Por Cristian Cottet
El 15 de agosto de 1965 se marca en el calendario político chileno como el día que un grupo de orgánicas de izquierda se reúnen para dar forma a un “movimiento” inspirado en la heroica Revolución Cubana. Marxistas, trotskistas, maoístas, guevaristas, comunistas y socialistas (léase, ex comunistas y ex socialistas) se convocan en una sede sindical de Santiago para dar forma al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). En estos días se cumplen 52 años, con altos y bajos, del movimiento naciente el 65. Recordemos que dicha fundación es validada por figuras como Clotario Blest y Luis Vitale, autor del icónico ensayo “Interpretación marxista de la historia de Chile”.
En este contexto, el MIR nace y se engrandece al alero de la pequeña burguesía universitaria de la más alta alcurnia. En sus comienzos no militaban obreros ni campesinos, la nota alta la ponían jóvenes venidos de una tradición y origen universitario, espacio que poco a poco se fue transformando en una mixtura que prioriza con el apego a las diferentes capas de pobreza en Chile. Ya al borde de los ´70 se define el ingreso de campesinos, obreros y pobladores sin casa, que dan el impulso necesario para ser un partido revolucionario con asiento “en el campo y la ciudad”.
A un par de años de tal magno evento, el MIR se ve tensionado internamente por las diversas corrientes que en su seno se desplegaban con la misma nomenclatura y destino. Nuevamente trotskistas, maoístas y anarquistas se vieron en la coyuntura de definirse como expulsados del “movimiento”. Para el caso, las diferencias eran finas, sean expulsados, marginados o retirados, lo cierto es que la primera purga al interior del MIR se definió en un ambiente universitario y con los ojos puestos en la Revolución Cubana.
Eran tiempos donde no existía el FaceBook, por lo que el debate era cara-a-cara o con sesudos documentos donde la palabra “revolución” se repetía como mantra de poderes. Finalmente el 15 de agosto de 1965 se funda el MIR, se elige un Comité Central de 21 miembros, designándose como Secretario General al médico trotskista Enrique Sepúlveda.
Técnicamente el 21 de enero de 2017 se funda el Frente Amplio conteniendo bajo la figura de un “frente”, no un partido sino una reunión de orgánicas, que van desde la socialdemocracia hasta el liberalismo. Una referencia donde no se emplea la palabra revolución (a pesar del uso en el nombre de una de sus orgánicas), tampoco se emplea la palabra compañero, ni trosko, ni marxista. Es una referencia que se tensa cuando se habla de izquierda o de Salvador Allende o de Luis Emilio Recabarren. En lo grueso, nació el Frente Amplio sentenciando que había llegado la hora de la justicia, de la solidaridad y que ellos(as), y sólo ellos(as), encarnan lo mejor de la política y de las buenas costumbres.
A poco andar, el afecto, las sonrisas, los abrazos y todo signo de cohesión se fue al piso y sin decir “agua va” volaron los platos, las tazas, las sonrisas y se instaló en el seno del nuevo referente un ánimo de violencia, de acusaciones, de expulsiones, de conferencias de prensa donde el “yo dije” y el “ese dijo” fue subiendo de tono, hasta llegar a la virulencia verbal y física. Así, los niños buenos se transformaron en demonios para sus ex compañeros de ruta. Como dijo mi querida madre, de saludo y despedida.
Así, nuevamente nos encontramos con un contingente de universitarios e intelectuales salidos de los partidos de izquierda y de revueltas que instalaron los “pingüinos”. Lo queramos o no, el Frente Amplio no es un partido y al parecer no aspiran serlo. Tampoco se referencian en algún clásico del marxismo. Simplemente son agrupaciones que ya no miran a Cuba y al socialismo como referencia, tampoco pretenden instalarse al margen de las instituciones tradicionales, más bien son parte de las ofertas políticas legales disputando algún espacio de participación en la carrera electoral. Y si buscamos apegos internacionales, nos encontramos con un Frente Amplio uruguayo o la misma figura en España.
Como corolario tres estudiantes universitarios, Gabriel Boric, Giorgio Jackson y Alberto Mayol, son sus principales líderes y son justamente ellos los que prendieron la mecha de la discordia. Aunque debemos aceptar que eso de las divisiones era ya una lógica conocida por Gabriel Boric ya que es él quien participa de la fractura generando como producto el Movimiento Autonomista, en disputa con Izquierda Autónoma.
En este momento político, tanto quienes militan tras las banderas del Frente Amplio así como los que participaron de la fundación del MIR, se encuentran en la obligación de ejercer el precario poder que tenían y tienen para depurar las organizaciones que junto a otros fundaron. Se instala así el concepto de bastardo (que degenera de su origen o naturaleza) dejando afuera de la nueva organización a maoístas y trotskistas. Visto así, en el ´65 esa izquierda revolucionaria se divide entre “revolucionarios” y “renegados”, aunque estos últimos no renunciaran a sus convicciones, así como otros volvieron al redil mirista.
Leído este proceso sólo en la superficie, se puede creer que el génesis del FA es un eco de la fundación del MIR. Pero no es así. El MIR, a diferencia del FA, se gesta en la lógica del poder popular, en la acción directa, en las tomas de terreno, en la idea de que sólo la clase obrera es sujeto de poder de cambio.
En el génesis del MIR los bastardos y los revolucionarios disputaban la conducción de un proceso revolucionario y una inserción en la clase. Hoy, en la disputa interna que devela el Frente Amplio, se busca representar a un ciudadano cuya única responsabilidad política es levantarse y salir a votar. A eso se le llama “ciudadanía”, figura que en su seno contiene la discriminación y un proyecto de cambio que no va más allá de posicionarse electoralmente.
Lo del ´65 fue épico, aunque no muy amigable. Hoy estamos en los comienzos de un proceso semejante, donde los sablazos pueden echar todo por tierra. La reivindicación de los ´60 era alimentarse, vestirse y salvar la vida, en cambio los manotazos al interior del Frente Amplio no pasan de ser divertimentos y ansiedad de una promoción de universitarios que aún no se titulan ni como políticos ni como revolucionarios. Tal vez ni ellos quieran serlo, por lo mismo es preciso decantar las dinámicas que en el seno de estos berrinches de niño mañoso se despliegan.
El Frente Amplio no es el MIR de los ´60, eso está claro y no propongo esa mixtura histórica, pero eso no significa que se debe dejar atrás las experiencias de organización y lucha que se fraguaron otrora. El marco internacional, las transformaciones tecnológicas y sociales del capitalismo, nos muestra lo difícil que resulta intervenir. En lo central el Frente Amplio está cruzando una difícil prueba que dista mucho de otras experiencias, pero eso no impide recoger ese vivir como resguardo.
En el amor y en la juventud no existe vuelta atrás