max: “Pero la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo. Es, en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales.” Y están decididos a conservar esas relaciones.
La Habana, 10 de diciembre del 2016