Por Carlos Romeo, desde La Habana
Francamente, estoy bajo el efecto del shock provocado por el resultado del encuentro de Trump con Kim-Jong-un en Singapur, que me obliga a reconsiderar ideas previas sobre la política de Trump.
Por una parte, Trump logra un prometedor acuerdo de no confrontación y hasta de paz con un archienemigo sobre el cual hasta hace muy poco tiempo lanzó amenazas hasta de destrucción atómica. Por otra parte, y al mismo tiempo, les declara una guerra comercial a sus aliados más cercanos, México y Canadá en el contexto geoeconómico, y nada menos que a la Unión Europea y Japón en el contexto económico global.
Tratando de entenderlo, me imagino la reacción ante estos acontecimientos simultáneos por parte del norteamericano medio, son más de 300 millones en total, y la mayoría con una concepción bastante provinciana del mundo. Pienso que para ellos una reacción lógica ante esos hechos es que su Presidente no quiere mandar norteamericanos a morir en una eventual guerra con un país que está prácticamente en las antípodas, como ya fue el caso de Corea y de Vietnam en el siglo pasado y que al mismo tiempo defiende el mercado norteamericano, su mercado, para las propias empresas norteamericanas que les dan empleo a los norteamericanos. Pero al mismo tiempo eleva aún más el presupuesto militar para consolidar el liderazgo militar en el mundo. Corolario de todo ello es que casos de mucha menor importancia para los Estados Unidos, como lo son Cuba y Venezuela y recientemente Nicaragua, son sacrificables como peones en el ajedrez político en aras de consolidar un apoyo para sus iniciativas legales por parte de Representantes y Senadores interesados en esos países.
Si mi razonamiento es correcto entonces estoy empezando a comprender el significado del lema de la política de Trump “Hagamos nuevamente grande a los Estados Unidos” y ello significa darle a las grandes mayorías lo que ellas quieren escuchar y que su Presidente está haciendo. No obstante, si consideramos que en estas cuestiones también pesan, y mucho, los intereses de las muy grandes empresas de capital norteamericano, de las cuales se dice que son el verdadero poder detrás de las fachadas políticas, nuestra conclusión lleva a su vez a tener que plantearse si esa política es de la conveniencia de esas empresas. Si lo es, habrá Trump por otros dos años y medio más y hasta eventualmente durante un segundo periodo presidencial y si no, pronto notaremos cambios en la política exterior norteamericana.
12 de junio del 2018